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Jugando a ser Dios con “Agarrarte a la vida” de Rozalén

Por Mariano Velasco Escudero , 30 junio, 2022

«Sé de los fantasmas que habitan en ti, del pozo frío y oscuro del que no logras salir. De los cristales atravesando tu garganta gris, y ya sólo contemplas una forma de dejar de sufrir”.

Agarrarte a la vida, Rozalén

Leído así, y aunque se adivine la rima asonante tras el texto, más que la letra de una canción este párrafo parece otra cosa que también es: la desgarradora descripción del angustioso y jodido sentimiento de no encontrarle sentido a la vida.

Es una canción, sí. “Agarrarte a la vida”, de Rozalén. Pero es mucho más que una canción. Es, sobre todo, un abrazo a la vida. Y es también una muy valiosa, conmovedora y útil obra de arte.

Una vez que entrevisté a María Rozalén le propuse – para mi web En plan noticias”, dirigida a estudiantes de secundaria y bachillerato – hacer un ejercicio de comentario de texto entre los lectores con alguna de sus muy jugosas letras. La cosa se quedó en el aire, porque la web la tengo “en tiempo muerto” y por eso sentía que le debía un “comentario de texto” a mi admirada Rozalén. Y qué mejor momento que ahora, cuando acaba de publicar esta joya que es “Agarrarte a la vida”.

Aquí, la letra

Se trata de una canción que aborda el tema del suicidio mediante un diálogo entre un “yo” y un “tú”. El primero, mientras describe el sufrimiento del segundo, trata desesperada y angustiosamente, con rabia incluso, de convencerle de que, por favor, se agarre a la vida y, sobre todo, ofrecerle su compañía y comprensión.

Datos de suicidio en España extraídos de la web «Agarrarte a la vida»

Sobre el contexto en el que está escrita, la autora ha contado que el tema del suicidio siempre le había preocupado, dada además su formación en Psicología, pero que nunca se había atrevido a abordarlo. Y que fue la depresión de una amiga, el “tú” de esta canción – que no es un tú exclusivo, sino que sirve para todo aquel que se vea reflejado en lo que aquí se cuenta – lo que la llevó a escribir esta excelente letra.

El texto, escrito con especial mimo, cuidado y sensibilidad,  se estructura muy claramente en su primera parte (hasta el estribillo) en tres tiempos: presente, pasado y futuro. El presente, los cuatro primeros versos, es la descripción de la angustiosa situación de la persona deprimida. Las imágenes son reveladoras y no dejan lugar a dudas: los fantasmas, el pozo frío y oscuro, los cristales atravesando la garganta… Y un verso final, “ya solo contemplas una forma de dejar de sufrir” especialmente significativo. Rozalén podría haber dicho “dejar de vivir”, pero no. Habla de “dejar de sufrir”. Su función es la de ponernos en la perspectiva del “tú” y sacarnos de nuestra zona de confort, dándonos a entender que su vida no es como la que nosotros vivimos. Que su vida no es vida, sino sufrimiento. Tal vez así lo entendamos todo mejor.

Los cuatro segundos versos son pasado, y sus imágenes simbolizan muy claramente la esperanza, que también hubo algo bueno en esa vida ahora de sufrimiento: la felicidad, el brillo en los ojos, la risa… Se trata de crear contraste entre la oscuridad de los versos anteriores y la claridad de estos:  el “gris” del presente frente al “brillo” del pasado. La situación se nos hace así algo más llevadera, se diría que la canción nos da un poquito de tregua antes de continuar. Ya veremos…

Los seis versos siguientes son futuro. El “yo” narrador se agarra a la esperanza del pasado y recurre a dos imágenes fácilmente identificables para aventurar el futuro: la calma tras la tormenta y las flores marchitas que vuelven a florecer. Los dos últimos versos, más cortos, son especialmente importantes y se repetirán más adelante. En ellos destaca la presencia del adjetivo “distinta”. La propia Rozalén ha explicado que quiso añadir ese sutil matiz tras llegar a admitir que hay ilusiones que nunca vuelven, pero que siempre es posible crearlas nuevas y diferentes.

El estribillo es – pónganse en pie – de una fuerza y una contundencia arrolladoras. ¿Cómo lo consigue? Para empezar, la asonancia de la rima cambia a “o”, lo cual no es nada desdeñable (paredón/Dios). Y por si fuera poco, el uso del verbo “agarrar” y esa sonora combinación g/r expresa toda la rabia que a buen seguro la autora busca. Si a ello le añadimos la fuerza con que la voz de Rozalén lo entona, el resultado es de diez.

Pero ojo, hay todavía algo más a destacar de este estribillo, y es su demoledor verso final: “solo tú puedes jugar a ser Dios”. Aquí dan ganas de pulsar el “pause” en el reproductor y reflexionar antes de seguir escuchando la canción: entiendo tu sufrimiento, daría lo que fuera por acabar con él pero al final… la decisión es tuya y solo tuya. Una frase arriesgada pero, sobre todo, muy valiente, que seguro no está escrita a la ligera sino que es, con toda probabilidad, fruto de una profunda reflexión. Es pura empatía. Es saberse poner en el lugar del otro y llegar a entender, con una generosidad y una humanidad tremendas, que si la vida es sufrimiento, tal vez no merezca la pena vivirla. Es admitir, en definitiva, que solo quien la sufre puede, y tiene el derecho, a decidir sobre ella (jugar a ser Dios).

Extraído de la web «Agarrarte a la vida»

Tras el estribillo, que parte literalmente el texto en dos (aunque no le hayamos dado al pause), comienza casi casi una nueva canción, marcada por un mayor acercamiento físico entre el “yo” y el “tú”. Es como si hasta aquí las dos amigas se hubieran limitado a mirarse la una frente a la otra y a hablarse, y ahora, por fin, se fundieran en un abrazo pasando a ser “nosotras”. De hecho, aparece por primera vez la primera persona del plural (“cerremos los ojos al dolor”) y surge el contacto físico, (“quiero que sientas cerca mis manos”). Resulta que ya está dicho casi todo, y ahora lo importante no son las palabras (“apago la voz”), sino estar ahí, acompañar (“la simple presencia es la mayor comprensión”).

Parecería otra vez que hubiéramos salido del túnel y que la canción fuera a tomar ya un rumbo más optimista. ¡Otro respiro! Pero… ¡ay amiga!, la vida no es tan sencilla. Los siguientes cuatro versos tal vez sean los más “interpretables”, pero son, en cualquier caso, una vuelta a la cruda realidad. La enigmática imagen de la escalera que “lleva hacia la luz” nos despista, porque si para nosotros la luz es la vida, para quien vive en el sufrimiento esa luz bien puede ser la muerte (no olvidemos situarnos en la perspectiva del “tú”).

Sin embargo, a ese insistente y cabezota “yo” parece quedarle todavía un último aliento, y en los versos finales se la juega y echa el resto: aquel “nosotras” crece y crece, para convertirse ahora en “un ejército que lucha con amor”. Lo cual demuestra, por un lado, la dificultad de la empresa, y por otro, que por suerte hay mucha más gente dispuesta a comprender y a hacerlo – matiz importante también este ´- “sin juicios, ni culpas, ni reproches”. Si no, mal vamos.

Se repite por fin el estribillo para que el texto finalice de la única manera posible, admitiendo una vez más que “solo tú puedes jugar a ser Dios”. Pero deseando con toda la rabia del mundo, eso también, que el juego tenga – ¡ojalá! – un final feliz.

Se trata, en definitiva, de una canción escrita con una inmensa generosidad para un «tú», para un «yo» y para todos nosotros/as. Pocas artistas hay capaces de coger el toro del suicidio por los cuernos como aquí se hace. Se necesita para ello ir sobrada de sensibilidad, de empatía, de asertividad, de solidaridad, de compromiso social y de no sé cuántas cosas más que, si se meten en una coctelera y se mezclan bien mezcladitas, seguro sale de ahí el nombre de una tal Rozalén. ¡Brindemos por ella, juguemos a se Dios y… agarrémonos a la vida!

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