La economía numérica: manual de instrucciones.
Por Carlos Almira , 11 septiembre, 2016
Cada vez que encendemos el ordenador, el teléfono móvil, etcétera, y nos conectamos a internet, generamos una información sobre nosotros que es almacenada y comercializada por Amazon, Microsoft, Facebook, Twiter, etcétera, de una forma completamente gratuita para nosotros. Aparte del uso policial y de la posible intrusión, propia de los Estados Totalitarios, en nuestra vida privada, que esto permite, nos convertimos en usuarios-trabajadores a tiempo completo, no remunerados, de estas grandes Multinacionales. Siento decirlo: todos nosotros estamos en plantilla de estas grandes empresas, pero nuestro sueldo es cero. Las grandes empresas que se sirven de estos datos para diseñar sus estrategias de mercado, planificar su producción y su oferta, a escala mundial, pueden, además, prescindir de una parte considerable del valor del trabajo de sus empleados (es decir, de nosotros), al reducir el margen de incertidumbre prácticamente a cero. Por eso pagan por saber qué nos gusta y qué nos desagrada; qué tipo de vida llevamos; cómo vestimos; qué música y qué películas preferimos consumir y cuáles no; qué enfermedades padecemos; etcétera.
No sólo no cobramos ni un céntimo por producir esta ingente y valiosa cantidad de información-mercancía, como la gallina de los huevos de oro del cuento, si no que arruinamos de raíz toda posibilidad de mejorar, algún día, nuestras posibilidades como trabajadores y como ciudadanos.
Cuanto mejor les va a ellos, peor nos va a nosotros. Lo único que obtenemos a cambio de esta mercancía son algunas aplicaciones gratuitas y la posibilidad de utilizar las plataformas de estas grandes multinacionales, que controlan y privatizan en su beneficio todo lo que se mueve en internet a través de ellas. En este sentido, somos mucho menos costosos para quienes nos explotan como consumidores-productores inconscientes de esa plusvalía insospechada, que los esclavos de la Antigüedad, que los siervos de la Edad Media, que el Proletariado de la Primera Revolución Industrial.
La buena noticia es que, dentro de ciertos límites, está en nuestra mano arruinar todo este negocio, que nos roba el presente y nos deja sin futuro, a nosotros y a nuestros hijos. ¿Cómo? Es muy sencillo:
A partir de ahora, quien lea esto y comparta el planteamiento, que no se entregue a la fatalidad; que introduzca junto a sus datos reales otros ficticios, de tal manera que el conjunto sea un paquete de información sin valor para estas empresas. Por ejemplo, si no le gusta el ballet clásico o el fútbol, que deje caer aquí y allá, que los adora. Si, por el contrario, es un amante de los viajes o de las pizzas, que muestre su repugnancia por ambas cosas. Una vez desorientado el gran ejecutivo, el recolector invisible de nuestros datos, hagámosle consciente de su incierto valor como mercancía, contradiciéndonos a continuación. Cuanto más nos contradigamos en Facebook, en Twiter, pero también en nuestros hábitos navegadores (por ejemplo, visitando de vez en cuando, páginas que no nos interesan en absoluto, o abriendo en internet prensa de derechas y de izquierdas, o webs de la Iglesia Católica y de las Iglesias Luteranas, etcétera), cuanto menos utilizable empresarialmente sea la información que generamos sobre nosotros, sobre nuestros gustos y preferencias, menos valor tendrá como mercancía para las multinacionales. De este modo, las grandes empresas no podrán negociar con esta información, ni reducir su umbral de incertidumbre de mercado a nuestra costa; tendrán que recurrir y descansar más sobre el trabajo realmente asalariado. O lo que es lo mismo, el valor del trabajo remunerado, que la economía numérica tiende a minimizar y a reducir a nada, volverá poco a poco al nivel que le corresponde en una sana economía. Aun en una Economía Global.
Digamos NO a nuestro trabajo gratuito como usuarios de internet. Saboteemos la economía numérica. Por un presente y un futuro de todos y no de unos pocos.
Comentarios recientes