La estrategia de la guerra de desgaste en Venezuela
Por Amir Valle , 22 febrero, 2014
“Una de las grandes virtudes del régimen de La Habana es su experiencia en las guerras de desgaste”, me dijo hace un par de días un diplomático europeo. Hablábamos de lo que sucede en Caracas y otras ciudades venezolanas. Durante más de 40 años, Fidel Castro ganó todas las batallas ideológicas o armadas internacionales precisamente gracias a la puesta en práctica de una estrategia escalonada de resistencia y ataque que le permitían ganar tiempo para que el siempre candente ámbito internacional se viera obligado a mirar hacia un nuevo suceso y, llegado ese momento, retomar las riendas del poder sobre el conflicto en cuestión. Esa estrategia de guerrilla de desgaste sostenida incluso a lo largo de décadas, como el mismo Fidel ha aceptado en varias de sus entrevistas y discursos, es lo que ha permitido que a Cuba se le achaque, por igual, buena parte del triunfo del sandinismo en Nicaragua o del MPLA en Angola, o la victoria en las votaciones de la ONUU sobre temas relacionados con los Derechos Humanos en la isla. Los métodos públicos y secretos de esa estrategia de desgaste en la que, cuando llega la ocasión, trabajan conjuntamente importantes estructuras del poder político, militar y de contrainteligencia cubanas, son tan complejos y abarcadores que contaminan (y controlan) todo el entramado de la sociedad en la que se aplique.
El temor de este colega diplomático es que toda esta batalla de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro, importante humanitariamente porque significa que la mitad de un país está claramente inconforme con el llamado “Socialismo del siglo XXI”, se diluya bajo las estrategias de desgaste que, en su criterio, se están aplicando ahora mismo en Venezuela, con evidencias que demuestran que Caracas está siguiendo el patrón de La Habana para ese tipo de guerras.
En cierta ocasión, allá por 1992, Raúl Menéndez Tomassevich, famoso por ser el más encarnizado perseguidor durante la guerra de Angola del guerrillero opositor Jonas Savimbi, jefe de la UNITA, dijo que este líder negro había sido un gran alumno de los cubanos y que por eso la estrategia de la UNITA contra el MPLA y el ejército “internacionalista” de Cuba era oponer la guerra de desgaste a la guerra de desgaste. “Le enseñamos a Savimbi que en una guerra de desgaste gana el que resista hasta el final”.
Ello nos llevaría a una pregunta importante: ¿quién resistirá más en Venezuela? ¿la mitad de un pueblo descontento que de pronto se ha lanzado a la calle en un escenario que se parece cada vez a una guerra civil porque el enemigo es la otra mitad de ese pueblo manipulado y apoyado militar y políticamente a conveniencia por quienes detentan el poder? ¿o el gobierno de Maduro, que cuenta con todas las estructuras y poderes para sostener una larga guerra de desgaste, apoyado por La Habana, el eje de países del ALBA y el silencio ominoso de buena parte de las naciones libres del resto del mundo?
La realidad está ahí, y es muy compleja:
Mientras los manifestantes y líderes de la oposición hablan de diálogo, abogan por la manifestación pasiva, ponen los muertos y los heridos, y son los reprimidos y apresados, Maduro, La Habana y sus seguidores los acusan de fascistas. Las pruebas de esa conjura fascista existen sólo en los discursos de los dirigentes chavistas. Se les ha pedido pruebas y sólo han respondido con palabras gastadas como esas de que toda oposición es siempre “financiada o urdida por el imperio”. Sin embargo, ha sido el propio pueblo venezolano quien se ha encargado de difundir en videos y fotos tomados por medios alternativos cómo la Guardia Nacional, los grupos paramilitares chavistas y grupos afines al chavismo golpean, asesinan, violan a estudiantes y manifestantes. Y las imágenes recibidas por esas y otras vías ya más profesionales muestran el despliegue militar de las fuerzas armadas, la participación en la represión de elementos militares de Cuba y el aprestamiento del arsenal militar destinado a la lucha antimotines.
Mientras los medios de prensa internacionales, usualmente tildados de fascista por los gobiernos de izquierda en Latino América, hacen brevísimas referencias a los graves sucesos de Venezuela, la estructura internacional de promoción de esa izquierda se mueve a grandes pasos: Por un lado, desde La Habana, la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad comienza una campaña de firmas de cientos de destacados intelectuales del mundo justo en el momento en que buena parte del movimiento artístico e intelectual internacional comenzaba a pronunciarse a favor de los manifestantes, ya fuera mediante las declaraciones siempre rotundas y muy críticas de un Mario Vargas Llosa o fuera a través de una excelente carta de respuesta escrita por Rubén Blades a unas declaraciones de Nicolás Maduro.
Por otro lado, la prensa de Venezuela oculta la verdadera cara de la represión y algunos notorios periódicos de esa prensa de izquierda intenta confundir y difunde la idea de que es mentira la represión chavista aprovechando la estupidez de algunos entusiastas o manipuladores que ponen en las redes sociales imágenes de tragedias en otros países diciendo que son demostraciones del fascismo chavista. Y esta táctica funciona a la perfección porque, aemás, la prensa internacional se concentra en lo que sucede, por ejemplo, en Ucrania y refleja lo de Venezuela como noticia de segunda, obligando a los manifestantes venezolanos a utilizar los medios alternativos de las redes sociales para difundir lo que en verdad ocurre dentro del país.
El pueblo venezolano no chavista se une en todo el país, pero los opositores al chavismo muestran fisuras y diferencias de posturas que impiden la necesaria unidad total, y eso difumina el sendero por el cual debería avanzar esta protesta popular hacia el triunfo. Lo mismo sucede en el terreno del chavismo: la gestión de Maduro es cuestionada en algunos sectores, pero la estructura establecida por Chávez y La Habana sigue siendo la columna en la que se sostiene la fuerza del actual presidente y, como es evidente en sus discursos y apariciones públicas, a pesar de que sabe que medio país se manifiesta en su contra, se siente seguro de la victoria.
Un organismo que cada día demuestra más su inoperancia y lo absurdo de su existencia: La OEA, se divide: Panamá, Canadá, Colombia, Perú y Chile se ponen junto a Estados Unidos condenando la represión, mientras Argentina y los países del ALBA apoyan a Nicolás Maduro. La Unión Europea, cada año más regida por sus intereses económicos, nada tiene que ganar en Venezuela y de ahí la frialdad absoluta de su postura. Comienzan algunos también a abogar por la intervención de Estados Unidos como única salida para evitar el triunfo del eje bolivariano, pretexto del que ya se aprovechan las campañas de los países del ALBA y La Habana, manipulando a su conveniencia una realidad irrefutable: Estados Unidos se convierte en defensor internacional de los derechos humanos y de los pueblos curiosamente sólo cuando su gestión “humanitaria” le permite poner los pies (y sus leyes económicas) en algún lugar donde existan ciertas e imprescindibles riquezas. Quienes tengan dudas sobre esto, pregúntense por qué no ha intervenido en la terrible situación del pueblo ucraniano (hago notar que las riquezas del subsuelo de este país está controlada y negociada por los más poderosos oponentes de Washington en Europa) o pregúntense porqué jamás ha mandado sus fuerzas humanitarias a los numerosos holocaustos nacionales que se han sucedido en la pobrísima África o las depauperadas Asia y Oceanía en las últimas dos décadas.
En una situación así, teniendo sólo la fuerza de las ideas de libertad, la oposición venezolana (entiéndase, el pueblo que no está de acuerdo con el chavismo) lleva todas las de perder. No es pesimismo. Son los hechos. No sólo tienen que luchar contra esos descerebrados que quieren extirpar a tiros sus ideas; están luchando también contra sus compatriotas que creen en los postulados chavistas, contra los líderes de una oposición dividida, contra el silencio cómplice de los organismos internacionales, contra el manto de niebla y confusión que sobre sus anhelos lanza la prensa nacional e internacional, contra una guerra de desgaste muy inteligentemente planificada y contra el apoyo que un bloque de capitales latinoamericanas le ofrecen a un gobierno que ahora mismo debe estarse repitiendo, una y otra vez, que en una guerra de desgaste el que más resiste gana.
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