La foto que nos delata
Por Andrés Expósito , 4 mayo, 2014
Al descubrirla, pensé, de inmediato, rebuscar en el trastero la agenda donde guardaba los contactos del Capitán América, Roberto Alcázar y Pedrín, El Pequeño Valiente, El Coyote, y algún otro que ahora no recuerdo, y que con seguridad, emergería una vez abriera el castaño y añejo baúl, pero eso solo duró unos leves y fugaces instantes, mientras ardía y desgarraba la imagen percibida en mi mente, al tiempo, recordé apesadumbrado e iracundo que, había roto el pacto y la promesa con Peter Pan, en el preciso instante en que decidí crecer y dejar atrás las canicas, el balón de fútbol, los tebeos, y los charcos de lluvia, húmedos y embarrados, que dejé de pisotear, eufórico y sin prisas, y que por ello, había quedado negado y abnegado y clausurado mi posibilidad para contactar con todos ellos.
La foto en cuestión delata y culpabiliza a todos los seres humanos, sin excepción, ni queja, ni balones fuera, y lamentándolo mucho por aquellos que ni siquiera tengan conocimiento alguno o referencia mediante la que sostengan, atienda y clarifiquen por qué a todos nos delata y culpabiliza. En realidad es a la especie humana a quién evidencia, y no a la individualidad de cada uno de nosotros, pero perteneciendo nosotros a ella, a esa familia o grupo de seres que conviven y coexisten en el Planeta Tierra, también nos incumbe, culpabiliza y delata.
Rebeldes sirios secuestran a un niño de pocos meses de vida, fotografían al mismo mientras dirigen sus fusiles hacía sus cabeza, ególatras y atiborrados de fanatismo, al tiempo que, el bebé sentado en el suelo, indefenso y aturdido, no entiende nada y los observa. Luego cuelgan, divulgan y distribuyen en las redes sociales la misma, como sí de un trofeo de caza se tratara, así como, de sutil advertencia a la comunidad cristiana de Siria. Las religiones otra vez, en su compendio y necedad inhumana. Los fusiles apuntan, regios, vanidosos, inhumanos, y afirman y sopesan y creen, que solo ellos, nadie más, percibe y adoctrina el zenit y la claridad de la certeza, aunque estén equivocados. Con una mirada indolora, reciente, primeriza, atiende ese niño de pocos meses, todo lo que le rodea: los manipulados y terroristas fusiles que le apuntan, las manos asesinas que aprietan los gatillos, y los seres humanos, fanáticos y religiosos, que hay detrás de todo eso.
La foto nos delata y culpabiliza como especie humana, porque aún después de tantos siglos de existencia, todo, o cualquier cosa, sigue anteponiéndose y quedando por encima de cualquier ser humano, incluso de los más débiles.
Sobre la mesa marrón y rectangular donde estudia mi hijo de diez años, en el desorden de comics, y cromos de fútbol y de héroes, y canicas de múltiples y coloridos colores, que como adulto me empeño en decretarle que ordene, acierto a vislumbrar el escudo indestructible, azul y rojo, del Capitán América, la lanza deshacedora de entuertos que salvaguarda la vida de los más indefensos, portada por el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, y los protagonistas de Star Wars. Quizás, si hablo con mi hijo, él pueda buscar su agenda y hablar con Peter Pan.
Somos culpables, quizás no como miembros individuales, pero sí como parte inexorable de la familia o especie a la que pertenecemos.
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