La generación perdida
Por Rosario Fernández , 8 mayo, 2014
A la generación actual de jóvenes se le ha llamado la generación perdida, personas entre 18 y 30 años que tienen una probabilidad muy alta de estar desempleado o bien de tener un empleo por debajo de su cualificación. Tal y como ha manifestado la OIT, hay casi 75 millones de jóvenes sin empleo en el mundo y millones más en puestos de muy baja productividad. Esta situación es especialmente delicada en jóvenes que proceden de entornos desfavorecidos, los que abandonaron su proceso educativo y los que han perdido su puesto de trabajo de escasa cualificación. Tal y como manifiesta este organismo, el desempleo de los jóvenes es caro y nocivo para cualquier sociedad ya que influye directamente en las reservas de pensiones, en los ingresos, prestaciones e impuestos que no pueden percibirse y el resultante es un saldo negativo que oscurece el horizonte de futuro. Si nos centramos en nuestro país, actualmente en España hay más de novecientos mil jóvenes desempleados, una cifra escalofriante que nos pone a la cabeza de Europa en paro juvenil. El grupo más numeroso estaría representado por los jóvenes sin estudios y muchos de ellos ni siquiera han tenido la oportunidad de acceder a su primer puesto de trabajo. Esta situación se agrava por sus efectos en una sociedad cada vez más envejecida y además los jóvenes no pueden embarcarse en el proyecto de ser padres. Toda una generación frustrada, incapaz de adquirir aquellas destrezas laborales y personales que se desarrollan con la experiencia laboral. El paro eterno y la dificultad de acceder al mercado laboral generan depresión, baja autoestima y escasas expectativas de futuro. Y por si fuera poco aumenta el riesgo de exclusión social.
El perfil de la mayoría de estos jóvenes es el denominado UNSKILLED (no cualificado): son jóvenes que abandonaron tempranamente sus estudios por diversas causas, pero una de las más importantes fue por las oportunidades de empleo que ofrecían sectores intensivos, especialmente el de la construcción en la época de la burbuja inmobiliaria. No poseen habilidades laborales básicas necesarias para acceder a un puesto de trabajo. También presentan una excesiva contratación a tiempo parcial (más de la mitad) y un muy poco conocimiento de idiomas y de nuevas tecnologías. Las administraciones no tienen nada fácil el poder reorientarlos profesionalmente pero debe de ser su prioridad absoluta. Este grupo estaría necesitado de orientación laboral, de formación y de ayuda económica.
En España el mercado de trabajo en estos momentos se caracteriza por su excesiva polaridad. Ocurre un fenómeno inverso al de otros países europeos: tenemos jóvenes con un nivel formativo muy alto, superior al de la media europea, muchos jóvenes con un nivel formativo bajo y sin embargo el nivel formativo medio escasea. Por tanto, en la práctica, esto se traduce en que casi la mitad de titulados superiores menores de treinta años ocupan puestos de trabajo de cualificación inferior a sus estudios. Esto es debido a la falta de titulados de grado medio de formación profesional y estos puestos son ocupados por los que poseen estudios universitarios. Haría falta una remodelación de la actual formación profesional para dar salida a un mayor número de jóvenes de grado medio de formación profesional y dinamizar el mercado laboral.
Por otro lado, los jóvenes que tienen una alta cualificación se ven obligados a salir del país ante la falta de expectativas laborales. Son los “archie vers”, trabajadores muy cualificados con educación superior que no pueden encontrar un trabajo acorde con su nivel de estudios. Con todo, las estadísticas demuestran que el grupo mejor preparado tiene una tasa de paro muy inferior al del grupo menos preparado.
Por tanto, por un lado tenemos jóvenes muy cualificados con subempleo o buscando trabajo y otros con escasa cualificación desempleados o con precariedad laboral. Las medidas de las diferentes administraciones deben conseguir armonizar este polarizado mercado de trabajo, aunque a corto plazo resulta muy difícil.
Algunas de las medidas que se empiezan a adoptar son las que se recogen en la Estrategia de Emprendimiento y empleo: 2013-2016 cuyo esfuerzo principal se centra en disminuir el paro juvenil mediante la reforma del mercado laboral. Incluye un conjunto de medidas dirigidas a mejorar la empleabilidad de los jóvenes y cuyos resultados veremos a medio y largo plazo. Abarca la educación, la formación, el conocimiento de las nuevas tecnologías y de lenguas extranjeras, el fomento del emprendimiento e implementa incentivos para fomentar la contratación de los jóvenes. Se financian proyectos de formación y empleo como las escuelas-taller dirigidas a jóvenes sin cualificación y se busca también el potenciar la primera experiencia profesional de los menores de 26 años mediante el aprendizaje directo en la empresa. La inversión en formación también está dirigida a dotarles de una ayuda económica para que puedan reanudar su formación y cuya máxima exigencia es que acaben con una titulación. Son medidas positivas que esperemos den buen resultado.
Pero desgraciadamente en este país se ha desarrollado una cultura empresarial elitista que no parece muy dispuesta a ceder sus privilegios en beneficio de estos jóvenes. Últimamente bullen por nuestro país propuestas descabelladas, carentes de toda lógica y de una deshumanización inquietante por parte de líderes empresariales que poco favor hacen al desarrollo social y económico. Hace unos días la presidenta del círculo de empresarios, Mónica Oriol, planteó una serie de medidas para intentar acelerar la recuperación económica. Una de ellas, la que más duramente ha golpeado la conciencia solidaria de medio país, propone la creación de sueldos inferiores al Salario Mínimo Interprofesional ( SMI) para jóvenes poco o nada cualificados alegando que no merecen cobrar más porque no son productivos y” porque no valen para nada”. Todo un ejercicio de incontinencia verbal, casi diarreica. La señora Oriol y otros cabecillas empresarios, parecen interesados en que caminemos hacia un sistema injusto, clasista, desequilibrado e insolidario. Y hasta el momento ningún empresario ha salido a contrariar a la señora Oriol que días después tuvo que rectificar públicamente, aunque con la boca pequeña. Me preocupa el dolor y la frustración que habrán sentido estos jóvenes y sus familias. Todas las personas “valen “solo por el hecho de serlo. No está de más recordar el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, dice así: “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos…” o el art. 4, “nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre…”, o el art. 35.1 de nuestra Constitución Española: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.” Proponer un salario por debajo del mínimo establecido es anticonstitucional, por más que a muchos empresarios de nuestro país les hubiese gustado añadir una excepción a este derecho y poder casi no remunerar a los trabajadores menos preparados. Una vuelta a las relaciones serviles de la Edad Media, o a los inicios de la revolución industrial cuando se imponían largas jornadas laborales por un salario mínimo y tenían a los trabajadores hacinados como animales de carga o peor. Por lo visto muchos añoran esta época. Esperemos que todo se quede en una mera declaración de intenciones.
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