La imaginación y sus límites. Fomentar la creatividad en los hijos/as y alumnos/as
Por Eley Grey , 16 septiembre, 2014
Cada principio de curso
Carmen fantasea sobre el olor de los libros nuevos, la primera línea en su cuaderno y el estuche repleto de bolis y lápices de colores. Como cada principio de curso, ocupa la tarde previa al primer día preparando su mochila. Todo colocado como las piezas de una pantalla de Tetris. Le gusta encontrar las cosas al primer golpe de vista. Se pone muy nerviosa cuando, por culpa de las prisas o un mal gesto, algún libro no ha quedado donde toca.
Cada principio de curso Carmen organiza su horario, planifica sus clases extraescolares: música, inglés, teatro, pintura y danza. Sabe de antemano que los días serán largos, que caerá rendida cada noche, pero se alegra al pensar que se levantará con emoción, preparada para un nuevo reto.
Hoy he visto a Carmen sentada en el banco, esperando a su madre tras las clases. Hablaba con su amiga Elena sobre la historia que la profesora de lengua les ha contado. Me he sentado con ellas porque me ha llamado la atención la pasión que transmitían sus palabras. Decían cosas sobre Atlantis y la contaminación del mar; se emocionaban al recordar los seres fantásticos que Claudia (su maestra) les ha presentado hoy. Con cada una de mis preguntas aumentaba su implicación, añadían información a la historia de la ciudad submarina. Sé que inventaban datos porque yo propuse la unidad didáctica para su ciclo hace dos cursos. En plena catarsis de fantasía ha llegado la mamá de Carmen, cargada con tres pequeñas mochilas: la de solfeo, la de la merienda y la de los patines para el parque.
—Jo, mamá, espera, que le estamos contando la historia de Atlantis —me señalaba al tiempo que se quejaba.
—Vamos, que llegamos tarde a clase de flauta.
Entonces Carmen se ha levantado y una profunda tristeza ha hecho desaparecer la emoción que ocupaba su cara. Se ha despedido de nosotras y se ha marchado sin mirar atrás.
Un caminar adulto ha transformado su forma de andar. Sus pasos se han vuelto pesados, forzaba tanto los pies contra el suelo que parecían hundirse con cada zancada, como si desaparecieran en una superficie de arenas movedizas. Carmen se alejaba con la figura encorvada, y con ella se iban sus sueños. Atlantis se evaporaba, y la mirada de niña se tornaba seria, cargada de responsabilidades. Al salir por la puerta olvidaría la historia, se perderían en el universo todos los detalles que había ido creando junto con su amiga Elena. Las nuevas tareas ocuparían su agenda, las obligaciones de aquel día no le dejarían espacio ni tiempo para nada más.
Los límites de la creatividad
Carmen no es un caso aislado. Veo a niños y niñas a diario cargados con cien mochilas, miles de libros y docenas de objetos complementarios para sus distintas actividades extracurriculares. Quiero creer que las familias son conscientes de lo importantes que son este tipo de actividades. Deseo pensar que entienden el acompañamiento que en ellas se hace de su proceso creativo y de aprendizaje. Porque ese es su objetivo: fomentar la capacidad creadora y cubrir las necesidades e inquietudes artísticas durante su tiempo libre.
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