La llama danzante, de José Luis de Juan
Por José Luis Muñoz , 23 enero, 2014
Desde la antigua residencia del escritor Lion Feuchwanger, Juan, un fotógrafo y viajero mallorquín, y Lotte, una mujer alemana madre de dos hijas llamadas Hansel y Gretel, como las del cuento infantil, emprenden un viaje en un viejo Chevrolet por paisajes desérticos de Arizona y la alta y baja California. En la desnudez de ese escenario, mientras él la fotografía y visitan las misiones de California fundadas por el mallorquín Fray Junípero Serra, Los Angeles y San Francisco, pasan por sus cabezas los acontecimientos de su pasado, los momentos álgidos de su relación y también las crisis motivadas por las personas que se cruzaron en sus caminos.
Esta es la octava novela del narrador, ensayista (Incitación a la vergüenza), viajero (Campos de Flandes) y poeta (la extraordinaria Versión del Este, que tuve el placer de leer hace ya unos años) José Luis de Juan (Mallorca, 1956), tras El apicultor de Bonaparte, Este latente mundo, Recordando a Lampe, Kaleidoscopio, La mano que formula el deseo, Sobre ascuas, y en ella maneja con maestría el autor mallorquín tramas, tiempos y texturas literarias, componiendo con todas ellas una sinfonía que seduce al lector y le acompaña en el viaje, porque La llama danzante es, entre otras cosas, periplo amen de novela.
Aunque aparentemente tenga poco que ver, a mí la lectura de esta novela, que puede parecer de iniciación, me ha recordado la espléndida que fabularon a dos manos Julio Cortázar y su amante Carol Dunlop Los autonautas de la cosmopista por el entretejido narrativo viaje/amor que en ambas se dan. José Luis de Juan funde con maestría paisajes y pasiones en lo que puede considerarse un libro de viajes por la carretera de los sentimientos. Encuentra el lector en La llama danzante, novela premiada con el Camilo José Cela 2013 del ayuntamiento de Palma de Mallorca, imágenes de una efectividad extraordinaria que describen la piel de esos paisajes que la pareja protagonista recorren en donde se funden cuerpos y orografías—Pero solo consigue que se quite la blusa y pose de pie con los brazos apretándose los pechos y las manos rígidas cubriéndose las mejillas, mientras a su espalda el cañón fluye en múltiples pliegues carnosos, como una vulva geológica—; tensiona el relato, en un acercamiento a la novela negra, hasta inquietarnos con una persecución que parece salida de El diablo sobre ruedas de Steven Spielberg por esas carreteras infinitas del Oeste americano—Él se vuelve. El camión les sigue a toda máquina y es más rápido de lo que parecía por su envergadura, ahora que se ha librado de la carga. Emite destellos con sus luces largas. Su estentórea bocina rebuzna como una melancólica mula del desierto—; describe con precisión tan física, como psíquicamente, a los sujetos de esa historia—Tenía la carne blanca, su cuerpo me pareció formado por un conjunto de esferas blandas, con un misterioso triángulo oscuro entre las piernas—y en su periplo por el presente y el pasado se cruzan personajes fascinantes que entran y salen de esta road movie por tierras de California con sus dramas a cuesta como Zeynel, el militante kurdo del PKK torturado por los turcos y que permanece varado en Los Ángeles, o la sensual y promiscua poetisa Sylvia—Sylvia resucitó su pene con la boca y la lengua, hábiles, sí, como las de una puta, pero era mucho más sofisticada y complaciente que una puta.
La llama danzante es un viaje a través de los sentimientos a caballo de una prosa magnífica, un nuevo acierto de este narrador pausado que es José Luis de Juan que destila obras desde la excelencia y no tiene prisa en ello.
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