La muerte de Ana Frank
Por Víctor F Correas , 12 marzo, 2015
Delira. A su alrededor todo son ruidos, voces, toses, algún que otro disparo.
La muerte, que baila al son que más le gusta, ejercitando esa danza tribal que la envuelve. Le duele todo el cuerpo. El tifus, que se ha extendido y nadie está a salvo de él. Cortesía de Bergen-Belsen, el campo de concentración al que ha ido a parar. Son muchos, demasiados judíos los que allí se hacinan. Como ella.
Tose. Se ha removido. Todo su cuerpo se contrajo en un intento de espantar el dolor que lo recorre. Y sólo fue un tosido. Los músculos, la cabeza… Todo le duele. Y ese frío, el intenso frio que la aguijonea sin parar. Abre los ojos y ve humo, a otros que caen al suelo como ella apaleados por los soldados alemanes, que gritan como locos mientras los golpean. Los gritos, esas voces. Como las que escuchó meses atrás, cuando la policía entró en casa. Se abrazaron y quedaron en silencio. El escondite era seguro, lo había sido durante mucho tiempo. Casi dos años. Pero esta vez, no. Las pistolas, las órdenes ―” ¡prepárense, tienen cinco minutos!”―, el traslado a la comisaría, el viaje en tren a Westerbork, sus temibles barracones de castigo; otro nuevo viaje en tren con destino a ese horrible lugar de humeantes chimeneas y el asqueroso y perpetuo olor que nunca olvidará; el olor a la carne quemada de ese maldito campo llamado Auswitchz, donde quedaron papá y Edith. Los días de trabajos forzados, las inspecciones, su cuerpo desnudo ahora cubierto de costras, las colas para determinar quién moría y quién no, el pelo rapado… Y ahora, Berger-Belsen. Ni siquiera el reencuentro con sus viejas amigas Hanneni y Nanette le despertó un mínimo de felicidad. Días atrás murió Margot, su hermana. El tifus acabó con ella. El tifus. El que está a punto de acabar también con ella. Prefiere morir. Quiere ser libre de nuevo.
Tose otra vez. Está desnuda en el barracón junto a más mujeres y niñas. Sólo una raída manta tapa su debilitado cuerpo. Ya no oye voces sino canciones. La voz de su padre, que canta. Fráncfort es tan bonito. Su madre la abraza. Es hora de dormir, mi niña, le dice. Y ella se duerme. Hace frío, mucho frío, pero ya no lo siente. El abrazo de su madre es tan cálido que sólo desea quedarse con ella. Y el sueño le vence…
Hoy hace 70 años, Ana Frank falleció víctima del tifus en el campo de concentración de Bergen-Belsen.
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