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La muerte de Bilbao

Por José Luis Muñoz , 29 agosto, 2025

Y no me refiero a la ciudad de Euskadi que sigue muy viva sino a un personaje de ficción, de esos que se incrusta con fuerza en el subconsciente, porque la Parca, Bigas Luna, tan caprichosa siempre, te manda otra de tus actrices fetiche hacia el cielo el mismo día, este fatídico 25 de agosto con España y el mundo bajo las llamas. La uruguaya Isabel Pisano, que era muchas cosas a la vez, murió al mismo tiempo que Verónica Echegui, pero lo hizo después de una larga vida: 82 años. La icónica protagonista de Bilbao, tu película más oscura, obsesiva y claustrofóbica, en la que Ángel Jové, que hace años pasó a la otra dimensión, un artista plástico que escogiste para ese papel tan poco agradecido, se obsesionaba con la exuberante stripper Isabel Pisano y actuaba como Terence Stamp (fallecido ocho días antes de este maldito agosto en el que la Parca está muy activa) en El coleccionista de William Wyler, de la que tu filme silente (había poquísimos diálogos, y estos estaban fuera plano, inaudibles) era deudor, la convertía en su particular muñeca de carne y hueso. Esa segunda película tuya, tras Tatuaje, adaptación de la novela homónima de Manuel Vázquez Montalbán, que hoy sería tachada de escandalosa, fue una de tus mejores, te lanzó como creador cinematográfico muy singular y rompedor.

Pero volvamos a Isabel Pisano, la viuda de Waldo de los Ríos, periodista de primera línea que cubrió guerras en Irak, Líbano, Chad, Bosnia y Somalia, expareja del líder de la OLP Yasir Arafat (envenenado por el Mosad), mujer comprometida con causas sociales, autora de una serie de libros (Los diabólicos de Blois, Trilogía de perversos, con la que fue finalista del premio La Sonrisa Vertical en 1995, Yo puta, El amado fantasma, La sospecha, Yo terrorista, Yasir Arafat, la pasión de un líder, El papiro), actriz con Leopoldo Torre Nilsson en Boquitas pintadas y con Federico Fellini en Casanova, la que te prestó su cuerpo en esa película transgresora y fetichista que era pura atmósfera turbia, sin lugar a dudas una película de género negro.

Para mí Isabel Pisano siempre será la bailarina erótica Bilbao, la que se contorsionaba desnuda en un oscuro antro del Barrio Chino de Barcelona al ritmo envolvente de I feel love de Donna Summer bajo la mirada depredadora del psicópata Leo / Ángel Jové. Bilbao, película obsesiva de Bigas Luna, guio mi obsesión, valga la redundancia,  desde su visionado en 1978, por conocer en persona a Bigas Luna, lo que se produjo finalmente catorce años después, en 1991, cuando lo entrevisté para Playboy, Penthouse y El Periódico y escribí sobre su itinerario artístico una serie de artículos: Bigas contra Luna, Bigas Luna, sexo, jamón y cine, Bigas Luna y los siete pecados capitales, Bigas Luna, el hombre con atributos, Bigas Luna, de la oscuridad a la luz. La oscuridad era Isabel Pisano que se cruzó contigo en esa película inclasificable e incómoda que cumplía a la perfección con uno de los objetivos del arte: provocar. En esa otra dimensión, el lugar del que nadie vuelve, seguro que Isabel Pisano seguirá provocando.

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