LA NAVIDAD, LA CARIDAD Y LA DESIGUALDAD
Por Agustín Ramírez , 16 diciembre, 2016
Ya se acerca la Navidad aunque no he visto por la calle a Papá Noel, ni los Reyes Magos han llegado desde Oriente; quienes sí han llegado, y con fuerza, han sido el buenismo blandengue a las redes sociales, las luces iluminando las calles y la incitación a un feroz consumismo con anuncios constantes y machacones en todos los medios de comunicación. Pero lo que más quiero destacar es como en este período se recurre al espíritu navideño para hacer que sean los españolitos de a pie quienes intenten paliar, a través de la caridad, las injusticias y desigualdades que existen en esta sociedad.
Ya es costumbre que a finales del mes de noviembre se desarrolle la campaña del Banco de Alimentos para recaudar comida para los más necesitados; en concreto en la campaña de este año la recogida ha sido de 22 millones de kilos de alimentos que, a través de más de 8.500 instituciones benéficas, da comida a más de 1.500.000 personas. Y me pregunto ¿dónde está el Estado?, ¿qué fue del apoyo del Estado a los más necesitados?, ¿qué fue del Estado del Bienestar?, ¿qué papel juegan los servicios sociales, si es que pueden intervenir?, ¿O es que toda esta labor, de manera soterrada, se traspasa a las diferentes ONG’s para que de la mano de la caridad cristiana cubran un poco el expediente que el Estado no cumple? ¿Por qué son los ciudadanos, sin distinción de ningún tipo, quienes deben aportar los alimentos de su bolsillo? Quizás porque de esta manera no lo hace el Estado y, de paso, se permite que las grandes superficies incrementen sus ventas, reduzcan sus stocks de productos y este beneficio les permita proclamar que ellos también colaboran en combatir el hambre. ¡Hipócritas!.
Este Estado usa la caridad como sustitutivo de la lucha contra la desigualdad y por más que nos quieran vender cifras macroeconómicas para justificar una recuperación económica, los datos son tozudos: según el Informe Mensual sobre Salarios de la Organización Internacional del Trabajo en España el 10% de los trabajadores mejor remunerados percibe un 23,3% de la masa salarial del país, mientras que el 50% de los asalariados menos remunerados percibe un 30% del total de sueldos pagados.
Otro dato según el informe “Los salarios en la Comunidad de Madrid” de CC.OO.: “alrededor de 680.000 madrileños no reciben ni 1.000 euros al mes por su trabajo. El estudio señala, además que 200.100 de estos asalariados ganan de media 429 euros brutos mensuales. Su sueldo es, por tanto, 226 euros inferior al salario mínimo interprofesional (SMI). El número de personas en esta precaria situación ha aumentado un 18%: son 120.000 más que 2008” Y continua: “Las personas que integran el grupo con los sueldos más bajos en la región ven como sus ingresos se siguen, además, reduciendo anualmente a causa de la crisis. Si en 2008 tenían un salario medio anual de 6.018 euros brutos, ahora su nómina solo alcanza los 5.148 euros; es decir, han perdido un 17% de sueldo”.
Más información, según los datos que ha publicado la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales a propósito del décimo aniversario de la Ley de Dependencia, el 29% de los 1,2 millones de personas que tienen algún grado de dependencia reconocida, aún no han recibido ninguna ayuda, sin contar aquellas personas que teniendo derecho a ella fallecen en la espera.
Otro dato, éste del Servicio Público de Empleo, la tasa de cobertura por desempleo ha pasado del 78,44% en el año 2010 al 54,76 en febrero de 2016 e insistiendo en esta problemática, según la Encuesta de Población Activa, existen unos 700.000 hogares con todos sus miembros en paro y que no reciben prestación alguna.
Toda esta realidad, se mire por donde se mire, porque del empleo creado mejor no hablar, aunque la ministra de Trabajo tampoco se sonroje por ello, no se arregla con caridad cristiana, es una responsabilidad del Estado a la que éste renuncia a favor de otros intereses que son los que en realidad defiende.
Esta situación me recuerda una viñeta de El Roto en la que una mujer muy bien acicalada da una cucharada a un enfermo manco en un hospital bajo la leyenda: “mi marido fabrica las minas y yo practico la caridad con los tullidos”.
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