La normalización de la masacre
Por José Luis Muñoz , 1 junio, 2024
Hace unos días, en ese programa ejemplar que es La Noche en 24 horas que pilota uno de mis periodistas de cabecera, Xabier Fortes, el invitado, el también periodista y fugaz director de El Mundo David Jiménez, llamó la atención sobre algo muy preocupante que está sucediendo: la normalización de la masacre. Se refería, claro está, a esa espantosa carnicería a la que el mundo entero está asistiendo en directo sin reaccionar.
La masacre sistemática que el presunto criminal de guerra (presunto hasta que sea llevado al TPI y responda por todos los delitos de lesa humanidad que está cometiendo) Benjamín Netanyahu está perpetrando en Gaza (y en Cisjordania, a escala menor), con una sociedad israelí acrítica (no he visto manifestaciones en Tel Aviv para detener esa devastación espantosa y apocalíptica), decía David Jiménez en el programa de Fortes, no tiene parangón con ninguna otra precedente. Además de la población inocente que está siendo asesinada sin piedad, ese ejército que se salta todas las normas de la legalidad internacional con la bendición de un presidente de Estados Unidos sencillamente nefasto (cuesta imaginar que Donald Trump lo pueda hacer peor) que le sigue suministrando armamento para que complete su limpieza étnica, ha borrado hospitales y escuelas, asesinado a personal sanitario, funcionarios de Naciones Unidas, cooperantes de una ONG norteamericana y cientos de periodistas, un cúmulo de barbaridades que, hasta entonces, ningún estado democrático, ni siquiera Estados Unidos, se había atrevido a hacer.
Ponía el acento David Jiménez, en esa entrevista, en la escasa respuesta ciudadana a tamaña masacre con la que desayuna, come y cena a diario, comparándola, por ejemplo, con la respuesta mundial a la ilegal guerra de Irak, por poner un ejemplo bastante cercano, o, ya mucho más lejano, las movilizaciones contra la guerra de Vietnam del pasado siglo. Contra esa guerra devastadora que fue la invasión de Irak, capitaneada por el Trio de las Azores en el que figuró, para vergüenza nacional, nuestro presidente de entonces, se alzaron millones de voces en todo el mundo que no consiguieron evitarla porque la decisión ya estaba tomada y planificada de antemano.
Recuerdo otra guerra dolorosa, esta en el corazón de Europa, en los Balcanes, cuando Serbia, dirigida por el prorruso Milosevic, dio la orden de exterminar a la población bosnia de origen musulmán. Las imágenes sangrientas del bombardeo del mercado de Sarajevo, que dejó una docenas de víctimas mortales desmembradas por los obuses serbios y fueron vistas por todo el mundo, provocaron una reacción inmediata de la OTAN, y del entonces secretario general el español Javier Solana, que, a continuación, bombardeó Belgrado. La masacre se detuvo casi de inmediato y fueron llevados ante el TPI y condenados a cadena perpetua sus máximos responsables: Milosevic, que murió en presidio, Karadziv y Mladic, entre otros.
Años después, hemos normalizado la carnicería de Gaza, la ha normalizado la comunidad internacional que no reacciona ante la barbarie, la han normalizado los verdugos, que no sienten ni la más mínima empatía por sus víctimas, el mundo árabe, sin líderes carismáticos (los sátrapas Sadam Hussein y Gadafi fueron liquidados con anterioridad), que tibiamente condena el genocidio de los suyos, Irán, en teoría el enemigo principal de Israel, que se limitó en su momento a lanzar una batería de cohetes para que fueran convenientemente derribados por las defensas antiaéreas de Israel y hasta, me atrevería a decir, por los propios palestinos de Cisjordania que no se han levantado en armas, porque no tienen espíritu de mártires, contra esa atrocidad que se está cometiendo contra sus hermanos gazatíes.
Una Israel desenfrenada y sedienta de sangre palestina (lleva desoyendo condenas internacionales que, si no hay un elemento coercitivo real, no sirven absolutamente para nada) ya ha expresado públicamente sus planes para esa Gaza que ha convertido en la mayor fosa común a cielo abierto del mundo: seguirá la guerra (la masacre, no hay un ejército enfrente sino población civil) hasta final de año, por lo menos, y se quedará allí, bendecida por Estados Unidos que juega un papel fundamental en esta espantosa matanza proporcionándole todo lo necesario para llevarla a cabo. Podemos estar hablando, si extrapolamos la actual cifra de muertos, de más de cien mil asesinados, una cifra que la comunidad internacional va a aceptar una vez que ha aceptado las más de 35.000 actuales. Los palestinos son los nuevos parias de la tierra como en la Alemania nazi los fueron los judíos.
En este contexto, reconocer al estado palestino que no existe, que está ocupado por Israel que, sistemáticamente, los expulsa de su territorio en Cisjordania esgrimiendo como título de propiedad el Antiguo Testamento, sin detener su exterminio en Gaza de muy poco sirve salvo para enemistarse con el gobierno de Israel, algo que podría ser un primer paso para romper toda clase de relaciones diplomáticas y comerciales con un país que vulnera sistemáticamente los derechos humanos.
Lo de Gaza, cuando acabe, cuando no quede piedra sobre piedra ni rastro de los palestinos, será una mancha indeleble en nuestra conciencia muy difícil de borrar. Anteriores limpiezas étnicas intentadas en Europa no se materializaron del todo porque había una sociedad civil horrorizada que se alzó en las calles y obligó a sus gobernantes a tomar medidas. Todo eso ya no existe, los millones de personas que salieron contra la guerra de Irak en todas las ciudades del mundo han desaparecido en una sociedad anestesiada y acrítica que está virando de forma muy peligrosa hacia el fascismo ante una izquierda que no reacciona y pierde terreno. Con nuestra pasividad, aunque haya protestas puntuales en Estados Unidos y en Europa, de poca intensidad, hay que aclararlo, y algunos países, Bolivia, Colombia y Belice, hayan roto relaciones con Israel, estamos creando un peligroso precedente para posteriores matanzas que se puedan producir en un futuro. Gaza es un punto y aparte. Y la matanza la perpetran los herederos del pueblo (no se le debe exonerar, tiene una responsabilidad fundamental, como la tuvo en Alemania durante el ascenso del nazismo) que sufrieron el Holocausto, el mayor crimen de la historia de la humanidad, y su gobierno ultraderechista tiene la desfachatez de llamar antisemitas y cómplices de ese horror del pasado a quienes critican su bárbara conducta.
No hay falas excusas, en la sociedad israelí, y en la internacional, de inopia ante lo que se está perpetrando, como falsamente se esgrimió en la Alemania nazi con el Holocausto, porque los criminales no esconden lo que están haciendo, sino que se vanaglorian de ello en este mundo sin conciencia y que ha aparcado la ética. Netanyahu, que pasará a engrosar el listado de los peores criminales de la historia reciente con nota alta, ha hecho posible que el termino nazijudio deje de ser un oxímoron. Y exonero, claro está, a todos esos buenos amigos judíos de todo el mundo que en estos momentos sienten una vergüenza infinita por lo que Israel está haciendo y odian a esa bestia sangrienta que la gobierna.
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