La ortografía como víctima
Por Silvia Pato , 2 abril, 2014
Si hay una víctima de la utilización del lenguaje escrito, rápido, breve y fugaz, que en la actualidad utilizamos para comunicarnos, ya sea por medio de wasaps, mensajes a través del móvil o de las redes sociales, sin duda alguna, es la ortografía.
Y es que, más allá de unas erratas que puedan entorpecer nuestra escritura con cierta frecuencia, es habitual escuchar todo tipo de excusas para justificar el atropello que sufren los idiomas cada vez que alguien le da a las teclas de su ordenador o desliza sus dedos por la pantalla táctil del aparato de turno, y que finalizan con unas faltas ortográficas que sacuden el ánimo del receptor del mensaje.
«Es falta de tiempo», te dirán unos; «Este móvil no me permite acentuar», te dirán otros; «Es que los dedos me tropiezan y me sale la consonante de al lado», te explican algunos; «Qué más da, es para acabar antes y ahorrar espacio», confesarán los más honestos.
¿Falta de tiempo? ¿Qué significa exactamente la falta de tiempo? ¿Acaso no requiere el mismo tiempo poner una «b» que una «v»? ¿O es que lo que consume tiempo es pensar si se escribe con una u otra letra?
¿El teléfono no te permite acentuar? ¿Y eso me lo dice alguien que ha estado horas programando en él la música para cada tono de llamada y los timbres para cada alerta, pero que no ha tenido tiempo de descubrir la forma de poner una tilde?
Vana excusa es culpar a las características del dispositivo de nuestras propias taras, cuando a la mínima que se tiene uno nuevo, en seguida se averigüa cómo hacerse unas cuantas autofotos; por no hablar de la inexistencia de los signos de puntuación, que parecen evaporarse en las pantallas de forma inusitada.
Los últimos estudios que se han realizado en Francia afirman que cometer faltas ortográficas en este tipo de mensajes de texto no afecta a la ortografía. Prefiero pensar que no soy la única incrédula ante tal afirmación. Los malos hábitos se adquieren con igual o mayor facilidad que los buenos, con lo cual cuesta mucho creer que habituarse a escribir las palabras indiscriminadamente no vaya a interferir en el hecho de que, cuando desees hacerlo correctamente, vayas a poder. Es más, en el momento en que interiorizamos de verdad la ortografía en nuestra educación, resulta más difícil cometer las faltas, porque esa sensación de ver una palabra mal escrita y que te horrorice, dudo mucho que puedan tenerla como guía aquellos que no utilizan las normas ortográficas y escriben de manera anárquica. Eso sí, cada vez que se difunde un estudio, sea del tipo que sea, algunos no podemos evitar pensar con espíritu crítico: «¿Quién lo ha pagado realmente?».
Sea como fuere, cada vez que alguien me dice que escribe así para ahorrar tiempo, siempre pienso lo mismo: «Será el suyo, porque lo que es el mío tengo que usar el triple para descifrar el mensaje».
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