La pesadilla transatlántica
Por Juan Carlos Navarro , 30 junio, 2015
En el verano de 2013 dieron comienzo las negociaciones del TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership). Se trata de un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos (EEUU), que destaca por la gran polémica que ha provocado en los apartados de derecho social, seguridad alimentaria y ecología. Tampoco se salvan ni el secretismo con el que las negociaciones se están llevando a cabo, ni la creación de tribunales especiales. El objetivo de este tipo de tratados es minimizar al máximo las barreras comerciales entre los firmantes. Cabe señalar que existen dos tipos de barreras comerciales: las arancelarias, y las no arancelarias (reglamentaciones, leyes…). En el caso de la UE y los EEUU, las barreras arancelarias son ya casi inexistentes. Por tanto, el TTIP tiene la intención de hacer énfasis en las barreras no arancelarias.
Los antes mencionados tribunales especiales, tienen el fin de hacer cumplir este acuerdo a todos los firmantes. Se trata de entidades supranacionales que van a arbitrar en los litigios entre empresa y Estado. Su autoridad estará, por tanto, por encima del poder judicial de cualquier Estado firmante. Estas entidades supranacionales quedan reservadas a toda empresa que pueda permitirse los entre seis y ocho millones de euros que cuesta litigar en uno de estos tribunales especiales. Los efectos de esta especie de justicia internacional vienen de la mano de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Esta organización sancionó a los EEUU por la indicación del país de origen de las carnes importadas y por la prohibición del tabaco con aroma a bombón. Asimismo, la UE también fue sancionada por esta organización tras haber rechazado la importación de los organismos genéticamente modificados (OGM). Al parecer, este tipo de medidas suponían una traba para el desarrollo de un libre comercio que, en mi opinión, está desembocando en el ultraliberalismo más feroz. La novedad introducida por el TTIP y el TPP (Trans-Pacific Partnership), es que permitirán a las multinacionales (las únicas que pueden permitirse el coste por litigio en uno de los tribunales especiales) denunciar bajo su nombre propio a los estados que pongan lo que ellas consideran “trabas” al libre comercio. Estos dos acuerdos demuestran que su verdadero objetivo no es proteger a los inversores, sino aumentar el poder de las multinacionales.
Sobre el secretismo con el que las negociaciones del TTIP se desarrollan (también las del TPP), creo que bastaría con decir que los eurodiputados tienen a su disposición algunos documentos (no todos), que pueden consultar en una pequeña sala de lectura de seis metros cuadrados y sin ventanas. Antes de entrar, tienen que dejar fuera el móvil, papel, bolígrafo y cualquier objeto personal, y firmar un documento en el que se comprometan a no revelar información sobre lo que vean. También cabe añadir que no son los eurodiputados los que negocian el acuerdo. Es a la Comisión Europea, un órgano no electo de la UE, a la que esta tarea le ha sido encomendada tras recibir el mandato de negociación del Consejo de la UE. Además, en el marco de las negociaciones, según el eurodiputado verde del Comité de Libertades Civiles, Justicia e Interior, Jan Philipp Albrecht, EEUU está presionando para incluir provisiones que podrían socavar los estándares de protección de datos en la UE. Este es solo uno de los asuntos donde la normativa a ambos lados del océano es completamente diferente. Sin embargo, Luisa Santos, de BusinessEurope (la patronal europea), afirma que los estándares de EEUU y la UE son parecidos… sobre todo si se comparan con países como Vietnam. Que cada cual saque sus conclusiones de estas declaraciones.
Pero, ¿de dónde viene exactamente la polémica desatada en los campos de derechos sociales, seguridad alimentaria y ecología? A continuación veremos los mayores temores que el TTIP suscita, basados en los inquietantes precedentes que este tipo de acuerdos nos deja, así como en las posibles intenciones que a partir de ahí, se piensa, podrían tener los negociadores. Cabe destacar que estos, en un 90% aproximadamente, son representantes de distintas multinacionales.
Comenzamos por los derechos sociales: EEUU solo ha firmado dos de los ocho convenios básicos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Se teme que los derechos laborales, más consolidados en la UE, se resientan con este acuerdo, que pretende aumentar la competencia con EEUU. Además, gracias a este tipo de acuerdos, en 2013, una empresa francesa, Veolia, denunció a Egipto porque decidió subir el salario mínimo interprofesional. También se han generado dudas sobre la liberalización y apertura al sector privado de sectores públicos estratégicos. Sobre seguridad alimentaria, podemos destacar la noticia publicada por el periódico The Guardian, el viernes 22 de mayo, asegurando, documentación en mano, que la UE había archivado una normativa para regular treinta y un pesticidas que podrían estar relacionados con el cáncer y la infertilidad masculina, según el diario británico, a causa de las presiones ejercida por EEUU en las negociaciones del TTIP. Todo esto sucede tras haber asegurado la UE que el TTIP no afectaría a sus altos niveles normativos. La UE permite a los Estados miembro la capacidad de vetar los OGM en sus respectivos territorios, pero a EEUU esta libertad de veto no le ha gustado nada… pero la UE dice que la legislación básica europea sobre los OGM no entrará en el TTIP. Sin embargo, también dijeron lo mismo respecto a la protección de datos… y los pesticidas. La industria agroalimentaria también está ejerciendo presión para poder distribuir alimentos que contengan OGM sin tener que indicarlo en la etiqueta. El grupo Yum! por su parte, trata de obtener la supresión de la prohibición europea de los pollos desinfectados con cloro. Y por si fuese poco, la industria porcina americana, tiene la intención de que el TTIP les permita el uso de la ractopamina, un medicamento utilizado en los EEUU para que los animales, por ejemplo los cerdos, crezcan más y más rápido. A causa de los riesgos que entraña para la salud humana y de los animales a los que se les administra, este medicamento está prohibido en ciento sesenta países, entre los que se encuentran los Estados miembros de la UE, Rusia y China. Sin embargo, para la industria porcina americana, esta medida proteccionista constituye una traba para el buen desarrollo del libre comercio a la que el TTIP debe poner fin.
Finalmente, en materia ecológica, nos encontramos con el grupo americano Renco, que en el marco del acuerdo de libre comercio norteamericano, recurrió a los correspondientes tribunales especiales, ya que Perú había decidido limitar las emisiones toxicas dentro de sus fronteras. La tabacalera Philip Morris, incomodada por las legislaciones antitabaco de Uruguay y de Australia, decidió llevar a esos dos países ante uno de los tribunales especiales. Además, la eléctrica sueca Vattenfall reclama varios miles de millones de euros a Alemania por su política energética, que promete el abandono de la energía nuclear y deja de promover las centrales de carbón. Y por si todo esto fuera poco, Ecuador fue condenado a pagar dos mil millones de euros a una compañía petrolera. El Estado de Canadá, también fue condenado a pagar, a una compañía que extraía el petróleo por medio del fracking… tras haber votado el pueblo canadiense en un referéndum una moratoria de prohibición esta práctica. Por último, destacamos a la aerolínea americana Airlines for America (A4A), que exige la retirada definitiva de las tasas que obligan a las compañías aéreas a pagar por la polución que generan, y que Bruselas ya ha suspendido de manera provisional.
Cabe añadir que el número de casos llevados a los tribunales especiales se ha multiplicado por diez desde el año 2000. Avanzamos hacia una dictadura de las multinacionales, y creo que debemos reconducir esta peligrosa deriva ultracapitalista cuanto antes. El ser humano no es una mercancía, no es un mero consumidor y por lo tanto, ha de ser tratado en consecuencia.
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