La próxima guerra
Por Carlos Almira , 21 diciembre, 2014
Si definimos el término guerra como un conflicto abierto entre dos o más actores, que representan modelos distintos de sociedad o compiten por el acceso a espacios y recursos limitados, de tal modo que sólo uno (o ninguno) puede prevalecer, entonces es posible que estemos viviendo los momentos previos a una guerra de alcance mundial. Lo que me lleva a pensar esto son las siguientes consideraciones:
1. El Tratado de Libre Comercio previsto entre los EE.UU. y la U.E. Un proceso de integración económica, global, de Europa en el modelo del capitalismo norteamericano del que no se habla mucho, pero cuyas consecuencias sociales y económicas ya estamos viviendo al menos desde el año 2007: reestructuración del mercado de trabajo, estancamiento económico, pérdida de derechos sociales, privatización de servicios y recursos públicos básicos, deflación, crisis de las instituciones, etcétera, dentro de lo que los medios vienen llamando la crisis económica.
2. Las tensiones crecientes con Rusia: militares en Crimea y en el este de Ucrania; geopolíticas en Oriente Medio (desintegración de Siria); económicas en el proceso de creciente integración de los intereses y mercados de Rusia, China y los Países Emergentes (una suerte de “réplica” de los No Alineados), que constituye un auténtico desafío a la hegemonía mundial de los EE.UU. De hecho, la integración de la U.E. en el espacio económico U.S.A. puede interpretarse como una preparación para afrontar este desafío, de mayor alcance que el que suponía el modelo soviético durante la Guerra Fría, ya que ahora se trata de una competencia descarnada, con actores que se disputan el espacio mundial con un modelo socio-económico similar.
3. Una secuela de lo anterior es la guerra económica entre EE.UU/U.E. y Rusia, que ya ha empezado: primero con las sanciones y contra-sanciones económicas mutuas, a raíz del conflicto en Ucrania; en segundo lugar, con el hundimiento del precio del petróleo (en coordinación con las Monarquías del Golfo Pérsico); por último, con el ataque especulativo coordinado, al parecer, desde la Administración Obama contra el rublo. Y aún habrá más episodios.
4. El conflicto abierto en Oriente Medio: en primer lugar, con un recrudecimiento de la guerra entre Palestina e Israel, seguida curiosamente de un reconocimiento tibio por la U.E. del Estado Palestino; en segundo lugar, con la emergencia en la crisis Siria de un nuevo frente, contra el llamado Califato que aspira a unificar Siria e Irak en un Estado islámico Sunnita fundamentalista y anti-occidental; por último, con las secuelas diversas de la mal llamada en su día, y aun hoy, “Primavera Árabe”, degenerada en Dictaduras más o menos encubiertas (Egipto) o en guerra civil (Libia).
Estos son en mi opinión los principales focos de tensión en la actual inestabilidad mundial. ¿Cómo puede el llamado Occidente (EE.UU/U.E./Japón/Países de la Commenwealt) hacer frente a la amenaza más grave a su hegemonía, encarnada por el modelo U.S.A. desde la Segunda Guerra Mundial?
Fundamentalmente, se trata de evitar o retrasar lo más posible un conflicto armado convencional de consecuencias imprevisibles. Esto implica forzosamente un realineamiento de fuerzas. De ahí, en mi opinión, el giro inteligente y peligroso de la Administración Obama y de sus satélites de la U.E. consistente en atraer al redil a antiguos enemigos, como Irán, mediante las negociaciones sobre el programa nuclear iraní y el fin de las sanciones internacionales, (Irán es una pieza clave en los frentes abiertos o recrudecidos en Oriente Medio y Próximo, donde habría que frenar el fundamentalismo sunní y a la vez, acabar con el régimen de El Assad, tradicional aliado de Rusia y China, dos objetivos aparentemente incompatibles, al menos a corto plazo); Cuba, cuya readmisión en el escenario económico y político U.S.A. si este análisis es correcto, despertará menos reticencias dentro de los EE.UU. y sus aliados que los inicialmente previsibles, ya que Cuba es un puente fundamental para recuperar la influencia de los EE.UU. y Europa en América Central y del Sur, frente a Venezuela y los Países del Mercosur (Emergentes), aparentemente más dispuestos a fomentar una economía regional no sometida al dólar, alineada con el bloque Rusia/China; el mundo árabe sunní (reconocimiento del Estado Palestino por la U.E., reconducción autoritaria de la llamada “Primavera Árabe” (por ejemplo en Egipto, vuelta de las inversiones y del turismo a cambio de una estabilidad política pro-occidental). Egipto es, además, un actor y un interlocutor clave, de equilibrio, en el conflicto palestino. Por último, se trataría de fortalecer la pieza clave U.S.A. en Asia, Japón, debilitada desde la década de los 90, y fundamental en la contención del Imperialismo Chino y del histriónico régimen de Corea del Norte. Japón sería también beneficiario de un mercado U.S.A./U.E. de más de ochocientos millones de consumidores y productores, ahora disciplinados por los intereses de las multinacionales.
Según el liberalismo y el neoliberalismo, el sistema capitalista se desenvuelve de manera natural en torno al funcionamiento libre del mercado, donde actúan actores e intereses privados, provocando de forma natural el crecimiento y el progreso de la humanidad. La Historia, sin embargo, muestra que desde el fin de la Edad Media, el sistema capitalista ha prosperado gracias a actores y a lógicas pre-capitalistas, fundamentalmente merced a las guerras y luchas de las Monarquías Absolutas y los grupos bien posicionados en las sociedades estamentales, tanto en Europa como en las nuevas colonias en expansión tras el descubrimiento de América. Ha sido el mundo pre-capitalista el que ha dado alas al nuevo sistema económico, primero comercial (mercantilismo), luego industrial y financiero (liberalismo e imperialismo). La cuestión entonces es, ¿qué será del capitalismo cuando ya no queden en el planeta más sociedades y estados pre-capitalistas, sino sólo competidores por el mismo mercado y los mismos recursos mundiales? ¿Quién prevalecerá y por qué medios, si la hegemonía no es algo que resulte de la mera competencia económica, «natural», en el mercado?
No fue la máquina de vapor sino la victoria sobre Napoleón lo que permitió la hegemonía del capitalismo británico durante todo el siglo XIX, del mismo modo que no fue el fordismo lo que permitió la hegemonía del capitalismo norteamericano durante el siglo XX, y hasta la fecha, sino el resultado de las dos Guerras Mundiales. Si hay algo de verdad en este análisis, si la nueva confrontación mundial ya no enfrenta a los viejos Imperios por los recursos y los mercados del mundo pre-capitalista, sino a puros competidores que actúan según la misma lógica de fuerza, a actores que no van a decidir su primacía mediante la pura competencia privada en el mercado, si esto es así; y si los dos grandes bloques que se perfilan a nivel mundial no pueden compartir la hegemonía, entonces ¿qué nos cabe esperar?
La fuerza es el sol y la sombra del éxito económico, lo que permite en última instancia, el funcionamiento del mercado (véanse las patentes de corso de Isabel I, las Compañías de las Indias Orientales y Occidentales, la construcción del ferrocarril entre El Cairo y El Cabo, la pacificación social y el estado del Bienestar en Europa en plena Guerra Fría). Algo tan viejo y tan actual como la guerra que viene. Ojalá todo esto sean puras elucubraciones.
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