La realidad en blanco y negro
Por Amir Valle , 12 febrero, 2014
Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), La Habana, 2014
La compleja realidad latinoamericana no puede observarse en blanco y negro. Creo, definitivamente, que quien observa cualquier realidad en blanco y negro padece de una ceguera de entendimiento semejante al que pregona un dicho canario que gustaba repetir mi abuelo Ceferino, natural de Moya, Las Palmas de Gran canaria: “es tan ciego que no ve ni a tres montados en un burro”.
Pero, triste es decirlo, los ciegos abundan. Mientras la prensa internacional exige acercamientos lúcidos, profundos, objetivos a problemas también acuciantes en otros sitios del mundo, al tratarse de América Latina esa misma prensa focaliza las miradas en las siempre revueltas aguas de las ideologías y es bajo ese prisma de confusión que hoy asistimos, por un lado, a la satanización en todos sus aspectos (lo social, lo económico, lo político, etc.) de aquellos países cuyos gobiernos (democráticos o de raíz totalitaria) han optado por seguir eso que Hugo Chávez llamó “Socialismo del siglo XXI”; y por otro lado, a la satanización de quienes han decidido continuar otros senderos de ideología, aunque en la práctica pueda verse claramente que ninguna de las tendencias han traído el añorado bienestar ni la soñada salida del subdesarrollo que hace muchas décadas ya dicen perseguir todos los políticos que hemos padecido los latinoamericanos.
Sólo con una mirada imparcial y objetiva sobre el particular universo de cada nación, podrá entenderse que hay un único trasfondo en el hecho de que en décadas pasadas la población se lanzara a las calles contra férreas y genocidas dictaduras patrocinadas por Estados Unidos; luego volviera a salir a las calles contra gobiernos supuestamente democráticos que impusieron asfixiantes modelos neoliberales, y que hoy se lancen nuevamente a las calles contra el descalabro provocado por la implantación de medidas populistas que supuestamente debían resolver los problemas que años atrás llevaron a otros a lanzarse a protestar. La depauperación social, la miseria moral de los políticos, la pérdida de valores humanos en la población, el consignismo y la demagogia, la competitividad convertida en método de supervivencia contra otros “especímenes” (entiéndase aquí, personas a quien ver como enemigos, competidores), la represión con viejos, tradicionales y modernos métodos provoca que América Latina continúe siendo, en un país más o menos que en otro, un antro tercermundista donde los intereses económicos de nacionales y foráneos rigen el acontecer y el destino de los pueblos.
Supuestos demócratas que luchan por eternizarse en el poder; supuestos humanistas que acuden al método de enfrentar a muerte a las clases sociales más pobres contra el resto de las clases; supuestos paladines de los derechos humanos que establecen leyes represivas contra las libertades de expresión y de oposición; supuestas lumbreras de las clases históricamente marginadas que llegan al poder y perpetúan el mismo proceso de marginación, pero en sentido contrario; supuestos estrategas del desarrollo social y económico que convierten naciones con ascendentes índices de prosperidad en países depauperados casi en la ruina… En resumen, una región del mundo donde casi todo es supuesto; en simples palabras, o contrario de lo que se ve o pregona, no puede mirarse sólo en blanco y negro.
Eso pretendo en esta columna, a partir de hoy. Ofrecer una mirada sobre la realidad de América Latina donde se hable por igual de las luces y de las sombras.
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