La sal de la tierra, de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado
Por José Luis Muñoz , 10 noviembre, 2014
La carrera de Wim Wenders (Dusseldorf, 1945) es un claro ejemplo de eclecticismo cinematográfico que va un poco en paralelo con la de su compatriota y colega Werner Herzog, dos de los máximos epígonos del nuevo cine alemán, respuesta teutona a la nouvelle vague, el free cinema, el cinema novo brasileiro o la Escuela de Barcelona, movimientos todos que intentaron insuflar nuevos aires al cine de su época. El nombre de Wim Wenders, cuya carrera alemana no motivó excesivo interés, al contrario de la de Werner Herzog, dio un giro ascendente a partir de las películas de su etapa americana, El amigo americano, una adaptación de una novela de Patricia Highsmith, y, sobre todo, Paris Texas, con guion de Sam Sephard, que supuso su consagración y sigue siendo una película de culto. La carrera de Wim Wenders ha seguido a lo largo de todos estos años alternando discretas películas de ficción, en solitario o en compañía de otros, con documentales, pero sin facturar ninguna obra notable.
En La sal de la tierra, esta vez en compañía de Juliano Ribeiro Salgado, fija su objetivo en uno de los fotógrafos más extraordinarios del siglo pasado y éste, el más social, sin duda, Sebastião Salgado, y lo hace con un documental apasionante y hagiográfico—el cineasta ni quiere ni puede evitar su admiración por la obra de su personaje—sobre la trayectoria vital y, sobre todo, fotográfica del brasileño, puede que el fotógrafo más comprometido de la historia de la humanidad. Con él y sus fotos, siempre en impecable blanco y negro, viaja el espectador por los cinco continentes y asiste a lo más espantoso de la condición humana—la devastación de Ruanda tras el brutal genocidio, que el fotógrafo brasileño testimonió—y a los lugares más vírgenes del planeta; del infierno de los garimpeiros trepando con el mineral acarreado por las resbaladizas pendientes de las minas a cielo abierto del Amazonas, a la belleza sin paliativos de selvas bañadas por el mar. Finalmente en la naturaleza, como en el hombre, hay bondad y maldad, belleza y fealdad.
La película es Sebastião Salgado en estado puro, pero la filmación del documental es impecable y dinámica. El fotógrafo brasileño habla de sus primeros años viviendo en un territorio árido que consiguió, con el tiempo y la obstinación, convertir en el vergel que antaño era; de su conciencia social, presente intrínsecamente en su obra fotográfica; y su pronta afición por una fotografía que recoge, sobre todo, paisajes humanos de una enorme dignidad, sean trabajadores africanos que desguazan las grandes ballenas varadas que son los cargueros embarrancados en la Costa de los Esqueletos de Namibia, o los rostros de la hambruna que sacude los campamentos de refugiados de África Oriental en donde la muerte es lo habitual. Y al mismo tiempo que habla Sebastião Salgado de esos temas sociales que le preocupan, baja a su propia tierra y se confronta con su hijo, codirector y coguionista de este documental, Juliano Ribeiro Salgado, al que pide disculpas por no haberle dedicado todo el tiempo necesario.
Al final de ese recorrido por la humanidad y la naturaleza queda un resquicio para la esperanza, como nos dice el propio fotógrafo que ha viajado por el corazón de las tinieblas. Su próximo quehacer fotográfico se centrará en la belleza del planeta a pesar de la devastación del hombre.
Título original: The Salt of the Hearth
País: Francia
Año de producción: 2014
Género: documental
Duración: 100 minutos
Director: Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado
Estreno en España: 31/10/2014
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