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La tercera esclavitud

Por Carlos Almira , 28 enero, 2017

No suele analizarse en los manuales y libros al uso de Historia el hecho siguiente, anotado ya, sin embargo, por Tocqueville en «La democracia en América»: En el mundo antiguo, los esclavos eran la fuerza de trabajo dominante, al menos en las civilizaciones mediterráneas y en el Próximo Oriente, pero no pertenecían a un grupo humano, ni a un conjunto étnico determinado; a partir de los grandes descubrimientos de finales del siglo XV, y del despegue del capitalismo comercial fuera de Europa, el recurso a la mano de obra esclava se reavivó, pero esta vez la casi totalidad de los esclavos procedían de África, de las distintas etnias y culturas negras de ese continente. La época moderna añadió pues, con el capitalismo naciente, a la inmoralidad de la esclavitud, la infamia del racismo vinculado con ella. ¿Por qué me parece interesante constatar esto ahora? Esta semana ha habido (Donald Trump aparte, ¿aparte?), dos debates en los medios, en España, sobre los que este hecho histórico podría arrojar alguna luz: las abusivas tarifas eléctricas; y la «insostenibilidad» de nuestro actual sistema de pensiones.

¿Qué tienen que ver todo esto? Que las Compañías Eléctricas en España puedan explotar impunemente (presuntamente, si fuera este el caso) a los consumidores, significa que la explotación puede crecer más allá de la clásica plusvalía y del mundo del trabajo. A mí ya no me sangran sólo con el chantaje «consentido» del salario y las condiciones laborales, robándome el tiempo de mi vida como tiempo de trabajo, sino también como consumidor: bien mediante el dominio de la oferta sobre la demanda (monopolio, oligopolio); bien mediante la simbiosis entre las grandes empresas y el Estado (las famosas puertas giratorias); o bien mediante el crédito y el endeudamiento universal de los consumidores. Por cualquiera de estos medios, la masa de la población se podría deslizar, bajo la apariencia del bienestar, la «democracia» y el progreso, hacia condiciones semejantes a la esclavitud. ¿No son los esclavos seres humanos que han perdido el control sobre su vida y especialmente, sobre sus relaciones con los otros seres humanos? En el mundo antiguo, el esclavo era de un modo u otro, siempre un extranjero; en el mundo moderno, hasta el siglo XIX, el esclavo negro era un «inferior biológico», un menor de edad congénito. ¿No podría ocurrirnos hoy, como en una distopía de Orwell, de Huxley, de Philip K. Dick, que nosotros, satisfechos consumidores, forjáramos a base de nuestras tarjetas de crédito y nuestra «deuda nacional», mientras hacemos cola en el Carrefour y en el Corte Inglés, sin darnos cuenta, los eslabones de nuestra nueva esclavitud?

En cuanto a la cuestión de la Seguridad Social y las pensiones, se me ocurre lo siguiente: Es verdad que, en el actual orden de cosas (el Capitalismo de cadena invisible), nuestro sistema de pensiones es insostenible, aun con pleno empleo y subida de impuestos, por el mero envejecimiento demográfico, eso sí, siempre que las otras variables se consideren fijas: esto es, con la actual política migratoria europea, y con las actuales relaciones de poder social. Me refiero a lo siguiente: en el año 2015/16, el 10% de los españoles poseía el 56% de toda la riqueza del país; ese mismo año, el 1% era dueño del 27% de esa misma riqueza. Esto no es el resultado de una selección natural, como es sabido. Pero es interesante reseñarlo aquí porque, si la llamada economía de mercado favorece, como los hechos se empeñan en demostrar año tras año, a nivel global, esta creciente y acelerada concentración de la riqueza; y si esta concentración del PIB, mundial y por países, sólo puede realizarse en nuestro sistema económico, mediante la explotación simultánea de los productores y los consumidores, y con la connivencia (y participación) de una parte de la clase política, entonces una de dos: o esa mayoría, cada vez más pobre, pero aún libre en el Código Civil, deja de ser explotable, por irrelevante; o bien pasa a engrosar alguna forma de esclavitud «invisible», como un bien real.

Los dueños del mundo tienen medios y tecnología suficientes, hoy por hoy, para reeditar una tercera forma de esclavitud, que se adapte una vez más a las necesidades del sistema: ni la antigua esclavitud, política e indiferenciada; ni la moderna, económica, racista y concentrada en las etnias y culturas africanas, negras; sino una nueva esclavitud global: la de los felices e inconscientes ciudadanos, poseedores de tarjetas de crédito y de nacionalidad endeudados, pagadores de luz de hoy, mal-jubilados de mañana, y jodidos de siempre. Eso o la expropiación de las élites.


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