La transparencia que un pueblo necesita
Por Amir Valle , 14 julio, 2014
Panameños reunidos en Chitré contra el envenamiento de las aguas del río La Villa.
Peligros para la ecología y la vida por peligrosa contaminación de las aguas del río La Villa, en Panamá.
Panamá es un país que, salvo por su Canal, suele pasar inadvertido en las noticias internacionales. Pude comprobarlo por la cercanía que he tenido a ese país en los últimos 4 años, desde que comencé la investigación para escribir mi libro Hugo Spadafora – Bajo la piel del hombre, sobre la vida del mítico médico-guerrillero panameño asesinado por el dictador Manuel Antonio Noriega.
Esta vez, por desgracia, no me referiré a ninguno de los aspectos que más aparecen de cuando en cuando en algunos medios internacionales: el Canal de Panamá, el desarrollo económico acelerado en un país que sin embargo no ha logrado eliminar la brecha profunda entre riqueza y pobreza, las conexiones históricas de esa nación con el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, etc.
Hoy hablaré de un preocupante suceso que conmueve la vida de los habitantes de las provincias de Herrera y Los Santos: el envenenamiento del río La Villa por el vertido industrial en sus aguas, durante décadas enteras, del más utilizado de los pesticidas, la Atrazina.
Empecemos por aclarar qué es este tóxico. Fundamentalmente empleado como herbicida en agricultura, a pesar de las virtudes que quienes lo producen y utilizan le atribuyen, la Atrazina acumula ya un negro historial contra la ecología y la salud humana especialmente por su poder generador de lixiviaciones y por la contaminación de las aguas superficiales y subterráneas.
Utilizado como sustituto “perfecto” del también desgraciadamente famoso pesticida DDT, en los animales se ha comprobado que provocan mutaciones genéticas que cambian el sexo de peces y ranas; y en los seres humanos expuestos por corto tiempo a este veneno, provoca el enrojecimiento de los ojos y puede afectar el sistema nervioso central. Sin embargo, si la exposición es prolongada o repetida puede producir dermatitis o sensibilización de la piel, afectar al hígado y al riñón, y algunos estudios realizados en Europa vinculan el uso de Atrazina a algunos tipos de cáncer.
En simples palabras, aunque la Atrazina sigue usándose en EEUU, donde se emplea para eliminar malas hierbas en cultivos como el maíz, ahorrándose así roturar la tierra con el obvio ahorro de los costes agrarios, estamos ante un compuesto clasificado como peligroso para el medio ambiente, muy tóxico para los organismos acuáticos, y con serias implicaciones negativas para la salud humana, razones que bastaron a la Unión Europea para prohibir su uso en el año 2004, eliminándose totalmente su uso en el 2006.
Visto así, puede parecer simple: el mundo que vivimos está plagado de estos atentados contra la ecología y por ello avanza hacia su autodestrucción. Pero lo más peligroso es la nube de dudas que flota enturbiando la necesidad que siente el pueblo de la peníncula panameña de Azuero de que los implicados en este problema dejen a un lado sus intereses económicos, políticos y de otra índole y hablen con voz clara y precisa sobre un asunto que a todos concierne porque a todos ha afectado durante décadas (y los sigue afectando hoy). en todas las informaciones que me llegan.
Curiosamente, luego de que fuera descubierta que la empresa Alcoholes del Istmo en Panamá había contaminado el río, comenzaron a fijarse en lo preocupante que resultaban las estadísticas sobre la ocurrencia de cáncer en Panamá: un estudio del período 2001-2011 muestra que durante esa década las provincias donde ha ocurrido esta contaminación: Herrera y Los Santos están a la cabeza del índice de tumores malignos en el país.
Entretanto, el pueblo se lanza a las calles a protestar y pedir solución y el castigo de los responsables;; el Ministerio de Salud asegura que el agua el río La Villa es potable, pero los azuerenses en varios sitios públicos han manifestado no creer en esa afirmación y se hacen muchas preguntas que, en mi opinión, debieran ser contestadas para demostrar la transparencia que el pueblo necesita. Los afectados acusan de complicidad a ciertas instituciones (e incluso una de las acusaciones más interesantes relaciona lo sucedido en la contaminación del río La Villa con un grupo empresarial muy poderoso en Nicaragua, acusado de utilizar los mismos métodos hasta el punto de provocar más de 50 casos demostrados de Insufiencia renal crónica y más de 30 muertes enre agricultores nicaragüenses). Algunos especialistas han sido entrevistados y han minimizado el peligro del uso de la Atrazina, desconociendo así la experiencia internacional arrojadas por las investigaciones de los últimos años sobre el efecto de este preparado si no es utilizado y controlado como aconsejan incluso las empresas internacionales que lo producen. Esto, a su vez, ha provocado que los que se sienten afectados pidan la presencia de expertos internacionales en temas de contaminación (otra vez, repito, porque las intervenciones de los especialistas panameños parecen no haber sido lo suficientemente claras para que desaparezcan sus miedos sobre el peligro para sus vidas). E incluso han circulado algunos videos donde el propio presidente de la República, Juan Carlos Varela, se interesa en el asunto en una conversación con algunos líderes de la protesta, pero muchos panameños quieren una respuesta más efectiva de la presidencia.
Muchas preguntas deben responder las autoridades panameñas responsables en resolver este tipo de problemas. Lo más terrible es que la falta de transparencia y de respuestas efectivas no afectan sólo al agua, afectan la vida de miles de panameños. Y aún si sólo afectara una sola vida (que no es el caso), ya sería suficiente para que se busque una solución que impida que el desastre ecológico y humano continúe.
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