La U.E.: Inmigración y genocidio
Por Carlos Almira , 24 abril, 2015
El Directorio de la U.E. acaba de decidir en Bruselas, una serie de medidas encaminadas a afrontar el problema de la inmigración ilegal en el Mediterráneo. El número de muertos en la travesía, y sobre todo su repercusión pública, han acabado por inquietar a nuestras elites empresariales y políticas.
Lo que al fin, se ha decidido, va en dos direcciones: atender más eficazmente a los náufragos (medidas de asistencia y salvamento); y estudiar la posibilidad de acciones militares, con el beneplácito de la ONU, contra las mafias que trafican con seres humanos.
Con una hipocresía insufrible, dirigentes como don Mariano Rajoy han señalado a estas mafias como las auténticas responsables de la tragedia que estamos viviendo desde hace años en el antiguo Mare Nostrum. Semejante manipulación de la verdad no contribuye, ciertamente, a la solución del problema sino a su agravamiento. Me ha recordado aquellos inolvidables BOEs de los años 1940, en los que se achacaba a la desnutrición del organismo humano (carencia o insuficiencia de proteínas, grasas, hidratos de carbono, etcétera) la muerte de tantos andaluces, extremeños, castellanos, que fallecían, sencillamente, por hambre.
Una sociedad culta y avanzada como la que, se supone, vive de este lado del Mediterráneo, debería sin embargo, ir a la verdadera raíz de los problemas para buscar su solución. Debería ser radical y enfrentarlos con la sinceridad y valentía que no tienen, precisamente, nuestros dirigentes.
Minuto de silencio
Permítaseme aquí una pequeña digresión que quizá sea pertinente: uno de los cambios culturales más profundos que marcó el nacimiento de la Edad Moderna fue la simplificación de nuestros esquemas mentales, en lo que se refiere a los procesos de causalidad. A partir del Renacimiento, entre los hombres de Ciencia, los Humanistas, y en general cada vez más, entre el común de los mortales, empezó a imponerse la idea de que la causa de algo es únicamente, aquello que, eficazmente, es capaz de producirlo. Esto es, la causa eficiente. Por ejemplo, si yo pongo un cazo lleno de agua al fuego, la causa de la evaporación es el calor del fuego (y no la naturaleza material o formal del agua y del fuego, y menos aún las intenciones que hayan podido animarme a colocarlo, como hubiera dicho Aristóteles, es decir, las causas material, formal y final de las que hablaban los antiguos y los medievales).
Esta simplificación del problema de la causalidad de los fenómenos (naturales y humanos), desembarazó la experimentación y la investigación científica de buena parte de la Metafísica que la había lastrado desde la Antigüedad. Liberó la imaginación y el saber en la búsqueda de las explicaciones de los fenómenos. Asimismo, permitió a los seres humanos construir una visión y una moral más simple, eficaz y utilitaria, a la hora de afrontar los problemas y resolver los conflictos, inevitables en las relaciones humanas y con la Naturaleza.
Sin embargo, las causas de la tragedia que nos ocupa son cualquier cosa menos simples y “eficientes”. Según el señor Rajoy, son las mafias: es decir, que aunque no se dieran las condiciones generales de guerra, violencia y miseria que impulsan a los emigrantes a cruzar el Mediterráneo, la presencia de estas mafias sería suficiente para que el trágico flujo continuara. Los africanos y los asiáticos seguirían ahogándose en el Mediterráneo aun cuando viviesen felices en sus países, porque hay las mafias (del mismo modo que si hay calor, el agua seguiría evaporándose con independencia del color del cazo o de los motivos que haya podido tener quien puso el cazo en el fuego). A la inversa, aunque estas condiciones generales empeoraran, si no hubiese mafias no habría emigrantes. ¡Eureka!
El peligro de la simplificación consiste, entre otras cosas, en que nuestros dirigentes y nosotros mismos, disponemos en todo momento de un arsenal de explicaciones para justificar casi cualquier cosa (sobre todo si de lo que se trata, es de calmar nuestra conciencia). Al Directorio de la U.E., como a la Casa Blanca, le importa un comino la suerte de los emigrantes africanos y asiáticos. Pero carecen de la grandeza de los cínicos, del encanto de los malhechores de los dibujos animados. Sólo les preocupa la pérdida de legitimidad (política y moral), si es que tuvieran alguna a estas alturas; que este genocidio pueda erosionar su posición “indiscutida” en una franja cada vez mayor de la opinión pública bienpensante. No quieren que vengan, pero no quieren parecer desalmados.
Yo acuso (J´acuse!) a este Directorio hipócrita, cobarde, antidemocrático, de genocidio por dejación del deber de Humanidad. Señor Rajoy: la culpa de esta tragedia no es de las mafias sino de las barcas. Si no hubiera barcas disponibles, ninguna mafia, por poderosa y malvada que fuera, podría pasar a un solo emigrante. No habría tráfico de seres humanos ni, por lo tanto, naufragios ni engorrosos titulares de prensa. Los africanos reventarían en paz en la otra orilla del Mediterráneo, y nuestras elites políticas y empresariales no tendrían de qué sonrojarse, ni se amargarían al leer, en el desayuno, la prensa del día.
Olvídense de las mafias. Lo que hay que hacer, con el dinero de la U.E. y las armas de la OTAN, y el beneplácito de la ONU, es hundir todas las embarcaciones, especialmente las medianas y pequeñas, que hay atracadas ahora mismo entre el Estrecho de Gibraltar y el Oriente Próximo. ¡Emprendan y organicen cuanto antes esta gran labor humanitaria, y la tragedia cesará…de ser un problema para ustedes!
Feliz desayuno, señores.
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