La UE contra Grecia
Por Carlos Almira , 13 julio, 2015
Creo que no hace falta esperar al resultado de las negociaciones sobre Grecia para apuntar algunas enseñanzas, que acaso puedan servirnos para el futuro. Lo único seguro a estas alturas es que la apuesta por una Europa social, por una reactivación del crecimiento, que muchos nos hacemos ingenuamente desde hace unos meses, no se va a materializar. Es posible incluso que el gobierno griego necesite del apoyo de la oposición contra una parte de su propio Partido, para aprobar más medidas de austeridad, aún más rigurosas que las de los gobiernos anteriores, no solo contra su propio programa, con el que ganó las elecciones, sino contra el resultado del referéndum que él mismo había convocado y orientado en un sentido opuesto a la austeridad.
Las críticas y las propuestas alternativas contra la austeridad corren el riesgo, por bien fundamentadas que estén, en Grecia y en el resto de Europa, de quedarse en nada (o peor aún, de volver a sus promotores a favor de las posiciones contrarias), si los grupos de presión y los tecnócratas que hoy mandan de facto en la UE se muestran firmes y decididos en mantener sus posturas. La razón es muy sencilla: ellos son más fuertes.
Este poder indiscutible, que forma parte esencial del proyecto europeo desde sus orígenes, se impone hoy con toda su violencia y cinismo. Quien lo ejerce, a diferencia de aquellos grupos e instituciones que intentan oponerse con simples argumentos, tiene a su disposición un resorte clave, que hoy por hoy, ha de inclinar la balanza a su favor: el dinero.
Quienes mandan actualmente en Europa, en el mundo, están en disposición de vaciar los cajeros automáticos y forzar el cierre de los Bancos allí donde su hegemonía sea contestada. Su punto débil es la ideología: no pueden admitir, más allá de la anécdota, ninguna visión del mundo alternativa a la suya. Pero la sola ideología no puede derrotarlos.
Quien quiera enfrentarse a ellos ha de estar dispuesto a aceptar un escenario con el mayor nivel de incertidumbre posible. Por ejemplo, una situación cotidiana sin dinero fuerte (divisa) circulando normalmente, con todas sus consecuencias. Quien no esté dispuesto a traspasar ese límite de lo normal, ya dispuesto y definido por estos poderes, no tiene otra opción que plegarse.
La UE recuerda mucho el Infierno de Dante: un lugar del que no se puede salir. Pero de la UE (y del euro) se puede salir sólo de dos formas: expulsado como un paria, o transformado en un enemigo irreconciliable. En caso de permanecer, no hay otra alternativa a la existente, hasta que se agote del modelo político y económico dominante.
Ahora bien: puesto que los griegos ya se han manifestado contra este escenario impuesto como único posible (“o lo tomas o lo dejas”); y como, por ende, no tienen mucho que perder a estas alturas, deberían salir como enemigos irreconciliables, no de los europeos sino de las actuales instituciones de la UE., que, junto a sus gobiernos y sus oligarquías económicas internas, los han llevado esta situación crítica.
Bruselas en Atenas
Se dice mucho que Grecia, por su población y su economía, tiene un peso insignificante en Europa, y que su salida del euro puede ser controlada fácilmente, en términos económicos, minimizando sus efectos negativos. Sin embargo, el Estado y el pueblo griego podría y debería explotar dos variables con el fin de perjudicar lo más posible a la actual UE:
La primera, es la Historia: sus vínculos y sus posibilidades de reforzarlos y encauzarlos en este sentido, con Rusia. El interés actual del Estado y la sociedad griega es que el conflicto Rusia/Unión Europea y OTAN evolucione en el sentido más desfavorable posible para estos últimos actores.
El segundo, es la Geografía: Grecia es actualmente, un lugar de paso de emigrantes hacia Europa. El Estado y el pueblo griego debería favorecer y facilitar en todo lo que esté a su alcance, las corrientes migratorias a través de su territorio, hacia Europa, acentuando el efecto llamada y haciendo sus fronteras en los Balcanes lo más porosas posibles, para los emigrantes que quieren entrar en Europa.
No se trata de violencia (la violencia no resuelve nada); ni de alimentar el resentimiento ni el deseo de venganza; sino de oponer tranquilamente, en un juego de fuerzas, un poder, en apariencia minúsculo, a otro, en apariencia invencible. De asumir escenarios inciertos, y de maximizar esa incertidumbre en favor del más débil. No para vengarse de nadie sino para cambiar una relación de fuerzas ante la cual, las solas críticas contra la austeridad, como se está viendo estos días, suenan ya casi a retórica.
La cuestión griega no va a romper el tándem franco-alemán, pero quizás lo debilite. Ese es otro escenario prometedor que habría que analizar y explotar.
Maquiavelo
Maquiavelo pretendía explicar al príncipe (en especial al príncipe nuevo) cómo podía acceder y, sobre todo, conservar el poder. Décadas después, Spinoza le reprochaba al autor de El Príncipe, haber explicado esto muy bien pero no haber dicho nada, en cambio, acerca de lo que el príncipe debía hacer con ese poder. Quienes criticamos a las actuales instituciones y poderes europeos lo hacemos en la creencia de que son muy negativos, perniciosos para la mayoría de los europeos. Por supuesto, podemos estar totalmente equivocados, lo que significa que, si los hechos o la Razón así lo demostraran, tendríamos que aceptarlo y cambiar de postura. En este sentido, sigue siendo imprescindible toda la discusión en torno a las políticas de austeridad.
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