Las bicicletas son para el verano
Por Oscar M. Prieto , 15 octubre, 2018
Las fronteras entre las estaciones están deshilachadas. Solsticios y equinoccios han dejado de ser hitos de paso, metas volantes, frontispicios de adiós y bienvenida entre primavera y verano, verano y otoño, otoño e invierno, invierno y primavera, y vuelta a empezar. Parece sin embargo, que esta semana ya recibiremos al otoño, remediando así la locura transitoria de algunos árboles frutales que perderán las hojas en lugar de volver a echar flor. Es momento para recordar que las bicicletas son para el verano, como bien dejó escrito en obra teatral el gran genio de Fernando Fernán Gómez, capaz en su cólera de asemejarse al Dios del Antiguo Testamento.
Vamos conquistando el mundo a la par que vamos desarrollando nuestra capacidad de movimiento. No hubiéramos llegado a alunizar sin haber conseguido antes fortalecer los músculos del cuello y sostener la cabeza, aún titubeante, en los primeros meses de nuestra existencia. Para llegar a la luna fueron necesarios un sinfín de esfuerzos previos, de pequeños gestos y la adquisición de habilidades, que con los años nos pueden parecer ínfimos, pero que son auténticas proezas, propias de conquistadores: darnos la vuelta, gatear, los primeros pasos, caminar de la mano, saltar, saber llegar a un sitio y recordar el camino de vuelta, aprender a andar en bicicleta.
A andar en bicicleta se aprende de niño, pero es en la pubertad cuando se descubre el auténtico valor de la bicicleta y su papel en nuestra conquista particular y personal del mundo, que es la conquista de nuestra libertad. En esos años que van desde los 13 a los 17, antes de sacar carnet de conducir, cuando el territorio de los padres, que se mide todavía a pasos, ya resulta estrecho, asfixiante y uno necesita más, llegar más lejos, llegar al menos hasta el pueblo de al lado, al pueblo en el que hay fiesta o tiene piscina o en el que está la esquina apartada en la que quedar con el primer amor y robarle un beso, la bicicleta es la gran aliada.
De todas las fronteras, la más deshilachada es la de la adolescencia, la más incomprendida, la más burlada. Deberíamos tomarla más en serio, pues en este tramo del trayecto vital es cuando se truncan muchos viajes que podían haber resultado fascinantes.
Salud.
www.oscarmprieto.com
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