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Las venganzas asimétricas

Por José Luis Muñoz , 7 septiembre, 2024

Las reacciones de Estados Unidos e Israel son muy similares en cuanto padecen una agresión. Si nos remontamos al 2001 veremos que las 3000 víctimas de los atentados de las Torres Gemelas y el Pentágono tuvieron como contrapartida las cerca de 400.000 resultantes de arrasar Irak que nada tenía que ver con el atentado con la excusa de tener en su poder un arsenal de armas de destrucción masivas (vendidas por Estados Unidos) que ya habían gastado (en el genocidio kurdo consentido por Estados Unidos). Pero antes estaban los  57.000 soldados muertos en Vietnam frente a los tres millones de vietnamitas masacrados. Estados Unidos, de liberadora de Europa del horror nazi a perpetradora de masacres a lo largo y ancho del mundo por intereses geoestratégicos y económicos.

Netanyahu seguramente llegará a los 100.000 palestinos muertos para aplacar su sed de venganza por los 1200 israelitas que fueron salvajemente asesinados por Hamás. Es el paradigma de la desproporción que los dos países hermanos, EE.UU e Israel (el estado número 55 de la potencia norteamericana en Oriente Medio), toman del Antiguo Testamento en donde la respuesta de Yahvé a cualquier ofensa es siempre muerte y destrucción, arrasar ciudades (Sodoma y Gomorra), como las de Gaza, hasta que no quede piedra sobre piedra (lo que no destruyen aviones, misiles, drones o tanques, queda para los buldozers que aplanan el terreno y sepultan bajo tierra a los asesinados) . Las ideas motrices no cambian, sí los métodos, y Estados Unidos e Israel alardean de ser democracias, lo que todavía es peor porque implica que los gobernados, mayoritariamente, asumen las políticas genocidas de los gobernantes, como ocurrió en la Alemania nazi.

Los titulares de los medios de comunicación escrita y de las televisiones, con motivo de la visita de Putin a Mongolia, lamentando que no haya sido detenido, hablan por sí solos de esa doble vara de medir que rige en el mundo y que ya asumimos como normal, como consideramos normal que se asesine según quien sea el asesino o el asesinado (se legitima una conducta delictiva, se habla directamente de asesinato y no se oculta). En ningún medio de comunicación leí la misma queja cuando Netanyahu asistió a la inauguración de los JJ.OO. de París y fue recibido por Macron que le dio la mano en vez de colocarle las esposas. Que estos dos individuos siniestros, reclamados por crímenes de guerra, se paseen con impunidad es un ejemplo de la inutilidad absoluta de la CPI y sus resoluciones que nadie cumple y ni siquiera ellos mismos instan a que se cumplan. Lo de Garzón con Pinochet se ha quedado en un precedente sin continuidad, una ensoñación para todos los que defienden los derechos humanos que cada vez son menos y escasamente eficientes. Pero los medios de comunicación, sobre todo los públicos y los considerados progresistas, deberían ser más cuidadosos cuando resaltan una noticia (Putin en Mongolia) y ocultan otra (Netanyahu en París). Me habría gustado leer en El País, o en el diario Público, abanderado de la izquierda nacional, este titular: «Netanyahu desafía la orden de detención del Tribunal Penal Internacional con su viaje a París para asistir a la inauguración de los Juegos Olímpicos». Me quedé con las ganas.

Una de las últimas patochadas que he leído es la de llevar al impresentable dictador de Venezuela Nicolás Maduro ante la Corte Penal Internacional. Alardean de que tres expresidentes del gobierno español (José María Aznar, Mariano Rajoy y Felipe González) y se lamentan de que no se haya sumado Zapatero. Maduro será todo lo que quieran, pero está muy lejos de ser un genocida como Netanyahu al que seguramente aplauden con las orejas Aznar, Rajoy y González.

Una amiga mía, que también es escritora, me envió ayer un whatsapp: «El mundo donde habito ni me gusta ni me alienta. Nos vamos a la mierda». No puedo estar más de acuerdo. Dicen que cuando uno no entiende el mundo que le rodea es que le ha llegado la hora de abrir la puerta e irse.

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