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LO QUE DEFIENDEN LAS VALLAS

Por Agustín Ramírez , 21 septiembre, 2015

En Europa estamos asistiendo a otro éxodo de población que huye de la guerra, mayoritariamente el pueblo sirio, que intenta acceder a la rica Europa en busca de una calidad y seguridad de vida de las que carecen en su país; de esta manera el pueblo sirio se une a otra ingente cantidad de pueblos que huyen de sus países para alejarse del hambre y la guerra.

Pero los medios de comunicación occidentales hablan en estos días, casi exclusivamente, de los sirios y no deberíamos de olvidar algunas cifras: basándonos en las cifras proporcionadas por Acnur, en el año 2014 hubo 13,9 millones de personas que se desplazaron por los conflictos bélicos o la persecución que sufrían en sus países, y deberíamos recordar, asimismo, que el número de desplazados por la fuerza en el mundo es de 59,5 millones de personas – este número de personas conformaría, por población, el país vigésimo cuarto del mundo-, así como no deberíamos olvidar que los tres países que más desplazados tienen de su país son Siria, Afganistán y Somalia y que los países que más refugiados tienen en su territorio son: Turquía, Pakistán, Líbano, Etiopía y Jordania.

Llama la atención nuestra cortedad de miras y nuestro egocentrismo; lo que estamos viviendo en Europa es una minucia en comparación con lo que se vive en otras partes del mundo, no tan lejanas. Lo medios de comunicación nos bombardean a diario con el éxodo del pueblo sirio, empezamos a tener conciencia del problema, pero a la hora de buscar soluciones, el Viejo Continente responde con lentitud e ineficacia.

¿Qué soluciones se le ocurren a la Vieja Europa? Fundamentalmente dos, más vallas entre fronteras y una burocracia que se mueve a ritmo de paquidermo y que, reunión tras reunión, aplazan el problema para la siguiente semana.

Las vallas –alambradas de espino y concertinas- que ahora se instalan entre Hungría y Serbia no son sino la continuación de las existentes entre Grecia y Turquía, entre Bulgaria y Turquía,  entre España y Marruecos, entre Francia e Inglaterra y son, ampliando los continentes, como las de Estados Unidos y Méjico o las de Israel y Palestina; pero es evidente que aunque tengan un efecto disuasorio solo sirven para trasladar físicamente el éxodo y dejar intactos los orígenes del problema.

Habría que revisar e informar por los medios de comunicación no serviles -que alguno quedará, supongo yo- cuanta parte de responsabilidad tiene el mundo desarrollado en estas riadas humanas, cuanta responsabilidad tiene por haber creado conflictos en defensa de los intereses económicos de las industrias de armamento, de construcción, del petróleo, de las materias primas, de las farmacéuticas, de la especulación financiera, etc.; todas estas industrias, que son el auténtico poder y no los gobiernos nacionales ni transnacionales, no son ajenas a los conflictos que originan el desplazamiento humano.

Estas vallas y alambradas son el reflejo físico de lo que ese poder auténtico, no el de los gobiernos, insisto, impone y tiene por ideología, a saber: el incremento de nuestra riqueza a costa de todo y de todos es nuestra auténtica razón de ser y el precio que paguen los demás forma parte de los costes de esta guerra histórica que siempre hemos ganado y que seguiremos ganando. Su comportamiento frente a la decisión democrática del pueblo griego, imponiendo unas condiciones vejatorias, humillantes e ineficaces, así lo corroboran.

Mientras existió la Guerra Fría, por temor a que en el mundo occidental se desarrollasen políticas cercanas a las ideas socialistas y comunistas, se consintió hacer concesiones a las clases populares para mantenerlas dentro del sistema y bajo control; tras la caída del muro de Berlín esas concesiones ya no tenían sentido y había que recuperar esas concesiones: la desregulación financiera y los recortes en el mundo laboral fueron el precedente de la eliminación del Estado del Bienestar que hoy estamos viviendo.

Pero antes, incluso, de ese año 1989 de la caída del muro ya se hicieron advertencias de lo que se avecinaba; el mal llamado fin de las ideologías y el liberalismo económico más extremo, con Reagan y Thatcher como ejemplos emblemáticos, no tuvieron el menor pudor en provocar, apoyar y ayudar el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile, cuando un pueblo y un político, Chile y Salvador Allende, intentaron hacer reformas por la vía democrática de las elecciones; si me ganas en las urnas te derroto a cañonazos fue la respuesta.

¿Qué se hubiera dicho si las cosas se hubiesen hecho así contra los recortes y aplastamientos sociales de la líder británica o del presidente y antiguo actor norteamericano?

En cualquier caso, hoy el 11 de septiembre de 1973 es una fecha de la que conviene no hablar, para que no se recuerde ni se saquen consecuencias; pero yo sí quiero recordar a Víctor Jara, cantante chileno -asesinado tras ser torturado por los golpistas chilenos- y su canción, hoy tan oportuna, de A Desalambrar, que dice así:

Yo pregunto a los presentes / si no se han puesto a pensar / que esta tierra es de nosotros / y no del que tenga más. 

Yo pregunto si en la tierra / nunca habrá pensado usted / que si las manos son nuestras 
es nuestro lo que nos den.

A desalambrar, a desalambrar / que la tierra es nuestra / es tuya y de aquel / de Pedro y María, de Juan y José. 

Si molesto con mi canto / a alguien que no quiera oír / le aseguro que es un gringo / o un dueño de este país.

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