Lorca, según Peppa Pig
Por David Acebes , 26 mayo, 2014
Peppa Pig
Yo prefiero la ensalada
a Beethoven y Sinatra.
Franco Battiato
En su estudio Emociónense así. Anatomía de la alegría (con publicidad encubierta), Eloy Fernández Porta afirma que “cualquier padre de familia, no importa cuán culto crea ser, ve más Pixar que Pasolini, y eso es la cultura mainstream”.
Sepan ustedes que Eloy Fernández Porta (Barcelona, 1974), escritor y ensayista, es uno de mis autores fetiche. Sobre todo, desde que leí su rompedor ensayo Afterpop. La literatura de la implosión mediática.
Sin embargo, desde la altura de esta columna, estoy dispuesto a enmendarle la plana. En el fondo, tengo presente a Sigmund Freud que enseñó que “quien se rebela contra la autoridad paterna y la vence, es un héroe”. Y un servidor, pese a ser solo dos años menor que Fernández Porta, se siente su discípulo, algo así como su «hijo literario», con lo que puedo ejercer mi derecho al pataleo y la rabieta y afirmar, en consecuencia, que para ser un buen «padre de familia» se debe conjugar, con imaginación, Pixar y Pasolini.
Para Zygmunt Bauman, el gran filósofo de nuestro tiempo, el hombre moderno es un hombre ecléctico. Un hombre capaz de emocionarse con una sonata de Bach y, al mismo tiempo, con el último single de los One direction. Un hombre que ve Up y ve, también, Saló o los 120 días de Sodoma.
Para muestra, un botón. O, mejor dicho, una anécdota.
Hace apenas unos meses, me encontraba realizando un palimpsesto sobre un poema de García Lorca. Un palimpsesto es un manuscrito que conserva las huellas de otra escritura anterior, pero borradas expresamente para dar lugar a una nueva. Esta técnica, necesaria para un buen aprendizaje poético, la aprendí de Leopoldo María Panero, quien, en su obra Narciso en el acorde último de las flautas, realiza una serie de palimpsestos sobre poemas de Georges Bataille y John Clare.
En mi caso, trabajaba con una estrofa de Lorca, extraída de su Oda didáctica a Salvador Dalí, que, tras mi rayado y ulterior escritura, acabó convertida en otra estrofa, esencialmente diferente, que no obstante conservaba las huellas de la estrofa anterior. Compruébese in situ:
Estrofa de Federico García Lorca:
«Una ausencia de bosques, biombos y entrecejos
yerra por los tejados de las casas antiguas.
El aire pulimenta su prisma sobre el mar
y el horizonte sube como un gran acueducto.»
Estrofa propia:
«Un amanecer de ángeles, voces y fuego,
crece rompiendo los árboles abandonados.
La luna ensucia su cara con lágrimas grises
y el crepúsculo gime como un ciervo herido.»
Luego, mi hija pequeña, dos años de edad, encontró entre mis papeles el poema sobre el que estaba trabajando y, como era de prever, pintó unos garabatos encima del mismo. Después, me miró divertida y, con su dulce vocecita, me dijo: -Papá, Peppa Pig.
Véase el resultado.
Confieso que en un primer momento me enojé mucho. Mas, enseguida, tuve un ramalazo de lucidez y lo vi claro. Mi hija estaba realizando, a su manera, otro palimpsesto. Un palimpsesto infantil.
Buscando una explicación filosófica a esta travesura, recordé los poemas de José-Miguel Ullán y su tachismo. Veamos uno.
Caray. Es lo mismo-. Pensé.
Por lo tanto, señor Eloy Fernández Porta, querido maestro, no puedo compartir su opinión, ya que es más que evidente que al menos mi hija y yo somos capaces de conjugar, con mayor o menor acierto, a Pixar con Pasolini. A Lorca y Peppa Pig.
Y no voy a ser tan obtuso de negar que, sin la ayuda de ella, nunca habría mejorado mi palimpsesto primigenio, convertido, gracias a su apabullante aportación, en un poema mejor. Un poema, por cierto, del que cada vez me siento más orgulloso, pues, como buen «padre de familia» que soy, o que aspiro a ser, os aseguro que, desde entonces, no ha pasado ni un solo día sin que escriba un poema a dúo, Acebes & Acebes, con mi hija pequeña.
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