Los fantasmas de la crisis
Por Rosario Fernández , 9 abril, 2014
La crisis económica ha disparado las cifras de pobreza en España. El desempleo se ha incrementado de forma considerable, los salarios han ido disminuyendo junto con los recortes sociales. Y a pesar de los leves indicios de mejoría se da la paradoja de que es muy difícil salir de la crisis si no se invierte en mejoras sociales. Así entramos en un círculo vicioso que está arrastrando a miles de personas al desastre.
Recientemente se ha dado a conocer una noticia preocupante. La Asociación De Economía de La Salud ha pedido al gobierno que aplique medidas urgentes para combatir la creciente pobreza infantil ya que la crisis económica está causando un “deterioro irreparable” en los niños. Y no solo en sentido nutricional sino que también se ven afectados los aspectos académicos o sociales de los pequeños, redundando en pérdida de oportunidades y porvenir sombrío.
Las escasas iniciativas administrativas son de agradecer. En diferentes comunidades autónomas se abren los comedores escolares durante el verano para acoger a los niños que no disponen de otro medio para comer. Asimismo, las plazas “tarifa cero”, es decir aquellas en las que el comensal no paga por el servicio, también han crecido. Otras ayudas administrativas necesarias que se están dando son el pago del recibo del agua, la luz y el alquiler.
Sin embargo, estas necesarias medidas son a todas luces insuficientes y además solo las pueden disfrutar las familias más necesitadas, aquellas que no generan ningún tipo de ingreso, con lo cual quedan fuera muchas otras que también tienen una situación precaria. La anunciada recuperación económica no se refleja en una mejora social, sino más bien al contrario, los coletazos de la crisis están golpeando con más dureza el corazón de las familias. Basta con mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de esto.
La pobreza ya forma parte de nuestras vidas. Cuando vamos por las calles, aparcamos el coche, compramos en el supermercado, paramos en un semáforo….hay un sinfín de situaciones cotidianas que nos revela el drama que muchas personas están viviendo.
La mendicidad no es nada nuevo. Desde la Edad Media existe y sería a partir de la Edad Moderna cuando se convierte en un problema social. Muchos opinaban que los menesterosos solo eran gente vaga o ladrones. Ser pobre era como poseer un sello indeleble, de esa situación no se salía jamás. Quien se encontraba en esa situación a lo único que podía aspirar era a la ayuda de alguna alma solícita o de algunas instituciones benefactoras, normalmente auspiciadas por la iglesia. La caridad y su fuente principal la limosna, eran los únicos medios disponibles para luchar contra la miseria. La imagen del “pobre apacible”, aquel que aceptaba con resignación su situación y que no daba problemas, se vendía como una virtud.
Me pregunto si nuestra sociedad ha cambiado esta imagen. Los pobres cada vez más pobres, con escasos medios de escapar de su precariedad, dependiendo en muchos casos de la solidaridad familiar o ajena, tachándolos de conflictivos si protestan. Sí, en muchos aspectos hemos avanzado: médicos, tecnológicos, sociales…pero no para todos. Ha tenido que llegar una crisis garrafal para hacernos ver nuestro punto débil: la incapacidad de generar igualdad social. Y la escasez de medios para combatir esta lacra. Los recortes sociales traerán como consecuencia una mayor duración de la crisis ya que los medios disponibles para combatirla han menguado ostensiblemente.
Cuando se libra una guerra todos podemos ver como a su paso deja muerte y desolación. Y quedamos consternados por tanta injusticia. Pero hay batallas invisibles que no vemos con nuestros ojos y que también dejan víctimas. En estos momentos hay miles de personas en nuestro país librando una cruenta lucha por sobrevivir día a día. Son los fantasmas de la crisis.
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