«Los Increíbles 2»: Sobrevivir a Disney
Por Emilio Calle , 5 agosto, 2018
Es muy de temer la voracidad destructiva que Disney parece haber desplegado en los últimos tiempos, en especial contra sus propias obras, siempre polémicas, que ahora todas ellas están siendo readaptadas en imagen real (con la inestimable complicidad de Tim Burton, el mismo que una vez, siendo joven, abandonó la productora porque no le dejaban crear, y ahora lo tienen en nómina, finalmente lo domesticaron), y desde luego contra Pixar, con la que siempre ha mantenido unas relaciones extremadamente tensas, a pesar del dinero que ganaba gracias al talento de otros. En ese enjambre de despropósitos, parece que las grandes maravillas de Pixar van a sufrir serias revisiones, contando con las tropelías ya cometidas. Comparar «Cars» con sus secuelas es una ofensa a cualquier inteligencia. La segunda parte de «Buscando a Nemo», logró que su protagonista, Dory, nos contagiase a todos sus males con la memoria, y un personaje que había sido inolvidable pasó a ser pasto del olvido. «Monsters» también generó una continuación que uno no puede explicarse ni como pudo ser rodada. ¿Habra «Wall-E 2», nuevas raciones de «Ratatouille» o se atreverán a mutilar los logros de «Inside Out»?
Seguro que sí.
¡Es Disney!
Pero de momento, hay que enfrentarse a la secuela de «Los Increíbles».
Y siendo más que consecuente con el apodo con el que son conocidos estos personajes, la verdad es que es, de lejos, lo mejor rodado hasta el momento en este disparate de seguir fabricando «merchandising» sin importar el precio creativo o artístico. Y de nuevo, habrá que concederle los créditos que se merece a su director y guionista, Brad Bird, el mismo que al rodar la primera parte, y de un modo brillante y sin aspavientos, se las arregló para hacer una particular versión de «Watchmen», muchísimo más fiel y compleja que la adaptación oficial del cómic de Alan Moore perpetrada por Zack Snyder. Es lo único que se echa de menos en esta película, esa riqueza argumental. Pero estamos en el mundo Disney, y Disney no perdona. Aunque la ley prohíbe la actividad de los súper héroes, Elastigirl es elegida para ser la protagonista de un plan que debe devolver a los que tienen súper poderes al lugar que le corresponde. Esto provocara que su esposo tenga que encargarse de llevar la casa, y claro, eso no entra en sus atribulaciones, el pobre lo pasa fatal, aunque nadie debe inquietarse, Disney siempre ha tenido muy claro cuál es el papel de la mujer en sus películas. Incluso desvelar quién está causando el terror en la población es insultantemente sencillo.
Pero más allá de la aflicción que provoca enfrentarse a semejantes ideologías que todo lo reblandecen, lo cierto es que la película funciona mucho mejor de lo que cabía esperar. Tiene momentos verdaderamente espectaculares, y la calidad de la animación, tan mermada en otras obras como Cars 2 o 3 (surgidas de una primera parte que era una verdadera joya a ese nivel), aunque no es comparable a la original, tampoco tiene ese aire de haberse hecho a toda prisa. Como la película transcurre en los días posteriores a lo sucedido en la primera entrega, los personajes no han cambiado, y se mantienen aletargados en sus conflictos. Hasta que detona la sorpresa y la obra se dispara hacia lugares insospechados. Porque lo que parecía un preciosista detalle final de la primera parte, el hecho de que Jack Jack, el bebé de la familia, también tuviera poderes, y muy peculiares, ha terminado por revelarse como un as en la manga con el que Bird gana sin problemas la partida. Porque el descubrimiento de las (muchas) habilidades y (los muchísimos, incontables) súper poderes del pequeño de la casa son, exponencialmente, más y más divertidos y originales, al punto de que hay un momento que roba por completo la película, y cuando él no aparece en pantalla haciendo de las suyas, el interés rueda por los suelos (ya le pasó al bueno de Gru, finalmente fagocitado por sus minions, en apariencia simples secundarios cómicos que no dudaron en robarle la función). Es en sus apariciones donde el humor, el preciosista sentido del gag, la fructífera imaginación y la expectativa de qué será lo siguiente que haga, vamos, mucho de lo que define a Pixar, regresa a la gran pantalla, y además en este caso son el gran motor de una secuela que sin ser mala, tampoco era necesaria.
A todo caso, pinta que Jack Jack se ha ganado película propia.
Bienvenido sea de nuevo Brad Bird. No es el regreso que uno esperaba de un talento como el suyo, pero si parece la prueba de que el director de «El Gigante de Hierro» o «Los Increíbles» sigue siendo un nombre clave en el cine de animación actual, y del futuro, si es que no lo condenan a dirigir secuelas.
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