Los límites del Humanitarismo.
Por Carlos Almira , 9 septiembre, 2015
El grueso de la clase política y los grandes medios de comunicación europeos, se han subido al carro del humanitarismo. La fotografía del pequeño ahogado la semana pasada, que podría ilustrar como las de los campos de exterminio nazis el Mal Absoluto, parece haber conmovido también sus conciencias. Lo digo sin ninguna reticencia ni ironía. No tengo por qué suponer que la señora Merckel, o los señores Cameron, Hollande o Rajoy, son, moralmente, peores personas que yo.
Pero puesto que ellos gobiernan y, supongo, deben atenerse a un principio de realidad, a un mínimo de pragmatismo, del que yo puedo prescindir en mis juicios (demasiadas veces), creo que sería necesario examinar algunas cuestiones. En primer lugar, la emigración a gran escala sobre Europa (¿y sobre los EE.UU?), parece no haber hecho más que empezar. Sentado este principio, que los meses y los años próximos confirmarán o desmentirán, sería necesario reflexionar sobre el escenario en el que este fenómeno “natural” va a producirse:
1. En primer lugar, las migraciones económicas (envueltas en todo tipo de desgracias, guerras, catástrofes ecológicas, etcétera), van a protagonizar, en mi opinión, el gran movimiento espacial humano que parece haber empezado ya), de este siglo. Estas migraciones no hacen sino establecer el principio natural de que las poblaciones tienden a asentarse donde están los recursos.
2. El sentido de este flujo humano va a dirigirse, pues, hacia las regiones del planeta donde se ha concentrado la riqueza en los últimos dos, tres siglos: Europa occidental, EE.UU. y Canadá, fundamentalmente. Aparte de estas regiones “ricas”, también puntualmente los países fronterizos con los focos de origen, como Líbano o Turquía, en la actual guerra de Siria e Irak, u otros en crisis análogas, recibirán una parte de este flujo migratorio. El sistema capitalista, a diferencia de otros órdenes sociales del pasado (por ejemplo, el Islam cásico), no oculta sino que tiende a hacer ostentación de la riqueza acumulada, lo que constituye un escaparate irresistible en un mundo de globalización de la información.
3. El sistema capitalista (y empleo aquí esta expresión en su sentido descriptivo, no polémico), que es el motor institucional que ha permitido esta concentración espacial y social de la riqueza a nivel mundial, no es compatible a largo plazo con grandes movimientos migratorios humanos, al menos por una razón: este sistema se basa en el derecho privado monopolístico sobre los recursos y los bienes económicos; ahora bien, esto es inviable sin una movilidad espacial mínimamente libre del capital (con excepción del capital humano menos cualificado). El resultado es un orden social donde los recursos, con la excepción del trabajo, son el elemento dinámico; y la población, el elemento estático. Es decir, justo al revés que en la naturaleza, donde las poblaciones animales son el elemento movible; mientras que los recursos básicos (el agua y la vegetación, base de la cadena alimenticia), permanecen relativamente estáticos.
4. En un orden natural como el descrito, el reequilibrio se establece, casi automáticamente, por adaptación o inadaptación y muerte del individuo o el grupo. También este resultado se da, por supuesto, en las migraciones humanas, pero con una diferencia importante: en la Naturaleza esta adaptación o inadaptación de los individuos, los grupos, o in extremis, las especies, no afecta al esquema general de equilibrio descrito; mientras que en la sociedad capitalista es el resultado de su incompatibilidad estructural con los grandes movimientos espaciales de población.
5. Si hoy entrasen en Europa cien, doscientos millones de asiáticos y africanos, el actual orden social colapsaría; pero no por las razones que alimentan nuestra mal disimulada, estos últimos días, xenofobia, sino por la imposibilidad de conciliar, rebasado un determinado umbral, el libre movimiento de capitales y el libre movimiento de poblaciones humanas. ¿Qué ocurriría si, en vez de un orden donde se restringen los movimientos migratorios, viviésemos en Europa en un orden donde lo que se restringe y se tiende a “sujetar al suelo”, fueran los recursos, esto es, el capital? En ese caso, estos millones de inmigrantes se irían encontrando con que las regiones de su primera opción, preferentes, en origen, ya están saturadas, pero que hay otras disponibles, hasta alcanzar un umbral absoluto de absorción. Unos lugares les llevarían a otros. Al no poder moverse los inversores, se produciría un incremento de la oferta de mano de obra que éstos tendrían que aprovechar forzosamente (que al principio presionaría los salarios a la baja, pero sin llegar a producir necesariamente desempleo, ya que, saturada una región de Francia, por ejemplo, quedaría disponible otra, gracias a la fijación de los recursos en el territorio, hasta alcanzar un límite absoluto). Además, enseguida se produciría un incremento del mercado, de los consumidores, que tendería a equilibrar la oferta y la demanda en el mismo mercado de trabajo, dinamizado a costa de la inmovilización del capital. Por supuesto, esto no significa que Europa podría absorber a todos los habitantes del planeta, pero sí un número mucha mayor del que, en las actuales circunstancias, puede inmigrar antes de que se produzca un colapso del sistema. Y en este supuesto también se producirían los casos “naturales” de adaptación e inadaptación, que de todas formas ya se dan sin necesidad de migraciones, sin afectar al orden social.
6. El humanitarismo de estos últimos días, de los líderes europeos, todo lo loable y esperanzador que se quiera, no es suficiente para alterar el esquema que acabo de describir (el principio de realidad). Si estos flujos migratorios a Europa continúan durante mucho tiempo, o incluso se incrementan (sobre todo desde África), nuestros gobernantes se verán ante un dilema embarazoso: o bien cerrar a cal y canto las fronteras a los inmigrantes; o bien controlar y sujetar en el terreno los recursos y el capital. Ambos factores no pueden moverse simultáneamente con la misma libertad. Ahora bien: restringir, regular espacialmente, los movimientos de capital va no sólo contra la tendencia actual a la mundialización del capitalismo, sino contra su esencia misma (ya que éste es un sistema que se basa en la libre disposición privada, por derecho, de los recursos y bienes económicos propios). Como no me imagino a nuestros actuales gobernantes, ni a los grupos en que se apoyan, apostando por una revolución de semejante calibre, pienso que optarán (en realidad han optado ya) por la primera opción.
7. Llegados a un punto inasumible, establecerán categorías entre los inmigrantes, aceptando sólo a una ínfima parte de los candidatos y rechazando al grueso (distinguiendo, por ejemplo, entre refugiados políticos e inmigrantes económicos). A eso lo llamarán responsabilidad y sentido común. Además, merced a los medios de comunicación de que disponen, les será relativamente fácil convencer y sosegar a la opinión pública: administrar nuestras emociones, de tal modo que nuestra compasión se concentre sólo y exclusivamente en esa minoría (y lloremos y nos indignemos por el pequeño sirio ahogado, no porque era un niño, una víctima inocente, sino porque huía de una situación de guerra, y no de la burda y cotidiana miseria), ello en contraste con la inmensa mayoría de desgraciados que sólo buscan en Europa lo que muchos europeos ya no tienen: un trabajo y una vida digna. Esta opción, fijar en el suelo a la población en vez de fijar los recursos, no exige ningún cambio revolucionario: sólo reforzar las fronteras; dinamizar la propaganda institucional; sólo medidas policiales y “educativas”, de adoctrinamiento de la gente.
8. Sin embargo, alcanzado un determinado umbral de presión demográfica, puede que las medidas coyunturales, de propaganda y policía, ya no basten. ¡Y ojo! En el conflicto entre Imperios en que andamos metidos desde el hundimiento del bloque soviético, es más que posible que esta tendencia natural a las grandes migraciones que ha empezado ya, sea instrumentalizada también militarmente. Por ejemplo, si Rusia quiere desestabilizar la OTAN y la Unión Europea, ahora tiene una vía mucho más fácil y más poderosa que la invasión de Ucrania: la marejada de refugiados desde oriente próximo, alimentada por una guerra prolongada y profundizada aquí en los próximos años.
Parece que sus últimos movimientos diplomáticos y militares apuntan en ese sentido. Pero aún queda, acaso, la opción ilustrada, en la tradición Europea, de intentar imaginar otro mundo posible, más justo y humano, y más acorde con la Naturaleza. El problema está en que esta última opción sólo es posible desde la movilización y la ilustración de la sociedad civil, no bajo la bandera del miedo sino de la democracia. Es urgente refundar la democracia en Europa.
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