Los “nonsense” de las marcas
Por Juliano Oscar Ortiz , 10 febrero, 2014
En el posteo inaugural de esta sección hablaba sobre el sentido común; en este caso, siguiendo la similitud de las palabras pero no de los conceptos, hablaremos sobre los sin sentidos.
Francois Rabelais fue un escritor, humanista y médico francés que vivió en el siglo XVI y que es recordado entre tantas cosas, por la invención de un género literario que luego fue apropiado por otros escritores británicos (esa adicción a las pastillas del piraterismo tan mundialmente propia de ellos) y que no es otro que el nonsense o sea la figura literaria que puede ser en verso o en prosa, que busca generar, juegos de palabras que quebrantan las formas comunes de la sintaxis y la semántica, juegos que resultan insólitos, comúnmente irónicos y absurdos. Literalmente «nonsense» significa «sin sentido». El autor de Pantagruel escribía y se mofaba de los vericuetos del poder judicial de ese entonces, creando una suerte de pedestal desde donde la sociedad francesa podía contemplar cómo el sin sentido se aplicaba a las imposiciones de las instituciones y de las leyes.
España y su sin sentido
Los nonsense publicitarios son muy diversos y los podemos apreciar tanto en las estrategias publicitarias, como en aspectos puntuales de un anuncio o aviso. Sin sentidos como haber leído, a mitad del año pasado, la noticia en Expansion.com de que la marca España había sido solicitada en el Registro de Marcas por un particular. Extraño, irrisorio, increíble, todo eso junto, cuesta creer que una persona obtenga los beneficios de la marca España, y que el gobierno haya pasado por alto este trámite.
Muchos estarán de acuerdo que resulta un sin sentido que el gobierno no explote la fuerza de la marca España. A pesar de la crisis y de los últimos hechos de corrupción, España es un activo que permite atraer más inversiones, participar en profundidad de los grandes temas internacionales en los foros más importantes, crear una visibilidad que posibilite la llegada de turistas, darle forma a una identidad moderna, solidaria, emprendedora, dinámica, pero por sobre todo, inclusiva, como tierra segura para la vida de cualquier inmigrante.
Aunque para Tejero (como también para otros desencantados) la marca España signifique un sinfín de malas cosas y en su canción la simbolice como la parte blanca que queda cuando vas a la playa; es un gran error que esto haya sucedido. Quizás los responsables pertinentes puedan explicar tal barbaridad.
Los sin sentidos en la publicidad que llega a nuestros hogares en forma gráfica o audiovisual han recorrido un largo camino, pero este no es momento para detenernos en anuncios puntuales, pero sí para recordar que la publicidad debe respetar ciertos límites. No tiene sentido enaltecer la delgadez extrema ni ridiculizar el bajo intelecto, por citar dos clásicos recursos. Ni tampoco abofetear la mirada del público con mensajes repetitivos, o peor, con el mismo anuncio mostrado dos y hasta tres veces en la misma tanda. Estas prácticas esperemos que hayan quedado enterradas para siempre.
La publicidad es sinónimo de creatividad, y en esa simbiosis natural los sin sentidos, de cualquier índole y circunstancia, quedan bastantes feos.
Juliano Ortiz
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