Madre sí hay más de una
Por Marian Piniella Corbacho , 30 enero, 2015
Ustedes me van a perdonar, pero es que estoy cansada, pero que muy cansada, de escuchar por todos lados la famosa frasesita “Madre solo hay una”. Desde luego, madre biológica solo hay una, eso es indiscutible, al menos, hasta que la ciencia no diga o consiga lo contrario. Pero hay más tipos o maneras de ser madre.
¿Qué pasa con las madres adoptivas? Bueno, con estas no pasa casi nada, han alcanzado últimamente incluso cierto respeto y/o admiración social porque, claro, con este trajín que llevamos, nuestros óvulos y espermatozoides los tenemos, en el mejor de los casos, un poco vagos y, en otros, sencillamente deprimidos. No me extraña.
Pero ¿Qué pasa con las parejas de lesbianas que deciden ser madres? Madres las dos, por supuesto, porque una lo será biológica y la otra qué es, ¿Una señora que se pasea por la casa y que mirará de soslayo al bebé cuando pase por el lado? Pues no, no creo. La otra mujer será tan madre como su pareja, la biológica.
Pero, claro, ninguna de las anteriores habrán parido. Ah señores, ahí está la madre del cordero, nunca mejor dicho. Esa es la gran diferencia, la imperdonable e insalvable diferencia, el imperdonable e insalvable pecado que llevarán como si de la letra escarlata se tratara. Porque, entre otras cosas, nadie se preguntará por qué no lo son de la manera “normal”, “como la que dios manda”, vamos. Pues señores, tal vez, sea por eso, porque “dios” no se los manda. O porque lo han decidido así. Es increíble que la mujer siga teniendo que ir justificando todas sus decisiones. Ser mujer no es ser madre. Se puede ser mujer y madre o se puede ser mujer y punto. Ya está bien.
Y llegado aquí, es obligado preguntarse lo siguiente: ¿Y qué pasa con las madrastras?, ¿Qué son?, ¿Qué clase de híbrido entre madre, niñera y sufridora en casa son? Ahora pareciera que estuviese de moda este debate e incluso lo podemos ver en los teatros, con la adaptación de la novela de Paloma Bravo La novia de papá, que desde aquí os invito a ver. Y no es de extrañar, con el cada vez en aumento número de divorcios. Y, ojo, no lo digo como algo forzosamente malo. Es que hasta para eso hay que justificarse, bueno, sobre todo, aquí, en nuestra querida España, donde nos encanta montar un dramón siempre que se puede.
Os invito a que busquéis en el diccionario de la Real Academia Española el significado de la palabra madrastra. Pues bien, en su segunda acepción nos dice, nada más y nada menos: Cosa que incomoda o daña. Pues bien empezamos ¿no?. Intentar hacer ahora un alegato de la madrastra sería un tanto difícil y aburrido. Y digo aburrido porque me cansa repasar cómo desde pequeños nos han vendido en los cuentos cómo la madrastra no es tan buena como tu mamá, porque, recordemos, no te parió, claro. En realidad, nos han vendido tantas cosas que hemos ido engullendo desde pequeños que en algún momento tendremos que ir vomitándolas por el bien de todos. Convengamos en que la palabra, ya en sí la pobre, es un poco cacofónica. Por no hablar de que si ella es madrastra, el niño es hijastro. Preciosa palabra, sin duda. Puede parecer una tontería pero las palabras nos condicionan, pensamos con ellas y nos expresamos con ellas. Hay que cuidarlas. Debemos protegerlas.
Y recordemos una última cosa muy importante y que seguro pasaremos por alto.
Una madre biológica lo es, en la mayoría de los casos, y si nuestro actual y amado gobierno lo permite, madre por voluntad propia. Ella lo habrá decidido. Una madre adoptiva lo es por voluntad propia. Ella lo habrá decidido. Pero una madrastra, mujer que no es sino otra forma de ser madre, ya sea a tiempo parcial o completo, no lo es, a priori, por voluntad propia. Ella no lo habrá decidido. Porque dudo mucho que esa mujer tuviera como maravilloso plan romántico, sí, ese que también nos han ido metiendo en vena desde pequeña, una relación con un señor que ya tiene sus hijos e hijas, en la mayoría de los casos pequeños o adolescentes. Todo un planazo, vaya. Pero ella lo acepta, lo asume y los ama. Y en ese momento, en el que decide amarlos y cuidarlos -las que lo elijan-, se gana ser madre, se gana un respeto y un reconocimiento. Una madre biológica o adoptiva es como un funcionario, y perdón por la comparación, porque ya ganaron su plaza, su sitio y nadie lo discute, pero una madrastra es como una chica en prácticas. Cada día es examinada porque a esta versión de ser madre se le permiten menos fallos. Los deberes, los mismos, los derechos, no tantos. Y esto es así, lo aceptas o no lo aceptas. Es lo que hay cuando se ama.
Y todo sería más fácil si, ahora, en la escuela y, desde pequeñitos, junto a Mi mamá me mima, escribiéramos también Mi papá me mima, La novia de papá me mima, El novio de mamá me mima, Mis mamás me miman, Mis papás me miman, Mi madrastra me mima, Mi padrastro me mima, etc.
Señores, no monopolicemos el amor, ni tan siquiera con las palabras, con las que suenen mejor o peor, con las más conocidas o las menos pronunciadas. Hay amor para todos y desde todos, seamos generosos y el que no pueda, que empiece, al menos, con alguna que otra palabra.
Fdo: Una chica en prácticas más.
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