Madres
Por Oscar M. Prieto , 19 mayo, 2015
Hace un par de domingos los espectadores que acudieron al Ámsterdam Arena asistieron a un hermoso espectáculo y no me refiero al partido que jugaron el Ajax contra el Cambuur que, por cierto, terminó con resultado de 3-0. Ese día se celebra en muchos países la fiesta de la madre y los jugadores del Ájax saltaron al campo de la mano de sus madres. En lugar de los niños habituales, en esta ocasión eran las madres las que vestidas con chándal negro acompañaban a sus hijos futbolistas. Era la primera vez que algo así sucedía en un terreno de juego. Un gesto sencillo y hermoso que los espectadores recibieron con una gran ovación.
La vida, que de por sí es dura y complicada, sería mucho más agradable y llevadera con pequeños detalles como éste. Estoy seguro de que el domingo los jugadores del Ajax jugaron felices, sus madres estaban felices y el público también. Es más sencillo de lo que parece conseguir que los demás estén de buen humor, sólo hay que proponérselo y para ésto hay que tenerlos presentes, pensar en los otros, y si pensamos en los otros y nos ponemos en su lugar, seguro que nos entenderemos mejor, en lugar de juzgarnos y así estaremos todos mucho más contentos. Es una bola de nieve en realidad, y como toda bola de nieve empieza por un copo.
De las madres qué voy a decir. Es algo tan misterioso, incomprensible y maravilloso el vínculo que une a una madre con su hijo, carne de su carne, vida de sus entrañas. Incomprensible porque está fuera de toda lógica y razón y más en estos días en los que el egoísmo está bien valorado en los curriculum. El amor de una madre sale de todo patrón. Ningún otro amor sin condición, sin esperar a cambio nada. No nos damos cuenta, pero nos estremeceríamos si escucháramos bien cada vez que una madre nos dice: vida de mi vida. Las madres, esos seres fabulosos y reales, capaces de cualquier sacrificio por sus hijos.
Ese mismo domingo, a la hora del ángelus, el Papa Francisco pedía un aplauso para todas las madres que estaban presentes en la Plaza de San Pedro. Y yo también pido un aplauso para ellas. Llamadlas ahora mismo o mejor id a verlas y dadles un buen beso.
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