Madrid Fetish
Por Javier Divisa , 7 abril, 2014
Hay escenas tristes que son para descojonarse de risa y episodios inventados para ser cómicos que desembocan en lágrimas. Del primer caso, circuló un vídeo en Internet que a mí me produjo en su momento bastante risa y cierto trasfondo de pena. Se trataba de Hello Kitty (una gata japonesa con cara de mazapán que genera beneficios en orden a los 250 millones de euros) y Bob Esponja (una esponja marina norteamerica del Oceano Pacífico, también millonaria, que no se parece absolutamente a nada ni a nadie por esa mezcla de simpleza y perplejidad que tiene ese alien de los mares), en fin, ambos peleándose por conseguir su pequeño distrito en la Puerta del Sol para buscarse la generación del maldito parné.
A mí, teniendo en cuenta la cantidad de pelos que albergan estos colegas en los huevos y la cantidad de litros de Mahou con arepas al son del reggaeton que se habrán mamado, el hecho de que dos adultos se vistan de dibujos animados me produce bastante grima, y solo lo justificaría una situación de miseria o necesidad extrema. Valga en la intimidad, como entelequia sexual, que se la ponga dura verse dentro de Hello Kitty, o bien para salvaguardar el berrinche de un niño monstruoso en una habitación infantil, pero caray, en pleno centro de Madrid darse de hostias disfrazados de dibujos animados viene a ser un acto de infamia, aunque no negaré que hay que tener dos cojones bien puestos en mitad del bochorno. Y que representan la lucha de poder, el Capitalismo, el usufructo de la propiedad privada sobre el capital, como medio de producción, es decir el derecho real a gozar de esa cosa ajena que son unos cuantos metros cuadrados de la Puerta del Sol.
Siguiendo con este Madrid Fetish de los domingos, supongo que habrán visto ustedes a las familias de las pelucas verdes y las caretas grotescas, las gafas de retrasado, a los proxenetas disfrazados de Cristiano Ronaldo, a los toreros, a la gente de barro y como no a las cabras más horribles del universo, que sienten taquicardias al son metálico de la moneda. Desconozco si las han visto, pero escondidas en las cabras, verán ustedes (no sé como decirlo) la oposición frontal a los canones de belleza del siglo XXI, unas gitanas más feas que la bulimia, ciertamente aterradoras y ciertamente representantes de la miseria, buscándose la vida, y esa carencia de dignidad que tiene todo lo que se esconde detrás del hampa rumana. Pues así con todo, vendrá una familia a depositar unos euros para agitar los espasmos, el tintineo de la cabra. Las cabras no son muy bonitas, ni siquiera Bob Esponja es mínimamente atractivo, pero vienen a ser la tele de la calle, la derrota del sistema cultural. Así que yo, que voy de guay por la vida y veo la tele en la ciudad, me pongo en Preciados a mirar aquel cuarteto maravilloso de músicos rumanos y polacos, buscando algún resquicio de esperanza. El resto del teatro también lo miro, como Ignatius Really, por muy deplorable que sea, no puedo dejar de mirar, esa mezcla de vergüenza ajena y placer. Pero el canal en la calle lo cambio yo. Y recuerden, debajo de Bob Esponja a menudo hay un ecuatoriano borracho
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