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«Manchester frente al mar». La marea de los Oscars

Por Emilio Calle , 8 febrero, 2017

Resulta tarea compleja ver una película que viene avalada (para quien crea que eso es un aval) por cinco nominaciones a los premios Oscar de este año. Y no menores. Película, dirección, guionista y varios actores, incluyendo al protagonista.
A lo que se añade cierto entusiasmo crítico bastante generalizado que sólo cabe explicarse ante la falta de propuestas realmente que representen un desafío para el espectador.
«Manchester frente al mar» narra la historia de Lee (Casey Affleck), un extraño y solitario sujeto que malvive haciendo chapuzas en algunos edificios de apartamentos. Tan sólo sabremos de él que no se lleva muy bien con la gente (aunque las personas que lo tachan de raro son mucho más groseras e intratables que él) y de un modo incluso aún más evidente que alguna desazón está destrozándolo por dentro. Una llamada hará que tenga que alejarse de ese frágil pero estable refugio donde trata de pasar lo más desapercibido posible. Su hermano ha muerto, y debe regresar a su pueblo. Y enfrentarse con lo que allí le espere.
Como se ve, el arranque no puede estar más trillado. Y los caminos por los que el protagonista deberá desenvolverse no lo están menos. Kenneth Lonergan, guionista y director, no acierta en momento alguno en sus decisiones. Que Lee ha sufrido algún acontecimiento terrible en ese lugar es de una evidencia un poco desconsiderada para con el espectador, que debe esperar casi un cuarto de película hasta que alguien diga claramente y sin susurros ni rodeos lo que ya sabemos. Pero lo es aún más cuando trata de alargar en lo posible el resolver ese misterio, cuando ese misterio ni tan siquiera puede pasar por tal, es sencillo saber lo que le ha ocurrido, y que es una oscura culpa la que justifica su manera de comportarse (otro defecto terrible, no hay tantas diferencias entre él y los demás como para estar señalándolo con tanta insistencia y luego olvidarse del tema), y a la que tendrá que enfrentarse, aunque sin mucha entrega, para que sea esa culpa la que deba acomodarse a las nuevas circunstancias, y no viceversa como al parecer había estado ocurriendo en ese lugar donde se había escondido. Tendrá hacerse cargo de su sobrino (a pocos años de cumplir la mayoría de edad), y tratar con antiguas amistades, y con otros miembros de su familia. Todo esto punteado por una serie de «flashbacks» que no hacen otra cosa que contar lo que ya sabemos, o por si alguien ha llegado tarde a la sala (digamos una hora y media tarde, y hay que recapitular). Ni un solo giro argumental que sorprenda o enganche, ni una secuencia que se haga memorable, ni un solo hallazgo visual que no sea otra forma de intentar burlar las embestidas de la indiferencia. Y por supuesto, termina como debe terminar. Muy independiente, sí, pero de la libertad creativa y corroída por lo previsible, por mucho que se demore la llegada, e hija de lo peor del nuevo Hollywood.
Su tristeza no cuaja.
Su desaliento no prende.
La película, a falta de un escritor y de alguien que la dirija, queda bajo la responsabilidad única de los actores. En algunos casos, como Michelle Williams o Lucas Hedges (fantásticos ambos, lo mejor de la película), su trabajo hace que sus personajes sean mucho más complejos y ricos en matices, superando lo que les ofrece el guión. Y bueno, Cassey Affleck, cuyo talento ya nadie pone en duda y quien ha dado más que pruebas de ser un actor excelente, no consigue abordar el papel sin abandonar ese registro casi único que le impone el director, que con ello intenta que por momento uno no sepa si ciertas secuencias, ciertos diálogos, sean parte de una comedia o de un drama (fea confusión esa si no se tiene absolutamente controlada). Y Affleck, pese a que no se le puede restar mérito alguno a su notable esfuerzo, no logra en ningún momento alzarse con el protagonismo a menos que esté solo en pantalla. La apatía y descorazonadora actitud de su personaje termina por contaminar su trabajo y al final se convierte en parte del problema cuando debería ser la solución.
Es muy lamentable que se celebre un trabajo no mediocre, pero muy lejos de tener solidez suficiente como para considerarla una de las mejores películas del año.
Y hasta uno se siente mal al no poder abordar este trabajo desde el más irreductible de los escepticismos. No por hablar de sentimientos, de personas, sin presupuesto y con falsos aires de cine independiente, «Manchester frente al mar» es una película excepcional.
Sólo es un titulo muy menor lleno de grandes nominaciones.
Y ese sí que es un verdadero drama.

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