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Maneras de morir

Por José Luis Muñoz , 13 junio, 2020

No todo el mundo muere igual. No todo el mundo se enfrenta a ese último paso que supone dejar la vida y perder de vista a los que le han acompañado durante esta. Poner punto final a tu historia debe de ser complicado para los que la muerte no les coge de sorpresa. Hay quien tiene tiempo para reflexionar sobre ese drástico no ser y otros que sencillamente lo niegan como mecanismo de autodefensa. Pienso en los suicidas, los que se aproximan al precipicio y dan ese paso adelante que los lleva al vacío, a la vía del tren, al mar, al duro asfalto o al frasco de pastillas, en el vértigo de ese paso y son ellos mismos los que invocan a la muerte.

Hay maneras de morir que se ensayan para la posteridad o para uno mismo para darse satisfacción en ese último instante. Recuerdo una vieja foto de la revolución mexicana, si no me equivoco, y al reo mirando desafiante al pelotón de ejecución, que lo va a sacar a balazos de esta vida, con una sonrisa en los labios. Creo que de forma inconsciente utilicé esa imagen en un relato. Era muy literaria.

El sueño del artista es morir creando. Incluso muchos pecamos de una cierta ingenuidad y creemos que mientras estemos en esa tarea la Parca pasará de largo. El actor de teatro fantasea con morir en el escenario, y si su muerte se solapa con la del personaje que interpreta, miel sobre hojuelas.

Todo esto me viene a la cabeza con la muerte ejemplar del cantante Pau Donés por el que era imposible no tener aprecio más allá de sus virtudes musicales. Con el calendario apretado, sin mucho margen de fechas por delante, agradeció a los sanitarios su lucha heroica en esta pandemia que nos azota y hasta tuvo la generosidad de grabar un último disco y un video clip para una posteridad que él ya no vería.  Hermoso legado y generosa despedida de alguien que afrontó su punto final sin dramatismo y nos ha dado una lección de bien morir.

Días atrás murió Ana Portnoy, una fotógrafa argentina con la que, en algún momento de mi vida, tuve una cierta amistad. Lamentablemente no pude asistir a la que sería su despedida artística, una exposición fotográfica titulada Disparando al autor para darle ese último abrazo. Hay veces que no puedes despedirte de la gente que aprecias, o decirles a la cara lo mucho que los quieres porque la muerte se te adelanta, por eso mi consejo es decírselo en vida. Eso sucedió con Isidro Garrido, un colega y amigo que se llevó por delante esta maldita pandemia. Estos meses extraños han sido muy prolijos en desapariciones. Cada quince días he tachado un nombre en mi directorio.

Hay maneras de morir, y la de Pau Donés, o la de Ana Portnoy con esa última exposición fotográfica, puedo decir que son hermosas. Pau Donés agradecía lo que le había dado la vida, que era mucho, éxito y seguramente felicidad. Todas estas muertes, las de los que conozco personalmente, o porque están en el imaginario colectivo, me remueven por dentro. Y entonces me acuerdo de Bob Fosse. Si hay alguien que se murió a lo grande ese fue el director de Cabaret, y de esa película más oscura llamada Lenny, desahuciado por el cáncer, que tuvo la osadía de prever su propia muerte en forma de musical, explicando el proceso sin un ápice de fatalismo. Su alter ego, el también fallecido Roy Scheider (el actor de Tiburón), con tubos, catéteres, conectado a las máquinas respiradoras de una UCI,  moría danzando con la propia muerte,vestida de blanco, no de negro, interpretada por una pletórica y hermosa Jessica Lange que venía a buscarle en ese musical testamentario que era All the Jazz, sencillamente maravilloso.

La muerte también forma parte de la vida, es su colofón, da sentido a ésta. No nos enseñan a vivir, tampoco a morir. Debemos aprender sobre la marcha. Algunos no llegan a tiempo.

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