Manolo Saiz, el último mariscal
Por Fermín Caballero Bojart , 4 julio, 2014
29 de julio de 1998. Tour de Francia. Laurent Jalabert conversa con Manolo Saiz, director deportivo del equipo ONCE. Foto AFP/Archives.
Los mortales tienen miedo a morir, a morir sufriendo. Los ciclistas no. El Tour de Francia solo les hace inmortales más allá de los Campos Elíseos, más allá de la gloria, cuando terminadas las tres semanas de la carrera más prestigiosa de la tierra, se bajan de la bicicleta y sus nombres aún permanecen en las crónicas. Junto al maillot amarillo, como farolillo rojo, por una victoria de etapa, después de un triunfo en la montaña o por una derrota precedida de una endiablada fuga. Dos mil periodistas, ochenta y cinco canales de televisión, setenta y cinco agencias de fotografía y cincuenta emisoras de radio seremos testigos, junto a miles de aficionados, de la capacidad de sufrimiento para la que han sido entrenados los mejores ciclistas del mundo, para que en la memoria de todos nosotros jamás se olvide que el ciclismo representa el espejo de la vida. De los que temen sufrir mientras mueren.
El Tour nos alcanza. Ayer, hoy y mañana. Nos alcanzará siempre, como la bala que alcanzó a cada soldado de la Gran Guerra. Tragedia que triplicaba las tiradas de los diarios, donde los corresponsales acuñaban su oficio. Homenaje que Francia rinde al brutal acontecimiento que paralizó la carrera 4 infernales años. Después de su periplo por tierras británicas la “grande boucle” entrará por Le Tuoquet (4ª etapa) y las pedaladas de los héroes desenterraran del olvido la idiosincrasia de la vieja Europa. Sobre un firme de pavés, de dolorosas vibraciones, que dibujan postales de aguerridos hombres de barro y hierro. Tras los adoquines de la Paris-Roubaix les alcanzarán Los Vosgos.
Para entonces los corresponsales reciclados a cronistas, acabada la Segunda Guerra Mundial, ya tenían la perpetua penitencia de escribir sobre ciclismo. Y desde Los Vosgos, que ya se subieron por primera vez en 1905 como un intento tímido de romper la monotonía de la llanura, caerá abruptamente el pelotón sobre Alsacia. Como cayó Luis Ocaña en el sesenta y nueve agarrándose a la épica del soldado desconocido. Unas etapas (8ª, 9ª y 10ª) donde algunos de los favoritos, superada la barrera psicológica de los 1000 quilómetros, ya tendrán claro la cuerda de sus piernas. Y aún les quedarán 2500 para llegar a París y una contrarreloj (penúltima etapa).
Las crónicas de Albert Londres (“Las batallas han tenido lugar en plena noche, en la madrugada, bajo el impacto del mediodía, a tientas, en la niebla que provoca cólicos, contra el viento en contra que los inclina de lado, bajo el sol que quería acogotarlos sobre su manillar”), Curzio Malaparte (“Bartali sabe que un solo fallo en el motor de la providencia puede suponerle una derrota. Por el contrario, Coppi solo cree en el motor que le ha sido confiado, es decir en su cuerpo”), Marco Ferretti (“un uomo solo al comando”), Roland Barthes (“la forma, estado más que ímpetu, equilibrio privilegiado entre la calidad de los músculos, la agudeza de la inteligencia y la voluntad del carácter”), o Dino Buzzati (“En mitad de una carrera, de improviso, te sentirás extrañamente solo: como un rey en la batalla que, al darse la vuelta para impartir órdenes, no ve ya a su ejercito”) levantaron la vieja pátina del ciclismo. Sacaban brillo a sus plumas cerca de los guerreros, próximos a Los Pirineos. Donde el Tourmalet (etapa 18) habla con los dioses del Olimpo para dar su visto bueno a las victorias. Y a las derrotas. Por allí serán juzgados, si llegan vivos, Joaquín Rodríguez (forzado de la carretera), Nibali (campeón de Italia), Contador (33 días de competición en 2014), Valverde (en su segunda juventud), Froome (vencedor del Tour 2013) y el osado que rompa la carrera con una fuga para formar parte de sus crónicas. De sus églogas.
Pero no son ellos, los periodistas, objetivos o no, los que más saben del Tour. Son los generales de la competición, los que, fieles a sus hombres, abandonan los últimos el asfalto. Los primeros en dar la cara ante los medios. Los que les enseñan el camino fácil hacia el triunfo o el golpe de pedal decisivo con la sabiduría que alberga la experiencia. Son hombres ya retirados que lo observan todo desde el palco de la memoria. Con un prisma de primera calidad. Así, solo así, es posible perpetuar las grandes gestas. Y hoy me he acercado a la trinchera de Manuel Saiz Balbás (Torrelavega, 1959), Manolo para los ciegos. Para los desmemoriados un tipo con agallas al que me he atrevido a preguntarle lo que no me decantaba por escribir sobre este Tour 2014 que comienza mañana.
Fermín Caballero.-¿Qué te parece, en líneas generales, esta edición del Tour de Francia?
Manolo Saiz.-El Tour siempre es muy parecido con pequeños detalles diferentes, en este año la novedad es el pavés. Eso puede hacer que alguno de los líderes deba correr de manera diferente.
FC.- El ciclismo progresa y los ciclistas cada vez son más competitivos en diferentes modalidades. Juventud y madurez se dan cita en el Tour una vez más y parece que llega un nuevo relevo de generaciones. ¿Crees que el Tour de Francia 2014 tiene el cartel de favoritos más completo de lo que va de siglo?
MS.-Rotundamente no. En cada época se corre de una manera y se manejan ciclistas con características mejoradas pero no les hace mejores que los anteriores. ¡Me preguntas por la juventud! Hoy los jóvenes corren entre Twitter y YouTube pero están exentos de palmarés y los líderes de este Tour, con palmarés, tienen más de treinta años si exceptuamos a Froome.
FC.-Cada jornada en el Tour es importante. Siempre se pierde o gana algo cada día. Pero la montaña pone a cada uno en su sitio. Sobre todo teniendo en cuenta que 6 etapas de esta edición han sido marcadas como de alta montaña (10ª, 13ª, 14ª, 16ª, 17ª y 18ª), ello sin olvidar etapas como las de la segunda jornada. ¿Crees que favorece a Contador o a Valverde en sus aspiraciones de cara a la victoria final tener tanta montaña?
MS.-Yo veo el ciclismo de forma más global, no me centró en Alberto o Alejandro, Pienso que la montaña está muy concentrada y que la recuperación está por encima de la cualidad de la escalada. Todo aquel ciclista encuadrado en un fuerte equipo va a tener alguna posibilidad más, pues va a disponer de mas variedad táctica.
FC.-¿Qué equipo llega más preparado para cubrir a su jefe de filas en la montaña después de lo visto en otras carreras de esta temporada? ¿Sky, Tinkoff, Saxo, Movistar…?
MS.-¡Pues confió más en los puntos suspensivos! Confió en Astana por su disciplina y porque su líder, Nibali, por circunstancias no planificadas, llega de menos a más.
FC.-Si participases en este Tour y tuvieses la posibilidad de elegir entre el pelotón internacional a tus 9 pupilos, ¿a quién te llevarías y por qué?
MS.-Por supuesto a Contador, Nibali, Nieve y otros seis gregarios de garantía. Aunque sí tengo que decir una novedad elegiría a Rui Costa y si debo elegir a un líder de futuro a Nairo Quintana.
FC.-Parece que los avances tecnológicos, como el túnel de viento, están mejorando el estilo del corredor en contrarreloj, los pinganillos las estrategias, los medidores de potencia las expectativas de fraguar un ataque explosivo, en definitiva el ciclismo se ve envuelto en la vorágine de la tecnología que nunca deja de avanzar. ¿Crees que pueden volver a decidir un Tour, como le sucediera a Lemond en 1989?
MS.- Me parece pretencioso afirmar eso. ¡No se gana el Tour en un kilómetro! Lemond ganó en el día a día y eso le dio la posibilidad de llegar a la crono final. Contador fue el más regular en la Vuelta y la gano por táctica, ¡no la perdió Purito! Siempre se gana por cualidades y concentración.
FC.-Creo que el verdadero aficionado al ciclismo añora a los Ocaña, Fuente, Arroyo, Pino, Delgado o Lejarreta. El pasado Giro no fue especialmente atractivo para crear afición. ¿Aciertan los organizadores con tanto viaje, globalización y merchandising? ¿Qué cambiarías para hacerlo más atractivo?
MS.- El aficionado añora lo que le marca a una edad, por ejemplo yo sueño con la bici naranja de Ocaña, amo la ambición de Merckx. Pero me quedo con lo que yo creé, con mis ciclistas, con el estudio del día a día, con la prensa objetiva, con lo compartido en el pelotón. Simplemente, con el buenos días. No hace mucho un campeón (con mayúsculas) me decía: “El otro día saludé a un favorito para el Tour y no me dio los buenos días” y sorprendido me dijo “no sabe ni quien soy”.
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