‘Marte’: El náufrago del espacio
Por Ivan F. Mula , 20 octubre, 2015
Cualquier película de ciencia ficción que estrene Ridley Scott en lo que le queda de carrera va a despertar, inevitablemente, gran expectación. A pesar de que el director británico ha tenido una trayectoria bastante irregular y de que su última incursión en el género con Prometheus (2012) fue más que decepcionante, el recuerdo de sus primeros trabajos, Alien, el octavo pasajero (1979) y Blade runner (1982), sigue teniendo una fuerza superior a todo lo demás.
En esta ocasión, las cosas han salido algo mejor que la última vez. Con un divertido y bien armado guión de Drew Goddard, director de la original La cabaña en el bosque (2012), Marte es una emocionante aventura de superación personal, muy similar a cualquier historia de naufragio pero con la peculiaridad de transcurrir en el planeta rojo. Durante una misión tripulada, el astronauta Mark Watney (Matt Damon) es dado por muerto y abandonado por la tripulación. A partir de aquí, se verá obligado a recurrir a su ingenio para mantenerse con vida y encontrar la manera de comunicarse con la Tierra.
La película, de más de dos horas de duración, tiene un pulso narrativo perfecto, combinando hábilmente las tramas de ambos planetas y consiguiendo un ritmo adecuado a una historia que no resultaba fácil de contar. Además, evita caer en el dramatismo barato o en la inverosimilitud. En realidad, la propuesta está llena de humor y un optimismo, francamente, contagioso.
Parte del mérito reside en el trabajo de su actor protagonista que, guste o no a sus detractores, destila carisma en cada plano. Damon es Robinson Crusoe en versión youtuber y, a la vez, yerno perfecto y héroe incansable.
La cinta contiene referencias a 2001: Una odisea del espacio (1968) y Gravity (2013) sin ánimo, no obstante, de resultar trascendental o angustiosa, al contrario, demostrando un gran sentido del entretenimiento y de la emoción para todo tipo de públicos. Si acaso, podría acusar cierta ingenuidad en su desarrollo, sobre todo en cuanto a sus devaneos geopolíticos y un ligero aroma a manual de autoayuda. Pero, en cualquier caso, nada de todo eso puede estropear su fantástico empaque visual, su inteligente dosificación y una banda sonora llena de éxitos de los años 70 y 80 acordes con la ironía y el buen rollo del filme.
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