¿Mató el copywriter al escritor?
Por Blue Palm , 28 octubre, 2017
Hace unas semanas, envié a una amiga bibliotecaria mi último relato para que me diese su opinión. Al día siguiente, me dijo que la historia era buena, pero repetía mucho ciertas palabras a lo largo del escrito, lo cual lo volvía mucho más denso. Hasta ese momento, no me había percatado de ese detalle a pesar de las exhaustivas correcciones que realizo siempre con mi literatura. Y entonces pensé: ¿tendría algo que ver con el hecho de que mi trabajo como copywriter y la obsesión «googleística» de repetir la palabra clave en un artículo tuviesen la culpa? ¿Estaba degenerando la literatura, mi gran pasión, es pos de “cómo preparar un Bloody Mary” encontrada 18 veces por el plugin del SEO?
Luego tenemos la legibilidad del escrito. Esa herramienta lanzada hace un par de años por WordPress y que regula que las frases no superen las 20 palabras para no “saturar” al lector, como los escritos de los ingleses. Siempre he sido de frases largas y puntos vagos, pero mis escritos literarios cada vez abusan más de las frases cortas, a veces necesarias; otras, totalmente represivas con la esencia del texto.
Vivimos en el tiempo de lo instantáneo: queremos series en streaming y títulos de artículos que lo sean todo a la hora de atraer a un lector con miles de opciones informativas en Internet. Y como tal, el tiempo es oro a la hora de producir contenido. Te piden textos de calidad, pero que sean para ese mismo día, porque todo el mundo ya ha empezado a buscar “vacaciones verano 2018” en Google y tú no puedes quedarte atrás.
Y es un jueves por la noche, ya cansado, cuando aparcas al copywriter que llevas dentro y te pones a escribir un relato. No sabes por qué, pero sientes la necesidad de que esté terminado antes de irte a la cama. Al parecer, no hemos conseguido apagar el turbo. Ya lo retocarás y pulirás cosas, sí, pero por muchas veces que lo lees te parece estar leyendo un post, que no un cuento. ¿Qué era de aquel escritor que solía pegarse dos meses para planear veinte finales distintos para un relato sin dar la vuelta a los relojes de arena? ¿En qué momento nos volvimos tan rápidos?
Por una palabra: dinero. El copywriting, al igual que otras muchos empleos nacidos en la era de Internet, nos aporta dinero, pero la literatura aún no. O no al menos de la forma en que nos gustaría. Si nos preguntan si queremos antes un BigMac o un chuletón de Ávila, diremos BigMac, aunque su sabor, en ocasiones, sea más caduco que el curso de una bengala. Vivir de escribir te dirán: en Internet, en charlas para emprendedores y artículos de 10 cosas que… sí. Pero lo que nadie dijo fue que el viejo sueño de vivir de escribir no fuese exactamente tal cual. Y lo peor de todo: que matase lentamente a la escritura con la que realmente soñamos. Esa algo más pura pero tan poco optimizada.
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