¡Melisande! ¿Qué son los sueños? | Hillel Halkin
Por Julia T. López , 1 abril, 2014
Traducción de Vanesa Casanova
Libros del Asteroide
Barcelona, 2014
262 páginas
Hacía tiempo que no me encontraba con una novela que supiera manejar el delicado asunto del amor con la profundidad, el lirismo y la sinceridad que el escritor, traductor, crítico literario y biógrafo neoyorkino de origen israelí, Hillel Halkin, despliega en esta obra de madurez, ¡Melisande! ¿Qué son los sueños? Tampoco es frecuente que un libro se convierta en sujeto activo de su propia historia y adquiera un significado que lo erija no solo en emisor para el lector, sino para los propios personajes de la trama que encierra. Así, la narración se engrandece y cumple una función que trasciende la mera lectura porque se convierte en motor de aquello que el relato ya no va a contar pero que cualquiera que haya conocido a sus personajes desearía conocer: ¿qué va a suceder ahora?
El narrador, Hoo, escribe para Melisande (Mellie) la historia de su relación, que comienza en el instituto, en Nueva York, donde ambos editan la revista literaria escolar junto con otro compañero, Ricky, al que les une una buena amistad y la afición por la literatura y la filosofía. Finalizan entonces los años cincuenta y con ellos la “caza de brujas” y el macarthismo. Estados Unidos va a entrar de lleno en los años sesenta, la etapa aperturista de Kennedy, la lucha por los derechos civiles y por la igualdad racial, la libertad sexual, la extensión del consumo de drogas, la influencia de la filosofía budista en el estilo de vida hippie y la guerra de Vietnam. Hoo, Ricky y Melisande comienzan sus años universitarios envueltos por esta revolución cultural que cada uno logrará interiorizar a su manera. Después de debatirse entre el amor de ambos amigos, Melisande se casa con Hoo y son felices. Él logra un puesto de profesor en una universidad de Illinois donde la pareja comienza su nueva vida con intención de formar una familia. Sin embargo, algo inesperado hace que las cosas no salgan como ellos desean y, a partir de entonces, el relato se abre y florece, hasta alcanzar su máximo esplendor en la última línea de la novela.
Aparentemente, la historia nos habla de personas de carne y hueso, a las que les suceden las mismas cosas que podrían ocurrirle a cualquier sujeto de clase media. El carácter de los protagonistas se encuentra perfectamente definido por los ojos y la pluma de Hoo, que los describe con la sinceridad y la confianza de quien charla sobre ellos con un ser querido que los conoce a todos. La trama central es de corte sentimental, se detiene en contarnos los avatares de esta pareja a lo largo de veinte años, sus alegrías, los conflictos vitales y conyugales, que en realidad son patrimonio de la humanidad y, por tanto, leer sobre ellos resulta catártico para cualquiera. Pero si el lector se detiene un poco a observar, descubre que la novela no se limita a contar la realidad, sino que une fondo y forma de modo tan perfecto que hace del conjunto un hermoso bordado lleno de detalles que buscan la verdad, como pudo ser aquel tapiz en el que se inspiró Heine para escribir el verso de su poema Geoffroy Rudèl und Melisande von Tripoli, que da título al libro:
¡Melisande! ¿Qué son los sueños?
¿Qué es la muerte? Algo en vano.
La verdad solo pertenece al amor,
y, siempre bella, yo te amo.
Según nos cuenta el poeta alemán, Melisande era esposa de un cruzado, famosa por su increíble belleza. Geoffroy, un trovador francés que se enamora de la imagen que su fama ha forjado y decide viajar hasta Trípoli para conocerla. En el barco el trovador enferma y, ya en su destino, muy grave, pronuncia infatigablemente el nombre de su amada. A oídos de Melisande llega la noticia de que un poeta moribundo está llamándola y va en su busca, llena de curiosidad. Al verlo se enamora de él al instante pero cuando lo besa Geoffroy muere en sus brazos. Ese primer y último beso es dulce y triste, lo mismo que la historia que Halkin nos cuenta. Continúa Heine en su poema explicando que cada noche Melisande y el trovador, inmortalizados en el tapiz que adorna las paredes del castillo de Blaye, cobran vida y se salen de la trenzada urdimbre para continuar su diálogo de amor interrumpido por la muerte.
También Mellie, en la novela, teje. Y Hoo la persigue o la espera. Toda la obra se ve imbuida por referencias constantes a textos literarios y filosóficos que son, en realidad, guardianes de los recuerdos que Hoo va ordenando en función de las notas atrapadas entre sus páginas y olvidadas allí. En la historia se mezclan misticismo, poesía y búsqueda de la verdad como belleza, bajo el influjo del pensamiento platónico acerca del amor, esa idea sobre la que Aristófanes dialoga con Erixímaco en El banquete y que afirma: nuestra raza sólo podría llegar a ser plenamente feliz si lleváramos el amor a su culminación y cada uno encontrara el amado que le pertenece retornando a su antigua naturaleza. La búsqueda del alma gemela, de la belleza como única verdad encarnada en el ser amado, que no es sino el atisbo de la perfección inmortal, también del gusto de los románticos, y la maternidad como instinto de alcanzar lo eterno a través de la procreación son los bastidores que sostienen la tela cuyo dibujo nos presenta esta historia de amor. Melisande y Hoo, al igual que los amantes del poema de Heine, se salen del tapiz para atrapar al lector y hacer que se asome a su mundo. El autor los crea reales, tangibles, al tiempo que embruja su universo con un místico filtro amoroso. Halkin conserva en su texto la esencia del amor romántico pero lo sustenta sobre dos acertados pilares: la cotidianeidad reconocible, con su trasfondo histórico, y el mundo psicológico de los personajes que se nutre de la propia literatura.
¡Melisande! ¿Qué son los sueños? es mucho más que una novela romántica, es una filigrana literaria cuyo valor reside en la sencillez y precisión con las que el autor actualiza la tradición clásica sobre el amor y la transforma en verdad y en belleza.
Comentarios recientes