Meteora, de Spiros Stathoulopoulos
Por José Luis Muñoz , 25 junio, 2014
Menos es más. Es lo primero que se me ocurre después de ver esta preciosa y breve (82 minutos) película minimalista rodada en los impresionantes monasterios ortodoxos del siglo XIV de Meteora, Grecia, Patrimonio de la Humanidad.
Un monasterio masculino y otro femenino, edificados en sendos picachos imposibles y colgados al vacío, aparecen enfrentados y separados por otro peñasco abrupto en cuya cima nace milagrosamente un único árbol. En este escenario mágico pero real, tan ajeno a las tentaciones del mundo moderno y muy dado a la vida eremita, el monje ortodoxo griego Theodoros (Teo Alexander) se enamora de la monja ortodoxa rusa Urania (Tamila Koulieva-Karantinaki). Entre los quehaceres monásticos—las ceremonias religiosas, los mil y un escalones que debe subir el joven monje para acceder a su monasterio, la bolsa de malla que emplea Urania para ser izada hasta el suyo, descritas con minuciosidad por el director, como formas de un ritual que acerca a Dios—Theodoros invita a una comida campestre a Urania y a partir de ahí su relación se hace más carnal (consigue besarla, tocarla y ver sus cabellos). Los dos amantes, desde las ventanas de sus celdas, se comunican con los destellos de sus espejos y de ese modo conciertan sus citas.
Sin apenas diálogos—Urania habla en ruso; Theodorus en griego—y con la ayuda de una exquisita animación de aire bizantino que ilustra las dudas éticas de los dos protagonistas—Theodorus martilleando los clavos de Cristo crucificado para que con su sangre torrencial logre salir del laberinto en el que se ha metido—, Spiros Stathoulopoulos construye esta minimalista historia de amor ambientada en un mundo que permanece anclado en el pasado pero en el que se cuela la sensualidad porque la carnalidad de los cuerpos jóvenes gana la partida a la impuesta espiritualidad—la monja Urania acariciando su cuerpo con las manos; la escena de la cueva, con una Urania desnuda que no se quita su cofia monacal para hacer el amor, que parece una lámina de Bocaccio—. Meteora es una película poética, bella—los impresionantes monasterios bizantinos ponen la guinda al pastel; el puente que Urania, en dibujo animado, traza entre los dos monasterio para que su amante acuda a su celda, es un recurso precioso—y de una sencillez pasmosa, a veces antropológica—la vida cotidiana de los pastores de cabras que ordeñan las hembras; el agricultor ascético que habla de cómo cuida sus hortalizas—, la película es una sucesión de imágenes plácidas punteadas musicalmente por Ulrich Scheideler y coros que pasa ante el espectador como un soplo.
Una miniatura exquisita esta coproducción grecoalemana. En esta fábula monástica el amor carnal subraya el amor espiritual y se convierte en un trance religioso más. Dios está también en las personas que se aman, en esos monjes que se dejan llevar por las reglas de la naturaleza.
Título original: Meteora
País: Grecia
Año de producción: 2012
Género: romanticismo monacal
Duración: 82 minutos
Director: Spiros Stathoulopoulos
Estreno en España: 13/06/2014
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