Miedo versus ilusión
Por José Luis Muñoz , 9 febrero, 2015
Por segunda vez la encuesta que Metroscopia ha hecho para el diario El País revalida la victoria de Podemos en unas posibles elecciones generales y lo sitúa muy por encima de la intención del voto del PP, a 6’8 puntos, y a 9’4 del PSOE, mientras muestra también un ascenso de la cuarta fuerza, Ciudadanos, que se sitúa a 6 puntos de los socialistas. La encuesta fue realizada a pocos días del multitudinario pistoletazo de salida de la marcha por el cambio que tuvo lugar en Madrid, que sin duda habrá influido en el resultado, y antes de que aflorasen las informaciones sobre Juan Carlos Monedero.
Si la intención de voto la mantiene intacta el partido que lidera Pablo Iglesias, a quien conoce el 99% de la ciudadanía (sólo le supera Felipe VI y Mariano Rajoy), de aquí a noviembre, fecha probable de las elecciones generales, esos chicos entrarán en el Palacio de la Moncloa con su aire fresco y dispuestos a cambiar el statu quo bipartidista de este país.
Ante el irrefrenable ascenso de Podemos, las maniobras del PSOE para impedir el sorpasso, que ya parece imparable, son de una torpeza inaudita y preludian, de ir en esa dirección, una mayor sangría de sus votantes hacia la formación que lidera Pablo Iglesias. La foto del apretón de manos entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez para sellar un innecesario pacto antiterrorista contra la yihad, muy cuestionable (en él se incluye la prisión permanente revisable, que los socialistas dicen que derogarán si llegan el poder. ¿Por qué lo han firmado entonces?, se pregunta el votante de a pie) y las torpes declaraciones del líder de la oposición haciéndose eco de que la situación económica en España, como viene pregonando el presidente del gobierno, va a mejor, desautorizado días después por algunos miembros de su propio partido, evidencian lo errático de su carrera política muy mermada desde que la líder andaluza Susana Díaz parece estar postulándose como candidata a las generales convocando unas innecesarias elecciones en Andalucía y le está moviendo la silla.
No en mejor situación está el partido en el gobierno, incapaz de marcar su rumbo como no sea para peor (llamar a rebato en su auxilio a José María Aznar, personaje que detesta la actual cúpula dirigente, es una muestra de su desesperación extrema y puede dejar en cero la abstención) y con su agenda condicionada por el frente judicial y por las revelaciones que pueda ir haciendo Luis Bárcenas. Los resultados de las encuestas evidencian que la estrategia del miedo (Cuba, Venezuela, en breve Corea del Norte o el infierno de Dante) esgrimidas por el PP no le funciona por simplista y que de los casos Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero no obtiene los réditos que aspira el partido en el gobierno al que muchos asocian con la corrupción.
La batalla electoral va a ser sangrienta, no va a haber reglas en este combate a muerte entre los contendientes y las trincheras parecen ya muy definidas. Podemos, quizá por su juventud, baila muy bien el ring, noquea sin dificultad a los dos viejos partidos que tienen los pies hundidos en la ciénaga de la corrupción, y aún tiene en sus manos proyectiles letales que seguramente dispararán otros por él. Si extienden la idea de ese pacto de estado entre los dos partidos moribundos del bipartidismo, el abrazo del oso letal del PP al PSOE, el votante socialista irá rendido a sus redes y el partido de Pablo Iglesias, el otro, el histórico, quedará reducido a cenizas como le ocurrió a su homólogo italiano y le acaba de ocurrir al griego. En cuanto al PP que, pese a todo, mantiene un suelo electoral sólido (y votantes vergonzantes que dicen no votarlos en las encuestas, curioso fenómeno ese de votar con una pinza en la nariz y a escondidas), pueden abrírsele nuevos frentes judiciales que torpedeen el Titánic en el que navega su anquilosada vieja guardia. Al partido de la caja B, que no es la de Luis Bárcenas sino la del PP, le pueden ir creciendo los enanos de aquí a noviembre pues muchos ciudadanos esperan una explicación plausible del presidente del gobierno sobre la verdad de esos sobresueldos, en cajas de puros, que cobró. A Mariano Rajoy no le creen ni los suyos y de su sangría electoral se van a beneficiar Ciudadanos y, en menor medida, Podemos.
Una trabajadora afectada de neumonía ha perdido 800 euros por faltar al trabajo. Una familia con niños pequeños ha sido expulsada de la que fue su vivienda durante muchos años. Quien no tiene dinero no puede estudiar por la elevación de las tasas académicas. Quien carece de recursos económicos no puede llevar a los injustos ante la justicia. Se quejan de justicia lenta los mismos que reducen sus plantillas y sobrecargan los juzgados con multitud de recursos. La sanidad pública se deteriora a marchas forzadas por el recorte de servicios. Delincuentes de guante blanco campan a sus anchas por las calles de nuestras ciudades. La asistencia a los comedores sociales se multiplica exponencialmente. No hay un solo contrato fijo. Los jóvenes con talento emigran del país por falta de oportunidades. Se implantan leyes mordaza para reprimir la libertad de expresión y manifestación…Y así hasta el infinito.
A día de hoy la ilusión por una sociedad más equitativa y con menos desigualdades y la esperanza de recuperar todos los derechos sociales perdidos concita más entusiasmos que el espantajo del miedo.
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