Mil noches, una boda, de Marie Amachoukeli, Claire Burger y Samuel Theis
Por José Luis Muñoz , 8 diciembre, 2014
Para los que piensan que el cine debe de estar apegado a la realidad, Party Girl, que se estrena como Mil noches, una boda y recibió el premio del jurado en el último festival de Gijón, es su película, porque a lo largo de sus 97 minutos sus directores consiguen un relato cinematográfico dramático a costa de retazos de realidad.
Puede que los primeros minutos de Mil noches, una boda, transcurran con cierta morosidad y es posible que no encuentren un espectador muy motivado hasta pasado cierto tiempo. Sus personajes son muy reales, y quizá no empaticemos con muchos de ellos hasta que no conectemos con su inmensa humanidad.
La protagonista es una antigua chica de alterne de cabaret y bailarina que cumple sesenta años y recibe la proposición de matrimonio de un cliente que la frecuenta desde hace dos años. Él tampoco es un recién llegado a la vida: se ha jubilado de la mina y está solo. El mundo de Angélique Litzenburger, la protagonista, es el cabaré en donde pasa las noches, bebe más de la cuenta, a veces se muestra desagradable y agresiva, se siente a cobijo entre sus amigas de trabajo y oculta sus cicatrices bajo las luces rojas del último garito en el que trabaja. No hay glamur en la historia porque Angélique, su novio Michel Henrich (Joseph Bour), que habla en alemán cuando se enfada (la película está rodada en Alsacia), y los hijos de ella, Mario, Samuel, Sévereine y Cynthia, esta última adoptada por otra familia tras perder la custodia su madre biológica, carecen ostensiblemente de él: ellas visten de forma espantosa y llevan unas mechas infames. Pero Angélique decide casarse con ese buen hombre, que la quiere, a pesar de no estar muy convencida de ello y tener miedo ante una situación que presumiblemente amarrará a una mujer libérrima que ha hecho su vida a su antojo sin contar absolutamente con nadie.
Mil noches, una boda es un documental. Mil noches, una boda es una película de género negro porque su protagonista principal no puede escapar a su pasado, está atrapada por su mundo. Un film próximo al cine de Ken Loach y Mike Leight que habla del pueblo llano normal y corriente que no suele ser el objetivo de las películas convencionales. Nada extraordinario ni aparentemente interesante. Cinema verité, del de verdad, puesto que Angélique Litzenburger interpreta a Angélique Litzenburger, y sus hijos son sus hijos en la vida real. Realidad con mimbres de ficción que atrapan tres realizadores, Marie Amachoukeli, Claire Burger y Samuel Theis, familiares y amigos de los protagonistas. Algo que en España cuenta con el antecedente de Carmina o revienta, pero en nuestro caso no es ausencia de glamur sino vulgaridad infinita lo que prima. Y ese ejercicio de voyeurismo ante una cámara invisible, en el que cada personaje se interpreta a sí mismo en la pantalla, se transforma en película mediante un montaje de imágenes que deviene narración fílmica.
No diré que Mil noches, una boda tenga valores cinematográficos excelsos, porque no está bien iluminada, la cámara tiembla, no hay aparentemente dirección de actores, ni planos/contraplanos, picados, cenitales, flous, movimientos de cámara, todas esa artificiosidad que embellece las historias que se nos cuentan, sino imágenes desnudas, las que resultan de poner una cámara ante una realidad. No hay belleza en Mil noches, una boda sino cierto feísmo; es la vida de una gente que quizá nos interese por su humanidad y porque la conocemos a través de las imágenes de la película. Ríen, lloran y tienen conflictos. ¿Cinema dogma a la francesa o una fórmula de hibridación perfecta entre la ficción y el documental? El trío de jóvenes directores franceses demuestra que se puede narrar desde el documental.
Título original: Party Girl
País:Francia
Año de producción: 2014
Género: melodrama sentimental
Duración: 95 minutos
Director: Marie Amachoukeli, Claire Burger y Samuel Theis
Estreno en España: 5/12/2014
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