Miopía selectiva
Por Francisco Collado , 12 noviembre, 2024
Este país tiene un serio problema
Desde una perspectiva epistemológica es imposible que algo sea uno y al mismo tiempo lo contrario.
Es decir es imposible que el Señor X, sea al mismo tiempo azucarado y amargo.
También es imposible que un debate sea uno y trino (como la Trinidad).
En este país nos saltamos a la torera toda la gama de grisuras, todas las posibilidades intermedias. Todos los muelles donde se podría amarrar para buscar la bonanza frente a las tormentas ideológicas.
Ese problema se llama polarización e impide la concordia, el encuentro y el ejercicio de la tolerancia.
Porque es imposible que un personaje sea para unos un concepto y para otros, todo lo contrario. Que la visualización de un debate, aparición pública o manifestación no tenga gamas intermedias, niveles de tolerancia, lugares de encuentro.
Aquí todo habita en un extremo o en el otro. No hay zonas de equidistancia, no hay encuentros comunes, lugares donde fortalecer las vivencias e intereses comunes.
Sencillamente porque esos intereses comunes son aplastados por la ponzoña de las ideologías, por el extremismo latente en el pensamiento hispano desde hace décadas.
Lo peor es que no hay ningún interés en avanzar. Encastilladas en sus propias entelequias, enrocadas en los mismos dogmas de siempre, ya añejos y de la “carrera de la edad cansados” (Quevedo), las ideologías siguen con “lo mismo de siempre”.
Difícil avanzar en medio de la repetición inane de mantras, luchar contra quienes dejan a su libre albedrío al cerebro límbico. Contra quienes no aportan razones, sino emociones sin procesar. El ciudadano se encuentra, como aquellos marinos que acompañaban a Odiseo, atrapados entre Scila y Caribdis, sin posibilidad de navegar libremente.
El panorama, visto desde el puente, no se aparece como demasiado optimista. Los encorsetamientos mentales, las camisas de fuerza morales, el pensamiento ortopédico, parecen gobernar estas naves. Y sus timoneles no tienen demasiado interés en que cambie.
Hay demasiados intereses en juego. Y nadie renuncia a su trozo del pastel.
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