Modelos de familia(s)
Por Fernando J. López , 24 marzo, 2014
Dos padres NO son mejor que ninguno.
Dos madres NO son mejor que ninguna.
Un padre y una madre NO son mejor que ninguno o ninguna.
Un padre soltero NO es mejor que ninguno.
Una madre soltera NO es mejor que ninguna.
Y no lo son porque, en este tema, no existe el MEJOR QUE: existe el BIEN, el DE ACUERDO, el POR SUPUESTO QUE SÍ.
Porque no hay un solo modelo de familia: hay tantos como queramos inventar, como necesitemos -según nuestras emociones- construir. Y cualquier hogar donde se quiera, se cuide, se eduque y se respete a un hijo o a una hija es una familia, así, a secas. Sin comparaciones relativas que, en realidad, parecen decirnos que tener dos padres o dos madres o un padre o madre solteros es solo el mal menor.
No se puede defender la adopción homosexual desde el relativismo rancio de campañas como la que ilustra este artículo, como si los gays y lesbianas tuviéramos que disculparnos (¿hasta cuándo tanto complejo de culpa e inferioridad?) por desear llenar de amor y de cariño a nuestros hijos. Hay que defender nuestro derecho a la adopción desde la legitimidad que esa capacidad de amor nos da para fundar una familia propia, un lugar en el que ese niño o esa niña crezcan en libertad, en responsabilidad y en el cuidado de dos padres o dos madres que se desvivirán por ellos.
Todos conocemos muchos modelos y tipos de familias. Y todos sabemos que no hay familia perfecta, que cada cual tiene sus grietas y que todos los padres, a su modo, acaban imprimiendo algunas de ellas en sus hijos. Errores y aciertos, porque la maternidad y la paternidad son de esas tareas complicadísimas para las que nadie puede prepararnos y en las que la orientación sexual no tiene nada que ver con el esfuerzo que pongamos en hacerlo bien. En hacerlo, desde nuestra vulnerabilidad, lo mejor posible.
Por eso no debe importarnos nada qué sexo tengan las personas que compongan cada familia, ni siquiera qué relación establezcan entre sí: ¿hay familia funcionales y disfuncionales? Lo dudo. Solo existen -y han existido siempre: échenle un vistazo a la literatura o, mejor aún, a sus propios libros de recuerdo- las segundas, porque todos -por muy ortodoxos que nos finjamos- somos así: erráticos y disfuncionales o, lo que es lo mismo, profundamente humanos.
Y cuando alguien pone en duda el derecho de gays y lesbianas a compartir esa humanidad, esa sensibilidad y esa capacidad de amar con sus hijos solo está demostrando una ignorancia absoluta sobre en qué consiste y debería consistir la familia. Es más, está demostrando -desde su ignorancia- que es él o ella quien quizá no esté capacitado para formar y educar una. Al menos, no si queremos un futuro de convivencia y no un porvenir de miedo, oscuridad y -este sí- funcional odio.
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