Montero Glez: Talco por si te escuece, bronce de artillería.
Por Javier Pérez , 30 abril, 2015
Talco y bronce,d e Montero Glez.
Hay por ahí gente que escribe porque les enseñaron de pequeños y les da pena dejar perder todo ese esfuerzo de sus padres y maestros. Otros se hicieron escritores porque las plazas de funcionario del servicio de aguas en el ayuntamiento de su pueblo estaban cubiertas y el negocio de churrero no se les daba bien del todo. Otros, los menos, acabaron de escritores como se acaba de calvo, de bajito o de narizotas: porque tenían un gen que les abocaba a ello y no les quedó más remedio. De estos últimos es Montero Glez, de los que antes se les llamaba escritores de raza, y ahora, en estos tiempos de pichaflojas, se les insulta calificándolos de vocacionales. Y tener raza es distinto que tener vocación, carajo… Pero ya hablaremos otro día de eso.
No es la primera novela que leo de Montero Glez. Tampoco las he leído todas, esa es la verdad, pero después de Sed de Champán y Pólvora Negra, dos obras absolutamente brillantes, sobre todo por la sensación que dejan, esperaba encontrarme el desgarro que siempre produce el choque entre la verdad, y la conveniencia, la ética y la estética, y sobre todo, lo que decimos desear y lo que realmente deseamos. Y no me falló: eso fue lo que encontré, en personajes que en nada se parecen a los frankensteins de las fórmulas editoriales, en escenarios a veces a media luz, a veces a oscuras, pero nunca artificialmente crepusculares. Los personajes de Montero Glez pueden ser putas o delincuentes, peor nunca niños guays ni vampiros adolescentes con pasaporte yanky.
¿Es una novela negra Talco y Bronce? Por supuesto. Lo es por su temática, por su ambiente, por el carácter de su u personajes y por la implacable mecánica que los genera y los tritura. Perop también es una novela social, y una novela psicológica, y por eso puede llegar a un público más amplio que los amantes del relato criminal. Talco y Bronce es una novela sobre lo que fuimos y sobre lo que deseamos, obre lo que se cocinó dentro del huevo y de la ninfa antes de la metamorfosis de aquella España franquista que terminó siendo más libre, pero nunca más valiente, que acabó siendo más rica, pero nunca menos miserable.
Montero Glez lo ha sabido ver y lo ha sabido transmitir. Ahora que se nos ha muerto Alvite, no conozco a muchos más que sepan.
Talco y bronce. No se la pierdan.
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