Muchas gracias por la mala vigilancia
Por Fermín Caballero Bojart , 13 febrero, 2014
Los ladrones de El grito, el cuadro más famoso de Edvard Munch, no querían perderse la ceremonia inaugural de los juegos olímpicos de invierno de Lillehammer, a unos 185 kilómetros al norte de la Galería Nacional de Oslo. Ni ellos ni el grueso de la policía noruega, que tenía como objetivo garantizar la seguridad del evento.
Bajo cero, aparcaron el coche junto a la fachada principal del museo, probablemente sin apagar el motor y sacaron una vieja escalera de madera. La apoyaron sobre la fachada bajo una ventana y el más hábil, encapuchado, rompió el cristal y penetró hasta la sala donde se hallaba el cuadro. En menos de un minuto, habían logrado culminar con éxito una planificación de cuatro años.
Horas después la prensa anunciaba el suceso en todas las portadas del país nórdico, oscureciendo así el prendido del pebetero olímpico, a trece grados bajo cero, a manos de Su Alteza Real el Príncipe Haakon Magnus. Ayer, 12 de febrero, se cumplieron veinte años del suceso.
Al Munch no le dio tiempo a congelarse. Los ladrones ya habían llegado a un acuerdo, dejaron la escalera apoyada en la pared y no olvidaron dejar una nota en la sala: “Muchas gracias por la mala vigilancia”. Se separaron y uno de ellos, Paal Enger, lo escondió entre las tablas de la mesa del comedor donde sus tíos y su madre merendaron tarta y café, durante tres meses, hasta que apareció la obra en un hotel al sur de Oslo. Se trataba de la versión más antigua de las cuatro existentes de El grito. Entonces Enger fue detenido.
Desde que Vicenzo Peruggia robara La Gioconda en 1911 hasta hoy, no todos los museos han invertido grandes sumas en reforzar las medidas de seguridad que luego los ladrones se encargan de vulnerar con aparente facilidad. Normalmente por la noche o simplemente atracando a mano armada.
A mediados de marzo del pasado año el FBI recordó públicamente, pidiendo la colaboración ciudadana, el Top Ten de los robos de obras de arte que aparece publicado en su web y entre los que se encuentra la sustracción que tuvo lugar la noche del 18 de marzo de 1990 en el Isabella Stewart Gardner Museum de Boston. Dos hombres disfrazados de policías redujeron al personal de seguridad a cargo del museo y se hicieron con trece obras. Entre ellas El concierto (Johannes Vermeer), tres obras de Rembrandt (incluida su única obra marina Tempestad en el mar de Galilea) y un Manet. El valor de lo sustraído en el mercado se estima que podría alcanzar unos 300.000.000 $. Pero al ser piezas únicas y estar muy difundidas sus imágenes, se hace inviable su subasta. 24 años después siguen sin aparecer y hay en pie una recompensa de 5 millones de dólares ofrecida por el museo para quién dé una pista válida que lleve a su recuperación. En las paredes del Isabella Stewart continúan colgados, como recordatorio, los marcos vacíos donde debían de estar las obras.
Tempestad en el mar de Galilea (Rembrandt)
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