Mujica, el político honrado
Por José Luis Muñoz , 20 mayo, 2014
Hasta anteayer más de uno podría pensar que político honesto era un oxímoron. O que la honestidad con la política combina tanto como el agua con el aceite hirviendo. Pues no. Aunque son una especie rara, políticos honrados haylos aunque contados con los dedos de una mano.
Está haciendo Jordi Evole unos programas sencillamente ejemplares para la Sexta, imprescindibles, de lo mejor que hay en nuestra televisión, y se acercó anteayer a José Mujica, presidente de Uruguay, extupamaro, diez años aislado en prisiones y vejado, descendiente de vascos, que sigue viviendo en su modesta vivienda de siempre—Por mi culpa, al no querer vivir en la residencia presidencial, hay 42 funcionarios inútiles con 42 sueldos. Y no puedo venderla porque si lo hago me matan, dice—y desgranó en el jardín huerto de su casa, que el mismo cultiva, mientras acariciaba a un perro con tres patas, algunas perlas que podrían escuchar los políticos europeos.
Que Europa, tal cómo nos la quieren vender los que se han colocado en el puente de mando de ese crucero, es un desastre, es algo en lo que estoy plenamente de acuerdo con Mujica. «Hay que hacer crecer la economía, hacer reformas»… son algunas de las tonterías que repiten todos los líderes europeos. ¿Crecer para quién y para qué?
Si hay alguien austero, ése es José Mujica. Detesta la corbata—Una prenda inútil que te ahoga y es pura coquetería masculina—, las modas—los trajes le encorsetan y no estaba nada cómodo con el que le endilgaron el día de la toma de posesión—, el consumismo—Hace veinte años que tengo este coche y funciona, ¿para qué voy a cambiármelo?—, pero aborrece del término austero porque lo prostituyeron en Europa. La austeridad es la excusa para despojarnos de todas nuestras conquistas sociales.
Mujica, que ha llevado a su país a una alta cota de desarrollo, ha legalizado la marihuana—Para que no se lucren con su comercio los narcotraficantes—y el aborto, es un hombre sabio que pontifica con un lenguaje entendible, de la calle. De todo lo que dijo el exguerrillero en esa entrevista extraordinaria al periodista catalán me quedo con un razonamiento clamorosamente cierto que quizá, si nos lo aplicáramos, podría cambiar nuestras vidas: Cuando tú compras algo, el instrumento es el dinero, pero en realidad estás comprando con el tiempo de tu vida. La cosa más grande que tienes es que estás vivo. Menos compras, menos necesidades artificiales, menos trabajo=más vida.
La sociedad actual nos la han edificado en torno al trabajo, la competitividad y las necesidades artificiales sin más razón que el lucro que unos pocos obtienen de nuestro esfuerzo. Hora es de revisar ese modelo y acercarnos un poco al pensador franco cubano Paul Lafargue, cuñado de Carlos Marx, que escribió El derecho a la pereza en la que proponía alcanzar, a través del uso de las máquinas—el fin de la máquina era acortar el tiempo de trabajo no hacer del hombre su esclavo—y la reducción de la jornada laboral—el reparto equitativo del trabajo necesario—, una sociedad que consagrara su tiempo a la ciencia, a las artes y a la satisfacción de las necesidades humanas elementales.
El lafarguismo de José Mújica es lo que más me convence del sabio presidente uruguayo. La verdadera riqueza es la vida, un milagro, y el tiempo libre que tengamos para disfrutarla.
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