Nadie mata como Israel
Por José Luis Muñoz , 2 agosto, 2024
Pues algo bueno, si es que eso es bueno, hay que reconocerle a Israel. Nadie asesina como ellos. Nadie persigue hasta el fin del mundo a sus enemigos y más allá, creo, hasta en el infierno. En el ADN de Israel está la venganza inoculada como un virus. La bíblica sentencia Ojo por ojo, diente por diente se queda muy pequeña. Si por ellos fuera, todos tuertos. La violencia marcó sus inicios y ahí sigue, enquistada y multiplicada de forma exponencial. Israel va poniendo muertos cada día en la Franja de Gaza y nadie le sopla el oído. Netanyahu ha estado en París y nadie lo ha detenido. Eso es lo que se llama impunidad total y absoluta, hacer lo que te dé la gana, violar todas las leyes y normas internacionales porque no tendrás consecuencias. Las escasas simpatías que tenían, las ha perdido todas. Pero ¿qué les importa a ellos que de víctimas de un genocidio han pasado a verdugos de este?
En una película dirigida por un judío norteamericano, una de las mejores de su larga carrera, Múnich de Steven Spielberg, pudimos ver cómo de despiadado era el Mossad que iba a buscar y asesinar a todos los implicados en la matanza de atletas de las Olimpiadas de Múnich. No se salvó ni uno de ellos. Israel mata con precisión o con imprecisión (la cantidad de víctimas civiles, 90, para acabar con la vida de uno de los líderes de Hamás en Gaza). Israel mata en su territorio o fuera de él, en el Líbano, en Irán, en Siria, porque ignora las leyes internacionales y no es sancionado por ello como sí lo es Rusia. Tiene licencia para matar, patente de corso, como su hermano mayor Estados Unidos que invadió y destruyó Irak y ahora se lleva las manos a la cabeza cuando Rusia hace lo mismo con Ucrania.
Su último golpe maestro, si es que consideramos el asesinato como una de las bellas artes como decía Thomas de Quincey, es la liquidación de Ismail Haniye en Teherán. Antes había bombardeado el consulado de Irán en Siria. Y había asesinado a Mohamed Deif, Salhe al Arouri, Marwan Issa y Rafaa Salameh. Y a 40.000 palestinos para matarlos que estaban al lado. Nadie asesina mejor que ellos. Que se lo digan a Yasir Arafat, envenenado. A su lado, Vladimir Putin es un pardillo. Pero Israel es una democracia, una democracia que viola los derechos humanos de los demás, que masacra a conciencia a una población y le impone un castigo bíblico de proporciones espantosas.
El asesinato de Ismael Haniye en Teherán acaba con el negociador para liberar a los pocos rehenes que aún quedan con vida y que son la excusa de Israel para perpetrar esa matanza en Gaza. ¿O ya estamos en otra pantalla? A nadie se le escapa que Israel está buscando la muerte de los rehenes si no los ha matado ya a todos con sus bombardeos. Su vida les importa un carajo. La muerte del máximo líder de Hamás fue precedida por el asesinato meses atrás de sus tres hijos. Había que causar el más feroz dolor al enemigo que ellos mismos habían aupado para debilitar a la OLP. Los hijos de los malos serán malos cuando crezcan, son como las crías de las serpientes, hay que aplastarlas cuando salen del huevo. Por eso esa matanza espantosa de niños, inédita en el mundo, cuya sangre cae sobre nuestras conciencias, porque hay que acabar con el terrorismo de Hamás, y lo dice un estado que de terrorismo puede dar clases magistrales y las da todos los días.
Una vez le pregunté a un mexicano por qué los cárteles de la droga asesinaban tanto en su país y con esa crueldad extrema. La respuesta fue muy simple: Porque pueden.
Comentarios recientes