Natale di Roma
Por Oscar M. Prieto , 5 mayo, 2015
Hace unos días, se celebró un concierto para conmemorar el 2768 aniversario de la fundación de la ciudad de Roma. Comenzó con “Fratelli d’Italia” –el himno italiano- y siguieron piezas del Nabuco de Verdi, Cavalleria Rusticana de Mascagni, Debusy y Tchaikovski. El escenario, siendo maravilloso, ya que tuvo lugar en los Foros Imperiales de Roma, no fue sin embargo lo más llamativo del evento, pues todo el protagonismo se lo concedo a los músicos de la Junior Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia.¿Qué tenían de especial estos músicos, esta orquesta? Qué se trataba de músicos con edades comprendidas entre los doce y los 16 años.
Aunque la memoria ya casi no me alcanza, a los doce años, muy probablemente, yo estaría junto con mis amigos tramando alguna trastada, sin embargo estos niños leían perfectamente las partituras, seguían las indicaciones del director de orquesta e interpretaban la música con deliciosa maestría. Hay un momento casi hipnótico en todos los conciertos de música clásica, cuando se pasa del ruido de cada instrumento afinando por su lado, al silencio cuando entra el director de orquesta, para alcanzar finalmente la armonía, que es la suma de todas los sonidos, pero más aún, de todas las inteligencias que interpretan, y además de todas las voluntades individuales que esperan su momento, que entran cuando corresponde, que silencian cuando deben callar. Una orquesta es la suma de distintos en pos de un fin más elevado, la música, del que todos se pueden beneficiar.
Esto sucedía casi al mismo tiempo que un alumno de trece años asesinaba en su instituto a un profesor de ciencias sociales y hería a varios alumnos y profesores con una ballesta y un machete. Quizás sea un caso aislado, pero es innegable que cada día hay más violencia en las aulas, menos respeto, el profesor no pinta nada y en esas condiciones es complicada la transmisión de conocimientos, ya no digo la formación. Decía Cicerón: “Educad a los niños y no tendréis que castigar a los mayores”. Quizás esta cita haya quedado desfasada y tengamos que sustituirla por: Educad a los niños y no tendréis que castigar a los niños.
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