Nuestras élites corrompidas
Por Carlos Almira , 14 abril, 2016
¿Se puede saber lo que es el Bien sin practicarlo, sin haber intentado realizarlo alguna vez en nuestra vida? Lo mismo cabe preguntar de la honradez, la humanidad, la democracia, la Justicia… Si respondemos negativamente a esta pregunta, entonces hay que admitir que un importante sector de nuestras élites (económicas, políticas, mediáticas…), no saben, porque no pueden saberlo, lo que es el Bien, ni la honradez, ni la humanidad, ni la democracia, ni la Justicia. ¿Hay que recordar la triste actualidad: los campos de concentración en los Balcanes; los papeles de Panamá; los alcaldes en libertad con cargos, por supuestos delitos de corrupción? Pero el problema (el problema al menos, para nosotros), no es que ellos no lo sepan, sino que, precisamente por ser élites, en un mundo global, deberían ser las encargadas de custodiar y promover el Bien, la honradez, la humanidad, la democracia, la Justicia… Son como un ciego vigilando una casa en llamas.
Pero si admitimos que sí se puede conocer el Bien, la honradez, la humanidad, la democracia o la Justicia, sin haberlos practicado nunca, ni haber tenido siquiera la intención de hacerlo, entonces se nos plantea una cuestión aún más inquietante: ¿qué valor tienen entonces esas cosas: el Bien, la honradez, la humanidad, la democracia, la Justicia? ¿Qué valor tiene una casa que podemos dejar al cuidado de cualquiera?
Vilfredo Pareto
Pero quizás somos demasiado ingenuos cuando esperamos, como Vilfredo Pareto, que esa parte de nuestras élites aspiren, por el solo hecho de serlo, de facto, a la excelencia, a ser una aristocracia “protectora del pueblo”, y no una banda de malechores.
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