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Nuestro mundo: de repatriaciones, Ébola y muerte

Por Yolanda Larrea Sánchez , 14 agosto, 2014

“El mayor espectáculo es un hombre esforzado luchando contra la adversidad; pero hay otro aún más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda”, decía Oliver Goldsmith. Esto aquí parecen ser chuminadas. En principio, gran parte de la población pensaba que traer a Miguel Pajares a España era un disparate. Repatriar a un sacerdote con Ébola, de setenta y cinco tacos, que nos puede mandar a todos a criar malvas.. ¡madre del amor hermoso subido a la ermita verde! Ahora, tras su triste fallecimiento, muchos pensaran: ¡cuánto dinero tirado a la basura! Reconozco que a mí tampoco me acababa de convencer…pero escuchar a tanto gurú moralista de la izquierda anticlerical dando como mayor argumento el hecho de que fuese cura, hace que a una se le abran las carnes. No, perdonad; se trataba de darle la oportunidad de vivir a una persona. Porque antes de cura, era persona. Y una persona que, por cierto, llevaba entregando su esfuerzo a los demás desde los años sesenta. Toda una vida. Un espectáculo, como decía Goldsmith. A ver quién puede decir eso.

Otros muchos simplemente veían en el regreso de Pajares un riesgo innecesario para la población. En cambio, Sor Ana (Mato), no. Nuestro Gobierno, paradigma de la eficiencia y el buen hacer, decidió traerlo a los Madriles. Paradojas crueles de la vida, el cura tenía Ébola pero el Ébola, de momento, no tiene cura. Ni siquiera con el suero ZMapp que ya había sido utilizado con los estadounidenses infectados. El tío Sam, que todo lo puede. Nos queda una duda: ¿ha sido una decisión sanitaria o política? La respuesta la intuimos. Y lo hacemos desde el momento en que vemos que se trata de una repatriación retransmitida en diferido y publicitada y patrocinada por el Gobierno de España. Por cierto, la hermana Chantal Pascaline, compañera de Pajares, ya falleció; el hermano George Combey, también. Chuminadas, decía. Ellos fueron abandonados. Tan solo podían esperar a una muerte segura. Y así ha sido. No sé si el riesgo de que el Ébola se ponga a danzar por la capital es tan bajo como se decía, pero lo que sí está claro es lo contaminado del aire de la calle Génova número 13. Y esto, al final, ¿quién lo paga? Antes decían que la Orden San Juan de Dios, y ahora dicen que el Gobierno. Qué detalle…si no fuese porque esta Orden,según varios medios, es propietaria de la sociedad ‘Gestión Hospitalaria 2000 SL’ que hace tres años llegó a facturar cerca de 25 millones de euros. Espero que resuenen en las cabezas de los responsables las palabras de Cruz Ventura, amiga del padre Pajares, quien se ha quejado de las malas condiciones en las que se encontraba el religioso, pues ni quiera contaba apenas con material. La Orden afirmaba que les ayudaban, pero la carencia absoluta de medios en Liberia decía lo contrario. Es el grito desesperado, la impotencia ante quienes deciden hacer las cosas mal, cuando se pueden hacer bien. Esta facilidad para sacar dinero de las arcas públicas en aras de hacer el bien no ha sido el modus operandi habitual. No, definitivamente Mariano no es Platón. Y si no que se lo pregunten a los familiares de Emma Rodríguez Pinar,quien enfermó en Argentina y pidió ser repatriada. Acabó falleciendo en un hospital de Córdoba. Era “caro”. Eso les dijeron a sus hijos, para quienes las palabras de consuelo nunca serán suficientes, para quienes el ser humano nunca será bueno. ¿Por qué a ella no y a Carromero sí? Porque el mundo se pierde en la ambición de los que están sin ser, y abandona a quienes se van sintiendo.

Y esto continúa. Más de mil de muertos por Ébola según el último comunicado de la Organización Mundial de la Salud. Sucede que a nadie le importaba el asunto, hasta que los medios publicaron la existencia de un español infectado. En marzo, ya había 112 muertos. Cinco meses de vidas perdidas y cinismos compartidos. África y su eterna mirada triste. Allí antes las personas también morían, pero de hambre. Está claro, el ébola se contagia, el hambre no. Gracias Miguel, tú hiciste lo que pudiste, que fue mucho. Descansa ahora, no veas cómo nuestro mundo se degrada, cómo las heridas crecen y la Tierra calla. Siglo XXI, donde se puede morir de hambre o de Ébola. “En la buena dirección”, o no.


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