Ojo por ojo, diente por diente
Por José Luis Muñoz , 10 octubre, 2023
La novedad de esta imprevista incursión de Hamás en el territorio de Israel es que los fanáticos milicianos islamistas próximos a Irán han burlado las defensas de uno de los ejércitos más poderosos de la tierra y la operación no ha sido prevista por el Mossad, la agencia de información más sofisticada del mundo. El espionaje ha fallado de forma estrepitosa, Israel no se ha enterado de la preparación de esa operación, letal y humillante a partes iguales, que durante más de veinticuatro horas los ha hecho vulnerables, tan vulnerables como la propia franja de Gaza de donde partieron los yihadistas. Que los terroristas, para unos, insurgentes, para otros, hayan llevado a cabo una operación devastadora asesinando a un buen número de israelíes en muy pocas horas, hasta novecientos, y secuestrado a más de un centenar, es algo que Israel no puede permitir. Las imágenes que nos llegan de esa masacre son sencillamente escalofriantes. Los terroristas de Hamás se cebaron con los jóvenes asistentes a un concierto especialmente. Terror puro y duro, condenable sin paliativos, por supuesto. Pero la novedad, lo noticiable, es que esta vez las víctimas han sido israelíes. Pero falta la revancha, la segunda parte de este partido con la muerte que inclinará la balanza por el otro lado.
Demos la vuelta al calcetín, hagamos un ejercicio de empatía si ello es posible, y pongámonos en la piel de un palestino (son dos millones en Gaza los que malviven), un joven llamado Bahir Farid que, desde décadas, vive en condiciones infrahumanas en una franja de territorio de 41 kilómetros de largo y entre seis y doce de ancho, cercado por un muro de 65 kilómetros y siete metros de altura, de donde no puede escapar, encajonado entre este y el mar en lo que se considera la mayor cárcel al aire libre del mundo, sometido aleatoriamente a operaciones de castigo por parte de Israel que, a fuerza de ser habituales, no son noticia, al que se le niega libertad de movimientos como no sea nadando, porque Gaza es un pasillo entre el Mediterráneo y ese muro altísimo y que parecía inexpugnable (no lo ha sido: lo han traspasado los terroristas / resistentes con parapentes, lo han derribado con una excavadora), con precaria asistencia médica (mueren enfermos porque no se permite muchas veces a sus ambulancias acceder a hospitales en donde se les salvaría la vida al otro lado y Bahir Farid ha sido testigo de la muerte de su tío), frecuentes cortes de luz, agua (el huerto familiar se ha secado por su falta de riego) y alimentos, como lo que ahora mismo se ha decretado contra toda su población desde el otro lado que tiene en sus manos la vida y la muerte de dos millones de seres humanos que malviven en un gueto. Quizá este palestino al que llamo Bahir Farid se convierte en terrorista porque ha visto morir a sus dos hermanos cuando eran muchachos, incluso niños, en las sucesivas intifadas, alcanzados por los soldados israelíes que respondían con balas de plomo al lanzamiento de piedras, haya tenido que salir corriendo de la casa familiar porque las excavadoras del Tzáhal la derribaron como castigo por la conducta rebelde de sus familiares, tenga desde años a su padre, al que no ha visto jamás, encerrado sin juicio en una cárcel de Israel. Bahir no tiene trabajo, ni esposa, ni hijos, ni futuro. Le dicen que al otro lado del muro jóvenes como él se divierten, escuchan música, bailan, tienen trabajo, comen, disfrutan de una vivienda digna, todo lo que a él, por haber nacido en Gaza, le niegan. ¿Puede emanar algo más que no sea odio de ese muchacho que vive en el infierno?
Hay una imagen, repetida en televisión, de estos execrables hechos, porque quitar la vida a un semejante es el crimen más horrendo que alguien puede cometer, que es esa chica maniatada y ensangrentada, y tiene nombre real que es Shani Nicole Louk, a la que un terrorista, para unos, resistente, para otros, de Hamás, ese hipotético palestino llamado Bahir Farid que ha sobrevolado el muro con su parapente y kalashnikov, tira del pelo para meterla en un vehículo, llevarla a un zulo, negociar su vida y quizá quitársela. Esa imagen es la personificación del horror desatado e irracional, esa imagen de víctima y victimario es la consecuencia de unas decisiones equivocadas y ahora irreversibles que arrancan muchísimos años atrás y a las que no se les quiere dar solución. Si no hubiera ese conflicto enquistado durante más de setenta años, desde que la comunidad internacional tuvo la pésima idea de que los supervivientes del Holocausto y todos los judíos del mundo que lo quisieran emigraran a Palestina y fundaran el estado de Israel, que nació a sangre y fuego, con terrorismo contra los británicos (el Movimiento de Resistencia Judía promovió una serie de atentados brutales contra las autoridades) que administraban el territorio desde 1922 por el mandato de la Sociedad de Naciones (el embrión de la actual ONU), ni Shani Nicole Louk ni Bahir Farid estarían en esa tesitura entre la vida y la muerte. En ese territorio que quizá va a ver morir a los dos, Palestina, convivían judíos, musulmanes y cristianos. Al actual Israel empezaron a llegar desde 1881 judíos europeos perseguidos en sus países de origen. El justo y más que justificado anhelo de los judíos, hartos de progromos en buena parte de Europa y exterminios en la Alemania nazi, por tener un país propio debería haberse satisfecho ubicando Israel dentro del país que los quiso borrar de la faz de la tierra y los depreció por sistema: Alemania. Pero no fue así porque ellos decidieron emigrar a su territorio histórico aunque ya estuviera ocupado. Palestina ejerció un efecto llamada a todos los judíos del mundo, la situación se hizo explosiva por la disputa por el terreno con sus antiguos habitantes árabes y la decisión de la ONU de partir el país en dos desencadenó la primera guerra de los árabes contra Israel que se saldó con una histórica derrota de los primeros y la diáspora masiva de palestinos a los países aledaños, expulsados de sus tierras y casas, convertidos en eternos refugiados. Israel existe, Palestina es una entelequia sin solución. ¿Tenían derecho los judíos de todo el mundo de regresar a la tierra de sus ancestros? No voy a decir que no, por empatía con ellos. ¿Tiene derecho Palestina a existir? Por supuesto, pero no es así.
Esa chica joven llamada Shani Nicole Louk, que se ha convertido en icono del terror a su pesar, y su joven secuestrador al que llamo Bahir Farid, quizá su verdugo en las próximas horas si no se apiada de ella y le entra un rayo de humanidad en ese corazón endurecido por el odio y las humillaciones, estarían tomando un té en una terraza de una Gaza libre, mirando como se pone el sol en el Mediterráneo en mi distopía positiva que podría escribir, o estoy escribiendo en este preciso momento. Si existe empatía de Bahir hacia Shani, me gustaría imaginar un final feliz a esa historia, pero mucho me temo que prime el odio y la violencia extrema y Bahir se manche con la sangre inocente de su secuestrada.
La inmensa mayoría de los asesinados por Hamás, porque son asesinatos indiscriminados contra personas indefensas y hay que recordarlo, remarcarlo, son inocentes, o no son conscientes de por qué han sido ejecutados por los resistentes, si empleamos el idioma de los asaltantes. Seguramente las victimas no han hecho daño a ningún palestino, muchas de ellas estaban escuchando música y bailando sintiendo la protección de ese muro que separa opulencia de miseria, hasta quizá simpatizaran con la causa de los del otro lado y tuvieran mala conciencia cuando hablaban de sus condiciones de vida, y pese a todo mueren cazados en un descampado por ángeles de la muerte vengativos en esta guerra fratricida y sin normas, porque los dos bandos se las saltan, y ellos, los muertos israelíes, no son menos inocentes que los habitantes de todos esos edificios que colapsan tras ser bombardeados por la aviación y la artillería israelí, que busca equiparar su dolor causando el ajeno, esas docenas de viviendas que en un segundo se convierten en sepulturas de los que habitan en ellas, en ruinas humeantes e incendiadas de donde sacarán los cadáveres de los hombres, mujeres, ancianos y niños (cien, pero serán muchos más en las próximas horas, días, meses que dure el castigo) y los heridos que morirán en los hospitales sin luz, agua, médicos ni medicinas. Hamás castiga a los civiles israelíes, también a unos cuantos soldados a los que ha matado / secuestrado de la misma manera que Israel castiga a los civiles palestinos de la franja de Gaza matándolos de forma indiscriminada. Para los palestinos los soldados del Tzáhal, el todopoderoso ejército de Israel, que se disponen a no dejar piedra sobre piedra en Gaza, siguen a rajatabla preceptos bíblicos del Antiguo Testamento, el ojo por ojo, diente por diente, son tan terroristas (porque asesinan, torturan, encarcelan a los enemigos) como los miembros de Hamás lo son para los familiares de las víctimas masacradas.
Yoav Gallant, ministro de Defensa israelí, dijo Haber ordenado un asedio completo de la franja de Gaza. No habrá electricidad, comida, combustible. Nada entrará ni saldrá. Estamos luchando contra animales y actuaremos de manera acorde. Un asedio como los de la Edad Media. Animales son los hombres, mujeres y niños aplastados bajo los escombros de los edificios civiles bombardeados. Israel, con esta declaración, anuncia al mundo el exterminio de la población de Gaza que no encontrará sepulturas para tantos ataúdes en su reducido territorio que es una simple franja aislada. Una limpieza étnica. ¿No se acuerda Yoav Gallant, por ejemplo, de ese familiar suyo que murió en Auschwitz o en el gueto de Varsovia? ¿No ha aprendido nada de la historia de su propio pueblo? ¿Tan pronto se produce el olvido?
Escribía Juan José Millás una columna en El País hace unos años a propósito de una niña palestina abrasada por un bombardeo israelí: Si usted no entiende bien de qué estamos hablando cuando hablamos de geopolítica, aquí tiene un ejemplo clarísimo. Este cuerpo abrasado de una niña palestina es geopolítica desde la cabeza hasta los pies. El posible asesinato de Shani Nicole Louk por Bahir Farid, que hasta podrían haber sido amigos o novios en otras circunstancias, porque tienen una edad similar, se inscribe dentro de la geopolítica porque a unos pocos les interesa un mundo tensionado que vaya de esa Palestina madre de todos los conflictos, que no existe ni como país, a esa Ucrania que resiste al invasor ruso porque Europa y Estados Unidos la arma hasta los dientes y rezan porque la guerra se prolongue y con ella su macabro negocio siga dando beneficios.
No todos en Israel piensan de la misma forma, no hay un pensamiento único en esa democracia imperfecta que no tienen los palestinos, sobre todo los de la franja de Gaza, que viven bajo el terror de los suyos, los integristas de Hamás, y los sionistas. No todos los judíos son sionistas ni creen que la solución del conflicto palestino sea diezmar a su población. El periodista Gideon Levy escribía en el medio Haaretz el 8/10/2023, en un artículo titulado “Imposible encarcelar a dos millones de personas sin esperar un precio cruel”: Detrás de todo esto está la arrogancia israelí. Pensamos que tenemos permiso para hacer cualquier cosa y suponer que nunca pagaremos, ni seremos castigados. Y pensamos que seguiremos y nada nos interrumpirá. Arrestaremos, mataremos, abusaremos, despojaremos, protegeremos a los colonos y sus pogromos, iremos a la tumba de José, a la tumba de Ot’niel, al altar de Josué, todo en los territorios palestinos, y por supuesto al Monte del Templo —más de 5.000 judíos sólo en Sucot—. Dispararemos a inocentes, les arrancaremos los ojos y les destrozaremos la cara, los expulsaremos, expropiaremos, robaremos, los secuestraremos de sus camas, los someteremos a limpieza étnica y, por supuesto, continuaremos con el increíble asedio a Gaza. Y supondremos que todo seguirá como si nada. Y sigue: Benjamín Netanyahu tiene una gran responsabilidad por lo sucedido y debe pagar los costos, pero la cuestión no comenzó con él y no terminará después de su partida. Ahora debemos llorar amargamente por las víctimas israelíes; pero también tenemos que llorar por Gaza. Gaza, la mayor parte de sus residentes son refugiados creados por Israel. Gaza, la que nunca conoció un solo día de libertad. Y acaba: Ayer, ya se hablaba de borrar barrios enteros de la ciudad de Gaza, de ocupar la Franja de Gaza y de castigar a Gaza “como nunca antes se había castigado”. Pero Gaza no ha dejado de ser castigada por Israel desde 1948, siquiera por un momento. Más de siete décadas de abusos, y otra vez, lo peor está por venir. Las amenazas de “aplanar Gaza” sólo prueban una cosa: no hemos aprendido nada. La arrogancia llegó para quedarse, incluso después de que Israel, otra vez, pague un alto precio.
Israel es el estado 49 de Estados Unidos a efectos prácticos y eso le da patente de corso para ignorar todas las condenas de una inoperante ONU con su arrogancia acostumbrada y su desprecio sistemático a los derechos humanos. Hamás malgobierna con el apoyo del detestable gobierno integrista de Irán sobre dos millones de personas sometidas a su régimen de terror sin que la inoperante Autoridad Nacional Palestina de Cisjordania diga nada absolutamente desde que Fatha perdió las riendas del poder allí y los gazaties se decantaron por Hamás en las últimas elecciones. El estado más poderoso de Oriente Medio, Goliat, ha sido golpeado duramente por el diminuto David que ha sobrevolado su muro inexpugnable y le ha lanzando una lluvia de fuego jamás conocida. Es el 11 S, el Pearl Harbour para ese pueblo orgulloso que hace piña cuando es atacado, cegado por el dolor. No se preocupen. Por cada muerto israelí, que se acercan al millar, habrá diez palestinos, o veinte, es la proporción adecuada, porque ni los muertos son iguales ni valen lo mismo según en donde hayan nacido. Solo basta mirar las estadísticas de los últimos años. En 2006 murieron 405 palestinos frente a 11 israelíes; en 2014, 2310 frente a 71; en 2021, 253 frente a 13; pero en 2008 fueron 1300 frente a 14. Los de Gaza son de ínfima categoría, y por esa razón, porque no tienen ninguna razón para vivir, morirás matando, Bahir Farid, pequeño peón de la geopolítica.
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